Fútbol y literatura: mundiales muy literarios


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En la sección de literatura deportiva del miércoles 16 de noviembre del Radioestadio Catalunya de Albert Arranz, en Onda Cero Catalunya, he hecho referencia a algunas novelas en las que hay un Mundial de Fútbol de telón de fondo. Han sido, en concreto, las siguientes:


Asesinato en el Mundial 74, de Curtis Garland (Editorial Bruguera Colección Servicio Secreto, 1974)

Asesinato en el Mundial-74” es una novela de género negro publicada en la Colección Servicio Secreto (con el núm. 1249) de la Editorial Bruguera en 1974, es decir, el mismo año en el que se celebró el Campeonato del Mundo de Fútbol en Alemania, que actúa, además, como telón de fondo. La obra está firmada por Curtis Garland, uno de los pseudónimos de Juan Gallardo Múñoz (1929-2013), uno de los más reconocidos autores de “literatura popular española” (también conocida como ‘novelas de quiosco’, ‘novelas de a duro’ o ‘bolsilibros’),


La pena máxima, de Santiago Roncagliolo (Alfaguara, 2014)

Lima 1978. Un hombre que porta una mochila sospechosa es perseguido por las calles de uno de los barrios más populares de la ciudad y asesinado a plena luz del día. Pero nadie ha visto nada. El asesino ha elegido el momento perfecto para cometer su crimen: la ciudad se halla en ese instante desierta y concentrada ante el televisor. La selección peruana se juega mucho en el Mundial de fútbol de Argentina.

Ocho años después de la publicación de Abril rojo (Premio Alfaguara de novela 2006), su protagonista, Félix Chacaltana, se enfrenta a una nueva serie de crímenes. Estamos en un momento crucial para la historia de Perú. Con la operación Cóndor como telón de fondo, el país se esfuerza por salir de la oscuridad de la dictadura militar con la celebración de las primeras elecciones democráticas en mucho tiempo. Parece que también ha llegado el momento del cambio para Chacaltana, quien se debate entre la obediencia a una madre dominante y su amor por Cecilia, entre el reparo a salir de la protección que supone una vida ordenada y monótona, llena de reglas y procedimientos, y la lealtad a su amigo Joaquín.

La pena máxima es un thriller absorbente en el que la política, el fútbol, la lucha por sobrevivir y la muerte se entrelazan con ritmo vibrante. La investigación llevará a Chacaltana a descubrir hasta dónde están dispuestas a llegar algunas personas para defender sus ideales y cómo, en realidad, en el juego de la vida lo peor no es sufrir una falta sino tener que ejecutarla. Esto puede transformarte para siempre.


Todas las miradas del mundo, de Miguel Mena (Suma de Letras, 2013)

Málaga, 1982. Campeonato Mundial de Fútbol. Un miembro de la delegación neozelandesa desaparece el mismo día en que el equipo austral aterriza en la Costa del Sol. El inspector Luis Mainar, un policía solitario y sentimental, a veces atormentado por su divorcio y la enferme­dad de su hija, viajará hasta el sur con intención de buscarlo, el mismo viaje que emprende un comando de ETA para ejecutar un gran atentado.

Con pinceladas de novela negra, de crónica de la Transición y de relato emocional, Todas las mi­radas del mundo es una historia vibrante y con­movedora en la que confluyen el fútbol y la política internacional con terroristas iluminados, aficionados entusiastas, delincuentes de poca monta, jóvenes fascistas o enfermos de colza.

Un caleidoscopio de una época y un país que compaginaba la sonrisa de Naranjito con la rutina de los funerales.


Colombia 86, de Wilmar Cabrera y Nicolás García (Caballito de Acero, 2021)

En 1986, Belisario Betancur era el Presidente de Colombia. María Mónica Urbina era la Señorita Colombia. Miguel Maza Márquez era el director del DAS. Carlos Pizarro era el comandante del M-19. Alfonso Sénior era miembro del Comité de la FIFA. Gabriel Ochoa Uribe era el DT de la Selección Colombia.

Una ucronía es una reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos. Es por eso que hemos querido lanzar nuestro nuevo sello editorial Caballito Cómics con una novela gráfica en la que imaginamos lo que pudo haber sido el Mundial Colombia 86 si Colombia lo hubiera organizado en vez de rechazarlo. En esta novela, Bogotá tiene Metro y un comando del M-19 secuestra al presidente de la FIFA. Colombia está en el grupo A junto con URRS, Canadá, Hungría, Marruecos y Escocia.


Autogol, de Ricardo Silva Romero (Editorial La Navaja Suiza, 2014)

1994, Colombia, un país que se ha convertido en sinónimo de narcotráfico y violencia, vive pendiente de su selección de fútbol. El Mundial de Estados Unidos parece devolver la fe a un pueblo que hace mucho tiempo dejó de creer en milagros. Hasta que el jugador con el dorsal número 2, Andrés Escobar, marca un gol en propia puerta que desencadena varias tragedias.

En el mismo estadio se queda sin voz el comentarista deportivo Pepe Calderón Tovar, quien, días después, decide acabar con la vida del defenestrado héroe nacional. Para ello viaja hasta Medellín, ciudad en la que reinan la cocaína y los sicarios. Pero Calderón Tovar no solo recorre la geografía colombiana, sino también su propio pasado. Ese viaje por su vida y por un país en guerra es al mismo tiempo delirante, hipnótico y trágico.


La inmensa minoría, de Miguel Ángel Ortiz Olivera (Literatura Random House, 2014)

Barcelona, a las puertas del Mundial de Sudáfrica. Pista, Retaco, Peludo y Chusmari viven en la Zona Franca. Tienen entre quince y dieciséis años, estudian 4º. de la ESO y resuelven sus preguntas existenciales con porros, mucha música, novias, algo de sexo, bastantes cervezas y el fútbol como metáfora, aprendizaje, combate y sueño. Viven en ese entorno físico, urbano y social de la periferia barcelonesa cuyo horizonte no es otro que el de las expectativas defraudadas. Y tratan de meterle un gol a la realidad. Sus padres y madres sobreviven como pueden: friegan casas, conducen autobuses, trabajan en una peluquería o venden ropa en los mercadillos. Son esas gentes, esa inmensa minoría, que salen poco en los periódicos ypara los que la crisis es un llover sobre mojado. Luego los adolescentes crecen, es decir, unos aprenden a ser peores y otros tratan de que las desgracias no les aplasten.

