Hace unos días, en uno de esas austerianas carambolas del azar, me encontré en una librería con un amigo que actualmente vive en Brasil. Se trata de un episodio en el que fútbol y literatura tienen gran importancia, y cuya descripción dejo para otro artículo. Y lo que ahora haré será centrarme en una de las ramificaciones, un tanto poltergestianas, de ese encuentro.
El caso es que durante la conversación con ese amigo salieron a relucir algunos aspectos de su nueva vida brasileña, con menciones a algunas peculiaridades de Río de Janeiro y de Sao Paulo. Todavía con la charla presente en mi cabeza, ayer por la tarde recordé el texto de Jordi Puntí “Cuando era un neeskens”, que aparece en el libro “Cuando nunca perdíamos. 15 miradas sobre el Barça”, una maravilla de recopilación a cargo de Antoni Munné en la que quince destacados escritores ofrecen su mirada sobre el Barça: Ramon Besa, Juan Bonilla, Juan Cruz, Josep Maria Fonalleras, José Antonio Garriga Vela, el citado Jordi Puntí (de quien publiqué este artículo), Daniel Samper, Màrius Serra, Jordi Soler, Ramon Solsona, Juan Gabriel Vásquez, Enrique Vila-Matas, Vicenç Villatoro, Juan Villoro y Pedro Zarraluki.
“Cuando era un neeskens”, pese al título, es un magnífico repaso por la presencia de futbolistas brasileños en el Barça, desde los pioneros hasta los más recientes (el texto está escrito el año 2011).
“Como Holanda no se había clasificado y no queríamos ir a favor de España, los primeros días nos sentimos algo huérfanos, pero pronto empezamos a enamorarnos de Brasil”.
Imagen de www.es.fancup.com
Comencé a leer el relato, y no tardé en visualizar la imagen de Neeskens, aquel futbolista que siempre jugaba con una especie de calcetines blancos por fuera de las botas y cuya imagen era inconfundible. Un jugador al que llegué a ver en un partido en el Camp Nou (cosas de tener una edad), de quien destacaba por encima de todo su espíritu de lucha y que siempre chutaba los penaltis por el centro de la portería.
Imagen de www.blaugranas.com
A medida que iba avanzando en la lectura el fútbol holandés fue siendo sustituido por el brasileño, hasta que apareció la ciudad de Sao Paulo.
“No me puedo quejar. Ahora mismo escribo estas líneas desde Sao Paulo, en Brasil, y estos días se respira fútbol”.
“¡Mira qué casualidad!”, me dije, tan proclive como soy a encontrar hilos invisibles hasta en la tipografía de los envases de detergentes.
Luego van apareciendo otros “ilustres” brasileños que llegaron a fichar por el Barça: Henrique, Keirrison, Rochemback, Aloisio, Giovanni, Sonny Anderson… Hasta que, ‘en un momento dado‘, como diría Johan Cruyff (cuñado de Neeskens, para más inri), los astros se conjuran para que la cronología del mundo real encaje con la cronología del mundo de la literatura futbolera.
“Los dos futbolistas, sin embargo, no fueron el revulsivo deseado por el Barça, porque la federación española de fútbol no les permitió que jugaran en competición oficial. Cuando repasamos los partidos de la época, leemos sus nombres en alineaciones del Barça B, que era el que jugaba partidos amistosos y de exhibición: el 13 de septiembre de 1931, dos meses después de su llegada, debutaron en un Atlético de Madrid – Barça que acabó en empate a dos”.
Fausto dos Santos. Imagen de www.cihefe.es
“¡Glups!”, pensé. “Si los partidos de fútbol se siguieran disputando los domingos el Atlético de Madrid – Barça se jugaría mañana, 13 de septiembre”.
Más que la coincidencia de fecha –que también- lo que alteró mi placentero momento de lectura futbolera fue el pronóstico de resultado. Así que fui corriendo a poner la radio para conocer el marcador del partido (debía estar a punto de terminar la primera parte), y lo que descubrí fue que el Atlético ganaba por 1 a 0.
“¡Requeteglups!”, insistí. “Justamente acabo de leer lo siguiente”:
“El brasileño Dirceu juega en el Atlético de Madrid, pero es suplente. The Police publicarán un nuevo casete (sic, no tenía tocadiscos) que se llamará Ghost in the Machine, a ver si es tan bueno como todos los demás, apunté un día en que el Barça perdió con el Atlético 1-0 en el Vicente Calderón, y parece como si la mención de The Police consiguiese calmarme de la decepción por la derrota”.
Imagen de www.colchonero.com
Yo no sé si en el momento que Jordi Puntí describe The Police consiguió calmarlo. En mi caso, la posibilidad de que estuviera ante una premonición de resultado lo que consiguió fue alterarme. Y más tarde aún, cuando el Barça marcó el segundo gol, y el resultado pasó a ser de 1 a 2, no pude evitar que emergiera mi vena catastrofista y me convenciera de que me encontraba ante “La invocación de Puntí”, un suceso paranormal que provocaría que el partido acabase en 2 a 2.
Por suerte, el supuesto maleficio no llegó a materializarse, quedando en una simple jugarreta del mundo de las coincidencias. Así que, una vez confirmado que el resultado final era el que era (el 1 a 2 real, no el 2 a 2 escrito), el mismo Puntí se encargó de calmarme con el siguiente fragmento:
“También podría reducir todos aquellos estados de ánimo al estallido de felicidad de un gol: el eslalon larguísimo de Ronaldo entre jugadores del Compostela (y Robson con las manos en la cabeza, estupefacto); la chilena de Rivaldo desde el balcón del área contra el Valencia (y el alivio de entrar en la Champions a última hora); la cola de vaca de Romario el día del 5-0 al Madrid (y Alkorta, que la sigue buscando); el gol de medianoche de Ronaldinho contra el Sevill el día en que debutaba en el Camp Nou (y la sensación inmediata de que nos daría tardes de gloria).
Imagen del twitter de Jordi Puntí
P. D. ¿Os habéis fijado que el 13 de septiembre de 1931, es decir, el 13-9-1931 es capicúa? Es decir, ¿un palíndromo numérico? Yo no me quedo del todo tranquilo, y continúo pensando que el asunto tiene algo de brujería literario-futbolística.
2 comentarios en “13 de septiembre de 1931 y «La invocación de Jordi Puntí»”