La inmensa minoría viene a sumarse a esa magistral estirpe de extraordinarias novelas en las que Barcelona es paisaje, tiempo, luz, sombra, color y espacio: Los atracadores, de Tomás Salvador, Han matado a un hombre, han roto un paisaje de Francisco Candel, La plaça del Diamant de Mercè Rodoreda, Las afueras de Luis Goytisolo, Si te dicen que caí de Juan Marsé o El día del Watusi de Francisco Casavella.


Bravo. Una novela muy española, de Xavi Daura (Temas de Hoy, 2019)

Rafael Bravo se prepara para ser el seleccionador de España en el Mundial de Rusia. Ahora sus hombros deben soportar el peso de la mayor responsabilidad que puede recaer sobre un español. El orgullo y el futuro de toda una nación están en sus manos.

Una larga carrera como futbolista y entrenador lo avalan. Solo hay un problemilla: el día que recibe la noticia se desploma por un ataque de ansiedad. A partir de ese momento el contador empieza a correr y tiene menos de un mes para descubrir qué le está pasando. Para revivir junto al lector su disparatada infancia en Extremadura, sus primeros años de correrías futbolísticas, su ardiente matrimonio e inevitable divorcio, su surreal retirada en Japón… A su lado, la doctora Angulo, psicóloga especializada en deportistas, y Marta Prieto, relaciones públicas de la selección, no descansarán hasta verle preparado. Hay que echarle cojones, Rafael. El éxito aguarda al otro lado.

En esta novela, Xavi Daura usa el humor y la hipérbole para dar voz a un personaje a medio camino entre José Luis Torrente y Tony Soprano. El resultado es una historia para leerse a carcajada limpia sobre un macho ibérico tan reprochable como inolvidable. 


Mortadelo y Filemón. Mundial 2022, de Francisco Ibáñez (Penguin Libros, 2022)

Cada cuatro años con motivo de la celebración de los mundiales de fútbol, Mortadelo y Filemón viven sus aventuras en el país anfitrión. En esta ocasión los famosos agentes de la T.I.A., viajarán a Qatar en donde tendrá lugar en 2022 el mundial de fútbol.

El Súper llama a Mortadelo y Filemón para encargarles una nueva misión, deberán ir al mundial de fútbol de Qatar para desarticular una banda de revolucionarios que pretende derrocar al Emir y hacerse con el poder. Para ello cuentan con mosquitos salvajes que soltarán en los estadios, estos picarán a los futbolistas, dejándolos fuera de combate.

Futblog Capítulo 12: Miguel Ángel Ortiz y Belén Gopegui en «Letras y Fútbol»

 

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Como buen amante del fútbol y la literatura, hace tiempo que intento hacer una escapada a Bilbao y poder asistir a las jornadas Letras y Fútbol que organiza la Fundación del Athletic de Bilbao. Por unas razones u otras, nunca hasta ahora me había sido posible disfrutar in situ de las interesantes tertulias que en cada edición se organizan. Este año, sin embargo, la cosa cambiará. Como si de un regalo de Reyes anticipado se tratase, voy a poder cumplir mi deseo y, si no pasa nada, seré uno más de los asistentes a estos imprescindibles encuentros para los lectores futboleros.

Para redondear la jugada, el destino ha querido obsequiarme con un episodio paranormal que seguir llenando de combustible esta sección del blog. Aunque ya lo he explicado en más de una ocasión, no está de más insistir en que todos los austerianos episodios que por aquí voy contando son rigurosamente ciertos. Lo que cuento, por extraño y estrambótico que parezca, es real. No hay ni una gota de invención. (Ojalá la hubiera. Eso significaría que tengo capacidad inventiva, algo de lo que carezco por completo). Las cosas que hasta ahora he ido describiendo –insisto, aunque dudéis de su veracidad- se ciñen con exactitud a lo que me ha sucedido, y si lo que reflejan es más o menos acertado se debe, única y exclusivamente, a mis limitaciones como narrador.

O sea, que inspirándome en la advertencia de algunos libros y películas, afirmo que, en mi caso, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, sino realidad pura y dura.

 

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Real como lo que estoy a punto de explicar.

Volviendo al principio del artículo, a finales de noviembre me voy a Bilbao. Las jornadas «Letras y Fútbol» se desarrollan en días diferentes repartidos en dos semanas. Mientras no me toque la lotería no me puedo permitir el disfrutar de una quincena de vacaciones en noviembre. Por eso, me tengo que conformar con hacer una corta escapada de tan solo un par de días. Condicionado por esta limitación, mi decisión final fue que visitaré la capital vizcaína el lunes 27 y el martes 28 de noviembre, lo que me permitirá asistir a las sesiones programadas para esos días.

La del lunes lleva por título «Futbola eta Euskal Kultura«, y contará con la participación de Jon Maia, Gari, Juan Luis Zabala, e Iratxe Fresneda. En cuanto a la del martes, tiene como tema central el de «Fútbol, literatura y sociedad«, y tendrá como tertulianos a Miguel Ángel Ortiz, Belén Gopegui y Leire Palacios.

Esta segunda sesión, que es a la que asistiré, me interesa especialmente. De entrada, ya presenta una curiosidad, como lo es el hecho de que hace tiempo que Miguel Ángel (uno de los cracks del Fútbol Club de Lectura, y autor de «Fuera de juego» y «La inmensa minoría«) y yo intentamos quedar, pero por unas cosas u otras nunca conseguimos encontrar el momento, pese a vivir ambos en el entorno de Barcelona. Sin embargo, cosas de la vida, finalmente vamos a conseguir coincidir: en Bilbao.

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Pero existe otro episodio aún más extraño y paranormal. Conocí la existencia de un autor llamado Miguel Ángel Ortiz tras la publicación de «Fuera de juego«, su primera novela. Me pareció un gran libro, y publiqué un artículo en el blog explicando mis impresiones. Después, en el 2015, se publicó su segunda obra, «La inmensa minoría«, magnífica y más que merecedora de los reconocimientos que hasta el momento ha recibido. La novela está ambientada en el barrio de la Zona Franca, donde él estuvo viviendo durante un tiempo y en cuyo equipo -el Iberia– también llegó a jugar. En aquel barrio también vivió un histórico del Barça de las Cinco Copas, Eduardo Manchón, que es uno de los personajes al que se hace referencia en el libro.

Uno de los protagonistas está realizando un trabajo para el instituto sobre el mítico delantero, alguien que simboliza la posibilidad de prosperar y salir de una vida difícil a través del fútbol. Por circunstancias de la vida he llegado a conocer personalmente a la viuda de Eduardo Manchón, ya que cada año se organiza en Coma-ruga, donde vivo, un torneo con el que se le sigue rindiendo homenaje.

 

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Recuerdo el efecto que me produjo leer, al poco de comenzar «La inmensa minoría«, la referencia a Eduardo Manchón y, precisamente, el torneo de Coma-ruga. Me pareció una más que curiosa coincidencia, y se convertía en un episodio a comentar con Miguel Ángel el día que tuviera la oportunidad de conocerlo personalmente. Eso sucedió, en concreto, una tarde de sábado de febrero de 2015. Se me presentó la posibilidad de desplazarme hasta Barcelona, y aproveché para acercarme hasta el lugar en el que, según había leído en una entrevista, trabajaba Miguel Ángel: la desaparecida librería La Formiga d’Or.

Situada en el corazón de la ciudad, en la que quizá sea una de las calles más transitadas y comerciales de Barcelona, La Formiga d’Or fue, durante años y ya desde joven, uno de los puntos de visita obligada cada vez que iba a dar una vuelta por el centro. Ahora, años después, volvía a entrar allí, esta vez con mis ejemplares de “Fuera de juego” y de «La inmensa minoría» bajo el brazo.

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El encuentro con Miguel Ángel fue muy agradable, y tuvimos el tiempo suficiente para hacer cuatro rápidos comentarios, hacernos un par de fotos y que me dedicara las dos novelas. Como él estaba trabajando y la librería estaba llena de compradores no tuvimos tiempo para más.

Nos despedimos sabiendo que de un modo u otro seguiríamos en contacto. Él siguió a sus menesteres, y yo aproveché para echar un vistazo entre libros. Recuerdo que lo primero que hice fue dirigirme hacia la sección de Deportes, por si encontraba alguno de temática futbolera. También miré los de gran formato, y no me fui sin antes pasar por la sección de libros infantiles y juveniles, de donde no pude resistir la tentación de comprar uno de la colección «El Barco de Vapor«.

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Desde aquel día he mantenido un contacto más o menos fluido con Miguel Ángel. Pero siempre, circunstancias mandan, de forma virtual. En más de una ocasión hemos intentado coincidir para vernos aunque fuera un rato, pero sus horarios laborales y los míos no son lo que se dice «especialmente sociales». La figura de Eduardo Manchón también ha seguido estando presente, y de hecho tanto Roser (su viuda) como Josep Maldonado (quien fue uno de los mejores amigos del jugador y alma mater del torneo que se organiza cada año en su honor) fueron obsequiados con dos ejemplares de «La inmensa minoría» firmados por el autor. Incluso tenemos pendiente quedar con Roser para tomar un café con ella y hablar del artículo que no hace mucho escribió Miguel Ángel, en la sección Tiempo Extra de la revista Panenka, sobre la relación de Eduardo Manchón y la literatura, y en la documentación del cual puse un granito de arena.

 

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Como decía, la realidad es que no ha sido posible que nos volvamos a ver en Barcelona. Y ahora, cosas del destino, los astros se han alineado para que nos encontremos… en Bilbao. Pero si este hecho ya es de por sí sorprendente, existe otro que aún lo es más todavía. Ya he explicado al principio que la sesión en la que Miguel Ángel participa lleva por título el de «Fútbol y sociedad«, y que estará acompañado por una más que reconocida autora, a quien descubrí por su libro «La conquista del aire«.

Se trata de Belén Gopegui, varias veces premiada y también autora de varias obras para el público infantil y juvenil. Lo que seguramente muchos no sabrán es que aunque no se trata de una escritora reconocidamente futbolera, sí tiene, curiosamente, un libro de esta temática destinado al público más joven. Se trata de «El balonazo«, un volumen que viajará conmigo hasta Bilbao y que aprovecharé para que sea dedicado por su autora.

(Hago un paréntesis para añadir que además de la de Belén, aprovecharé para aumentar mi colección de dedicatorias con la de Galder Reguera, responsable de las jornadas y autor de «Hijos del fútbol«).

Y ahora la sorpresa. ¿Recordáis cuando he explicado que el día que conocía a Miguel Ángel Ortiz acabé comprando un libro? ¿Recordáis el título? No, no podéis, porque no lo he dicho. Pero ahora os lo diré. El libro que compré aquella tarde fue… «El balonazo» de Belén Gopegui. Es decir, que hace dos años, cuando conocí personalmente a Miguel Ángel, también estuvo junto a nosotros Belén Gopegui a través de su libro. Y ahora, dos años después, esa extraña conjunción se volverá a producir, aunque en un lugar separado 600 km. del primero.

Y todo, gracias a la literatura futbolera.

¿Algún adjetivo para definir este episodio?

 

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Más sobre Eduardo Manchón y la literatura

 

 

La playa de Coma-ruga acoge esta tarde del 5 de agosto una nueva edición del torneo en homenaje a Eduardo Manchón, uno de los integrantes de aquella mítica delantera que tuvo el Fútbol Club Barcelona durante los años 50, y que llegó a ser conocida como la de las “cinco copas”. Organizada por Josep Maldonado, quien fue gran amigo del jugador, y por la Penya Blaugrana de Coma-ruga, la de hoy será la edición número XX de este particular acontecimiento que cuenta con la participación de conocidos exjugadores del club blaugrana, así como otros conocidos y populares personajes.

Hace un par de años publiqué un artículo que titulé “Eduardo Manchón en la literatura”. En aquel texto recogí algunos fragmentos de diferentes obras en las que aparece el jugador, con especial protagonismo de “La inmensa minoría”, novela escrita por Miguel Ángel Ortiz y en la que uno de los personajes está realizando un trabajo precisamente sobre el jugador. Además, en aquel libro, se hace una referencia explícita al torneo de Coma-ruga, lo que me pareció una casualidad merecedora de ser publicada.

Debido a que conozco a Josep Maldonado y a Roser, viuda de Eduardo Manchón, tuve la oportunidad de informarlos de esa aparición en la novela, mostrándose ambos interesados en conseguir un ejemplar del libro. Gracias a la gentileza de Miguel Ángel, su autor, no tardaron en tener cada uno su volumen.

Con el tiempo, y por diferentes circunstancias, he podido ir reuniendo algún texto más en el que Eduardo Manchón aparecía de una forma u otra. Casi siempre en relación a referencias en los que se aludía a aquel equipo de las Cinco Copas desde un punto de vista histórico. Pero, un día, casualmente, descubrí un relato en el que aparecía escrito el nombre del jugador. Su autor era Julià de Jòdar, y aparecía en una de las ediciones de la campaña de promoción de la lectura “Lletres al camp”.

Tras aquel hallazgo llegó otro, también completamente azaroso aunque de una trascendencia que ignoraba. Tenía que ver, en este caso, con Paco Candel. Sabía que había estado muy vinculado al barrio de Can Tunis y las denominadas “casas baratas”, al pie de la montaña de Montjuic. Pero desconocía su relación con Eduardo Manchón. Y no solo eso: sino que fue gracias a la intervención del jugador que Candel consiguió publicar su primera novela.

Por eso, hoy cobra más sentido que nunca aquel artículo de hace dos años, y completarlo con otros fragmentos escritos en los que se habla de Eduardo Manchón, comenzando por el que seguramente es el texto en el que es citado y que más se recuerda: la canción “Temps era temps” de Joan Manuel Serrat:

Cançó “Temps era temps”, de Joan Manuel Serrat

Temps era temps

que vam sortir de l’ou

amb l’or a Moscú,

la pau al coll,

la flota al moll

i la llengua al cul,

amb els símbols arraconats,

l’aigua a la font,

les restriccions

i l’home del sac.

Temps era temps

que més que bons o dolents

eren els meus i han estat els únics.

Temps d’estraperlo i tramvies,

farinetes per sopar

i comuna i galliner a la galeria.

Temps d'»Una, Grande y Libre»,

«Metro Goldwyn Mayer»,

«Lo toma o lo deja»,

«Gomas y lavajes»

Quintero, León i Quiroga;

Panellets i penellons;

Basora, César, Kubala, Moreno i Manchón.

Temps era temps

que d’hora i malament

ho vam saber tot:

qui eren els reis,

d’on vénen els nens

i què menja el llop.

Tot barrejat amb el Palé,

i la Formación del

Espíritu Nacional

i els primers divendres de mes.

Senyora Francis, m’entén?

amb aquests coneixements,

què es podia esperar de nosaltres?

Si encara no saben, senyora,

què serem quan siguem grans

els fills d’un temps,

els fills d’un país orfe.

Temps d'»Una, Grande y Libre»,

«Metro Goldwyn Mayer»,

«Lo toma o lo deja»,

«Gomas y lavajes»

Quintero, León i Quiroga;

Panellets i penellons;

Basora, César, Kubala, Moreno i Manchón.

 

 

La canción de Serrat se complementa a la perfección con el poema “Oración menor. Barça, año 1952”, escrito por Clara Janés (hija del editor y poeta Josep Janés, de quien hablaremos después). El poema está recogido en “Un balón envenenado. Poesía y fútbol”, el número 800 de la Colección Visor de Poesía. En ese poema, y aún sin ser citado, existe una referencia explícita a la delantera de la que formó parte Manchón:

 

Se oyen los nombres

rompiendo el mármol del silencio

y aparecen los dioses bien uniformados,

con aura de frescura.

 

Esos “nombres” a los que se refiere es la alineación: Ramallets; Martín, Biosca, Seguer; Gonçalvo, Bosch; Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón.

 

Si saltamos al terreno de la novela y la ficción toca hablar de “La inmensa minoría”, la magnífica obra de Miguel Ángel Ortiz de la que hablaba al principio, y en la que existen diversas referencias a Manchón:

 

“Decía eso y nos contaba la historia del Manchón.

Nos decía que había tenido que dejar su tierra para poder comer. Con nuestra edad, el Barça ya se había fijado en él, “asín que vais tarde, canijos”, nos decía, “Menos quejarse de que a nuestro campo no vienen los ojeadores, que él salió de Casa Antúnez, que así le llamaban a Can Tunis, y, de allí, al Iberia. ¡Ea! Que pasó de clavar los tacos en la tierra del Iberia a clavarlos en la yerba del Camp Nou. Ahí es na”.

Miraba por el retrovisor al Chusmari.

Tu iaio y el padre del Manchón, que era barraquero, se conocían de mucho, y lo guipó muchas veces jugando en los descampaos de la carretera del puerto, con pelotas hechas de trapos viejos de las gitanas. ¡Qué tiempos! Y vosotros sos quejáis, no sabéis lo que tenéis. El noi del barraquer, le llamaba tu iaio. El chaval de Can Tunis. Decían que corría como si le fuese la pestañí detrás… ¿Quién lo iba a decir? ¿Quién iba a decirle a aquel gachó que jugaría en el Barça de las cinco copas, ¿eh? Con el Basora, el Kubala, el Moreno, el Seguer, el César…

            Me gustaba oír aquella historia. Aunque el Manchón se fue del Barça después de ocho años, volvió a jugar en el Camp Nou con el Granada, marcó un gol, y el público le ovacionó. Entonces el Chusmari, que ya se la sabía de memoria, le decía que el gol era el de la honra, que el Barça ganó aquel partido por cuatro a uno y que otro gallo hubiera cantado si no hubiera ganado.

            Y no era por el parné, decía su padre, y nos salía con el rollo del amor que le tenía el Manchón a la ciudad y la ciudad a él. Nos decía que después del Barça solo jugó un año en el Granada y otro en el Depor y se volvió al Iberia, que en esos años andaba por tercera. Terminó retirándose en el Hospitalet. «Y eso que cuando volvió solo tenía veintiséis o veintisiete años, un chaval, que ahora a esa edad están en la cresta de la ola; pero ya estaba cascaíto: antes los defensas repartían estopa de lo lindo».

 

En otro momento de la novela descubrimos que Manchón también es el personaje central del trabajo de recerca del narrador:

 

“El Pista me llamó después de los exámenes, cuando ya estábamos metidos con el trabajo de recerca. Yo había elegido al Manchón como tema para el trabajo. Pensé que no me lo darían por válido, pero al tutor le gustó porque había sido una personalidad del barrio y me dio el visto bueno. Le hice muchas preguntas al padre del Chusmari y el Peludo me dejó buscar más información en su ordenador y pasarlo a limpio. Chanaba, la recerca; pero cada vez que pensaba que tendría que salir y explicarlo delante de la clase, empezaba a morderme las uñas y los pellejos.”

 

 

Y más adelante:

 

“¿Y tu hermano?, le pregunté. Hace la vida que no le veo.

Ya somos dos, dijo el Pista.

Dio una calada al canuto y se tumbó en la hierba.

¿Cómo llevas lo del Manchón?

Me da palo leerlo delante de todos.

No seas canguelos, nen. A ver si me lo leo un día de estos, tiene que chanar.

Son casi diez páginas.

¿Diez? Buah, entonces no sé si lo leeré.

 

Aprovecho, en este punto, para explicar un increíble episodio que es totalmente cierto en relación con la cita de la novela en la que se habla del torneo de Coma-ruga. Sucedió justo en una cena organizada el año pasado por Josep Maldonado, como muestra de agradecimiento hacia las diferentes entidades y personas que colaboran en la organización del torneo.

En aquella cena, a la que tuve el honor de ser invitado, se encontraba también Roser, la viuda de Eduardo Manchón. Hacia el final, ella explicó a los asistentes el aprecio que Eduardo tenía hacia el torneo que cada año se organizaba en Coma-ruga para homenajearlo, y contó que incluso llegó a saltarse sesiones de quimioterapia para poder asistir. Nada más terminar su explicación le expliqué que esa anécdota es una de las que aparecen reflejadas en “La inmensa minoría”. Conseguí entonces recuperar el párrafo y lo leí:

Me lo contó el Chusmari el día de la huelga general.

Ha salío en las noticias y to, me dijo. Vaya mala suerte, primo, la ha diñao justo cuando le iban a hacer el homenaje en el Camp Nou, los sesenta años de su debut… Me ha contao el papa que ese partío salió de la banqueta en la segunda parte, contra el Valencia, y enchufó un chicharrito y ganaron por dos a uno. ¿Sabes lo que han dicho también? Que hace dos meses dejó de ir a una sesión de quicio por ir a ver el torneo de fútbol playa que lleva su nombre. El payo pasó de la quicio y se pallá, a Coma-Ruga, creo, ¿qué me dices? Ea, que el fútbol le daba más vida que la quimio, primo.

Yo solo había visto alguna foto de Eduardo Manchón en sus años de futbolista. Si me imagina las palabras del Chusmari, veía a un señor mayor, pelo blanco y muchas arrugas alrededor de los ojos y la boca; lo veía sentado en los asientos de plástico de la grada, los ojos cerrados y la cara ligeramente inclinada hacia los rayos del sol mientras abajo, en la arena, se oían los golpes secos de los pies descalzos al balón.

Esa jornada salimos al campo con brazaletes de cinta aislante negra. Antes del partido, guardamos un minuto de silencio. Nos abrazamos, el árbitro consultó su reloj, pitó y cerré los ojos. Solo se oyeron algunas toses y los chillidos de un niño al que alguien le tapó la boca de golpe. El minuto en silencio se hizo largo, hasta llegué a pensar que no se acabaría nunca; pero el árbitro volvió a pitar, abrí los ojos y vi al Pista yendo hacia el balón, ajustándose el brazalete de capitán.

¡Hoy ganamos por Manchón!, nos chilló a todos. ¡Vamoooosss!

 

 

También en el campo de la ficción es el siguiente fragmento, correspondiente al relato “Ell volia ser Cruyff”, escrito por Julià de Jòdar para uno de los materiales elaborados para la campaña de promoción de la lectura “Lletres al camp”:

No ens cansarem amb els davanters. Basora era dretà. César feia uns salts i remenava el cul encara millor que Kubala, que ja és dir. I a Kubala l’havia vist fer un gol de pissarrí quan el Barça el passejava pels camps de Catalunya, que fins i tot sortia en una versió de la raspa: “La raspa la inventó, Kubala con el balón…”, etcètera. Moreno no tenia tanta nomenada com els altres, i el xicot, encara que no fos bon jugador, era molt ambiciós, i volia ser com els grans encara que no ho fos. Manchón, que era esquerrà, feia cara de ser un bon jan, i no com l’Egea, que era extrem esquerre de l’Espanyol, i deien que si insultava els defenses contraris per “desestabilitzar-los”. A la família del xicot ja hi havia un heroi que feia d’extrem esquerre, i en deien el Limones, que feia unes internades per la banda i posava la pilota amb tanta precisió al cap del Flores, anomenat el Rata. Ell no es veia capaç ni d’arribar-li als tacs de les botes.

 

Otro tipo de referencias son las que encontramos en “Fútbol, una religión en busca de un Dios”, publicado el 2005. En esa obra, Manuel Vázquez Montalbán atribuye a Eduardo Manchón una cuota de responsabilidad en el hecho de que el creador de Carvalho fuera del Barça. Siendo así, el título “Eduardo Manchón y la literatura” le vendría como anillo al dedo:

“Imposible olvidar que empieza la celebración del Centenario del Barcelona F. C., institución de la que me declaro partidario por los mismos motivos que Joan Manuel Serrat. Los dos somos de barrio y nos hicimos del Barça porque en las tiendas del país de nuestra infancia aparecían carteles en los que Samitier regateaba a un jugador, cualquiera, del Espanyol. Los dos nos hicimos del Barça por obra y gracia de Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Y lo seguimos siendo porque el Barça era el ejército simbólico de una idea de catalanidad popular, laica, sin necesidad de peregrinar a otra montaña sagrada que no sea la grada del Camp de Les Corts o del Camp Nou”.

 

Y en el mismo libro hace una invitación al lector a comparar aquella mítica delantera de la que Manchón fue elemento destacado con la del equipo del año del Centenario:

“Qué importa un autoengaño más. Al fin y al cabo, Serrat canta del himno del Centenario y ahí está la delantera representativa, heredera de Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Recítenla de carrerilla: Figo, Giovanni, Anderson o Kluivert, Rivaldo y Zenden. No les invito a que reciten de carrerilla el resto del equipo para que no se echen a llorar, porque hay motivos más serios para las lágrimas: por ejemplo, la flexibilización del mercado de trabajo o que a Pinochet le haya salido un hijo con esa voz”.

 

 

Y una referencia más es la que encontramos cuando dice:

“Diez años después de que el franquismo pretendiera convertir el campo de Les Corts en un aparcamiento de tanques de ocupación, Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón desembarcaban en Dunkerque y abrían el segundo frente ansiado, respaldados por una retaguardia tan exquisita como disuasoria: Ramallets, Calvet, Biosca, Seguer, Gonzalvo III, Bosch, Aldecoa, Vila… El equipo de las Cinco Copas”.

 

Pero si existe un episodio en el que Eduardo Manchón tiene una influencia directa en el mundo de la literatura es su relación con Francisco Candel. Vecinos de barrio y compañeros de escuela, Paco Candel ha reconocido en multitud de ocasiones que si llegó a ver publicada su primera novela fue gracias a la intervención del futbolista, quien mantenía relación con Josep Janés (el padre de Clara, autora del poema del inicio de este artículo) poeta y editor y barcelonista declarado.

En una entrevista realizada por Xavier Caño y Eugenio Madueño, y publicada en el número 48 de la revista Grama en diciembre de 1972, podemos leer:

 

Entonces escribí una novela sobre los chicos que querían ser escritores. Así salió Hay una juventud que aguarda. La presenté también al Nadal, pero no lo ganó, no obstante conseguí dos votos, uno de Sebastián Juan Arbó y el otro de Ignacio Agustí. Juan Arbó me escribió una carta, que me decía que había descubierto en mi novela tal desespero, que si no ganaba dejaría de escribir, pero que no lo hiciera, porque tenía cualidades. Me dijo que fuera a ver al editor Janés, con aquella carta que él me había escrito. Yo fui a verlo y además le hablé de que tenía un gran amigo que se llamaba Eduardo Manchón, que era del Barcelona [Barça] que decía que lo conocía, porque sabía que al editor le gustaba mucho el fútbol.

 

En 1987, esa intervención continuaba estando bien presente en boca de Candel, como podemos leer en una entrevista concedida la revista Sant Andreu Expréss:

 

PACO CANDEL. MUCHO MÁS QUE «LA CELEBRIDAD DE LAS CASAS BARATAS DE CAN TUNIS»

– Me enorgullece que las entidades del barrio me nombren miembro honorífico, y que hablen de mí como “nuestro Candel”. El futbolista Manchón y yo somos hasta ahora las dos celebridades locales.

Precisamente fue su vecino Eduardo Manchón, legendario extremo izquierdo del F.C. Barcelona, la persona que le propició la publicación de su primera novela, algo que parecía inalcanzable para el joven escritor autodidacta y sin contactos. Tras un encuentro casual en el barrio, y el diálogo:

-Qué, Paco ¿Sigues dibujando?

-No, ahora escribo, he acabado una novela.

-¡Qué dices! ¿Cuándo la publicas?

-¡Huy! Eso…eso sabe Dios si lograré publicarla. No conozco a  nadie…

-Pues yo sí conozco a un editor. Se llama Janés y a veces baja a vernos al vestuario y nos regala libros. Le hablaré de ti.

Manchón cumplió su promesa y así entró Candel en el mundo editorial.

 

 

La novela es “Hay una juventud que aguarda”, publicada en 1956

Esa influencia fue incluso recordada en el acto de entrega de la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya a Francisco Candel, el 3 de septiembre de 2003. Pere Baltà, presidente de la Fundació Candel, dijo:

 

Candel es féu popular quan encara era latent «aquella postguerra en què -com diu Julio Baños, amic d’infància i historiador del barri- per sobreviure, calia fer de tot». I va fer de quasi tot, fins que el «descobrí» l’editor Josep Janés, a qui arribà amb una carta de Sebastià Joan Arbó i la influència de l’Eduard Manchón, mític jugador barcelonista fill de Can Tunis.

 

Dos años después, en el 2005, Juan Cruz realizaba una entrevista al escritor para el diario El País en la que también aparece el nombre de Eduardo Manchón:

 

¿Ahí nace ‘Hay una juventud que aguarda’?

No. Tardé. Escribía relatos y cuentos, y un día me atreví con una novela larga, que se llamó Brisa en El Cerro, porque ocurría en un sanatorio de ese nombre. A veces me parecía soberbia y a veces más bien mala. A veces la comparaba con otras que leía, y entonces me confortaba. Y como el mundo está lleno de casualidades, a mí me llevó definitivamente a la literatura el futbolista del Barça Eduardo Manchón.

… el de la canción de Serrat…

Exacto. Pues Manchón había ido a la escuela conmigo. Me lo encontré en el barrio. «Paco, ¿todavía pintas?». Y le conté: «No, ahora escribo». Y me dice: «Oye, yo conozco un editor. Si quieres, te recomiendo». Ese editor era José Janés, al que le gustaba mucho el fútbol y el Barça, y que tras los partidos bajaba al vestuario no sólo para saludar a los futbolistas, sino para regalarles libros. Entonces fui a la casa de Manchón, y me los mostró: «Fíjate qué libros, no me los leo ni en broma». Allí estaban las obras de Proust encuadernadas en piel. Así que me recomendó a Janés y fui a ver al editor con Hay una juventud que aguarda. Y un día el hermano de Manchón, que vivía en mi mismo edificio, toca y me dice: «Oye, que dice mi hermano que te editan la novela». «Hombre, chaval, detállamelo más«. «¿A mí qué me dices? Yo sólo te doy el recado de mi hermano«. Y me fui a verle, en el vestíbulo del cine Bohème, al lado del cine Arenas. «Pues sí, que te editan la novela, chaval. ¿No te lo crees?». «¡Me cago en la leche! Pero, vamos por palmos. ¿Es el Janés?». «El mismo». Lo busqué en el listín. «Que dice Manchón que usted se interesa por mi novela». Le había hablado de ella Sebastián Juan Arbó, que había sido jurado del Premio Nadal al que yo se la mandé, y Janés le había hecho caso a él y a Manchón, y ahí estaba diciéndome que yo tenía talento de escritor, capaz de mostrar el desaliento de los jóvenes que querían salir adelante. Yo tenía entonces 28 años.

 

Por último, más recientemente, el año 2014 en concreto, Manchón continuaba apareciendo a la hora de hablar de la obra literaria de Francisco Candel. Con motivo del 50 aniversario de la publicación de “Los otros catalanes”, una de las obras más importantes del escritor, se celebraron una jornadas en las que, entre otras conclusiones, se recoge el siguiente fragmento:

 

Tornaveu no pot obviar una altra conclusió que ha sorgit en els debats. En estudiar els camins per on Candel arribà a l’èxit, sorgeixen les associacions de cultura popular del seu barri (Ateneu Popular i Centre Parroquial) que, amb algun mestre exemplar, n’encarrilen la formació, amics com el futbolista del Barça Eduard Manchon o l’escriptor Tomàs Salvador, entre d’altres, i els arriscats editors Josep Janés i Max Cahner, i la xarxa d’associacions i dinamitzadors culturals (algun llibreter) que promouen les presentacions dels seus llibres com a accions de la resistència cultural.

 

Para completar este reconocimiento vale la pena recordar el fragmento que podemos leer en la página web que el Museu d’Història de Catalunya tiene dedicada al escritor:

 

L’escriptor

 El 1947, degut a un llarg procés de recuperació de la tuberculosi, Candel escriu els primers esbossos de la novel·la que li donarà l’èxit, Donde la ciudad cambia su nombre. Al cap d’uns anys, i per mediació del futbolista del Barça Eduardo Manchón, l’original d’aquest llibre arriba per fi a mans de l’editor Josep Janés, dels primers que van obrir espais de llibertat editora extramurs del franquisme.

Para acabar, una última referencia a Eduardo Manchón. Se trata de su obituario, un texto que tenía guardado porque además de la referencia al futbolista y su calidad literaria incorpora también una referencia al torneo de Coma-ruga y el episodio de la quimioterapia. Escrito por Enric Bañeres, quien fue jefe de deportes de La Vanguardia, el destino ha querido que falleciera el martes de esta semana, hace apenas cuatro días. 

 

«35 años del Brasil-Italia del Mundial 82» y Miguel Ángel Ortiz, el fútbol y la literatura

Portada Miguel Ángel Ortiz.jpg

Hace un par de días, el 11 de julio, se cumplieron 7 años del gol de Iniesta en la final del Mundial de Sudáfrica. Aquel campeonato, que supuso la primera Copa del Mundo para el equipo español, generó una gran cantidad de literatura futbolera.

Especialmente destacada es su presencia en la novela «La inmensa minoría«, de Miguel Ángel Ortiz Olivera, convirtiéndose en el telón de fondo ante el cual transcurre la narración. Esta combinación de fútbol y literatura no es nueva para Miguel Ángel, quien ya demostró sus posibilidades en «Fuera de juego«, su primera novela.

Su experiencia a la hora de convertir el fútbol en materia literaria  estaba muy en consonancia con uno de los objetivos de la sesión «35 años del Brasil-Italia del Mundial 82, y cómo el fútbol se transforma en literatura«. Por eso, y aunque no pudo estar presente, tuvimos el privilegio de conocer su opinión al respecto de la relación que existe entre fútbol y literatura ,gracias al video siguiente.

 

30 de abril: partido en «Fuera de juego», de Miguel Ángel Ortiz

 

Hoy es 30 de abril, y en el calendario de la literatura futbolera eso significa que hay un importante partido de la Liga Regional Juvenil entre el Alcázar CD y el Nela FC. El partido está programado para las 12 horas, en el Estadio Jesús María Pereda. Aunque estos últimos datos -hora y campo- son simbólicos y orientativos.

El verdadero encuentra se juega en las páginas de «Fuera de juego«, primera novela de Miguel Ángel Ortiz, y una auténtica joya a la que siguió otra más, «La inmensa minoría«.

fuera de juego

 

Aquí tenéis un par de imágenes facilitadas por el propio autor del campo al que se hace referencia en el libro. Fotografías que conservan toda la esencia de los campos de fútbol de hace dos o tres décadas.

 

Campo Pereda

Campo Medina de Pomar

 

Aquí tenéis la referencia al día 30 de abril:

 

Pedro entró en el bar riéndose, mientras Gorka bordeaba los coches aparcados en batería. Al pasar por donde estaban sentados Koldo y Fichy, se quitó uno de los auriculares. Su voz sonó por encima del rumor de guitarras eléctricas.

– Paquetes.

Volvió a ponerse el auricular.

– Subnormal -rumió Koldo.

Cuando Gorka dobló la esquina, le vieron pararse frente a la esquela, en la esquina de Mari Tere. Se recolocó el auricular, mientras la miraba. Después tiró de los pantalones y giró la esquina.

Koldo y Fichu se acercaron hasta la puerta del bar. En el cartel, de fondo, aparecía la silueta de un futbolista corriendo. Encima, en letras mayúsculas, negras y puntiagudas, ponía:

18º PARTIDO LIGA REGIONAL JUVENIL

ALCÁZAR CD vs NELA FC

12:00 HORAS DOMINGO 30 DE ABRIL

ESTADIO JESÚS MARÍA PEREDA

La puerta del bar se abrió de golpe.

– Tú -le dijo Pedro a Koldo-, para dentro.

El bar estaba tranquilo: en una de las mesas redondas, dos mujeres jugaban a las cartas. Un hombre, que empuñaba una cerveza, leía el periódico deportivo en la barra y, en la mesa más cercana a la tarima, un viejo leía la televisión.

– ¿Ahora?

– Hay que preparar bocatas -dijo Pedro encendiendo lo que quedaba de purito.

– No hay ni chus.

Una nube gris se escapó entre los dientes de Pedro.

– Ni chus ni chusa. Coge el balón y para dentro.

– Lo tiene Salva.

– ¿Salva?

– Se lo he dejado.

– Pues venga -dijo Pedro entrando al bar-, al tajo.

– Ya voy -dijo Koldo sujetando la puerta.

Fichu esperó a que Pedro no le oyera.

– ¿No vas a decirle lo del balón?

– Todavía no. ¿Qué vas a hacer?

– Llamaré a Salva.

– Dile lo del equipo. Y a tu novia.

– No es mi novia.

Koldo sonrió.

– Agur. Luego estamos.

 

Y, para acabar, otra imagen que es un auténtico tesoro y que también me facilita el autor. Se trata de la foto de un cartel anunciando un partido entre los mismos equipos que aparecen en el libro, con todo el sabor y la estética de unos tiempos sentimentalmente cercanos para mi, pero cronológicamente ya lejanos.

En este caso, la fecha que aparece es la del 5 de marzo, pero nos vamos a permitir la licencia de considerar que no es más que un error de imprenta, que la que debía aparecer es la del 30 de abril.

Cartel

 

Por cierto, un 30 de abril que coincide con el aniversario del autor. Así que muchas felicidades, Miguel Ángel 😀

Eduardo Manchón en la literatura

 

La playa de Coma-ruga acogerá esta tarde la 18 edición del torneo Eduardo Manchón, un acontecimiento lúdico-deportivo con el que se quiere homenajear a quien fue uno de los míticos integrantes de la histórica delantera del Barça de las Cinco Copas.

Organizado por un gran amigo del jugador, Josep Maldonado, y la Penya Barcelonista de Coma-ruga, se trata de una oportunidad de ver en acción a exjugadores jugando un partido en la playa, así como de acercarse a otros conocidos y populares personajes que aportan su granito de arena en la organización del torneo.

Tal y como podemos encontrar en la Wikipedia, Eduardo Manchón Molina (Barcelona, 24 de julio del 1930 – Barcelona, 29 de septiembre del 2010) fue un futbolista español de los años 50. Desarrolló la mayor parte de su carrera deportiva en el FC Barcelona, entre 1948 y 1957, como extremo izquierdo, formando parte de la legendaria delantera del «Barça de las Cinco Copas» de la temporada 1951-52 junto a Basora, César, Kubala, Vila y Moreno, que emocionó a los barcelonistas y que Joan Manuel Serrat popularizó con su famosa canción «Temps era temps«.

Manchón fue un extremo izquierdo de clase excepcional, pequeño (1,66 m de altura), con gran velocidad y muy buen regado, pero también un excelente rematador. Su velocidad hizo que lo denominaran con el apodo de La Bicicleta.

A Manchón lo ha recordado la música (el citado Serrat), e incluso la televisión, mediante la serie “Kubala, Moreno i Manchón” de TV3. Así que un día como hoy es ideal para aportar un granito de arena en su recuerdo. Y nada mejor para hacerlo que recordar algunas referencias literarias en las que es protagonista.

Aparte de todos las innumerables obras de historia en las que se hace referencia a la mítica delantera de las Cinco Copas, Manchón también ocupa alguna obra de ficción, como es el caso de “La inmensa minoría”, de Miguel Ángel Ortiz, novela en la que los orígenes de Manchón y su paso por el Iberia, el equipo del barrio, forman parte de la trama:

“Decía eso y nos contaba la historia del Manchón.

Nos decía que había tenido que dejar su tierra para poder comer. Con nuestra edad, el Barça ya se había fijado en él, “asín que vais tarde, canijos”, nos decía, “Menos quejarse de que a nuestro campo no vienen los ojeadores, que él salió de Casa Antúnez, que así le llamaban a Can Tunis, y, de allí, al Iberia. ¡Ea! Que pasó de clavar los tacos en la tierra del Iberia a clavarlos en la yerba del Camp Nou. Ahí es na”.

En otro momento de la novela descubrimos que Manchón también es el personaje central del trabajo de recerca del narrador:

“El Pista me llamó después de los exámenes, cuando ya estábamos metidos con el trabajo de recerca. Yo había elegido al Manchón como tema para el trabajo. Pensé que no me lo darían por válido, pero al tutor le gustó porque había sido una personalidad del barrio y me dio el visto bueno. Le hice muchas preguntas al padre del Chusmari y el Peludo me dejó buscar más información en su ordenador y pasarlo a limpio. Chanaba, la recerca; pero cada vez que pensaba que tendría que salir y explicarlo delante de la clase, empezaba a morderme las uñas y los pellejos.”

Otro tipo de referencias son las que encontramos en “Fútbol, una religión en busca de un Dios”, publicado el 2005, una obra en la que Manuel Vázquez Montalbán atribuye a Eduardo Manchón una cuota de responsabilidad en el hecho de que el creador de Carvalho fuera del Barça:

“Imposible olvidar que empieza la celebración del Centenario del Barcelona F. C., institución de la que me declaro partidario por los mismos motivos que Joan Manuel Serrat. Los dos somos de barrio y nos hicimos del Barça porque en las tiendas del país de nuestra infancia aparecían carteles en los que Samitier regateaba a un jugador, cualquiera, del Espanyol. Los dos nos hicimos del Barça por obra y gracia de Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Y lo seguimos siendo porque el Barça era el ejército simbólico de una idea de catalanidad popular, laica, sin necesidad de peregrinar a otra montaña sagrada que no sea la grada del Camp de Les Corts o del Camp Nou”.

Y en el mismo libro hace una invitación al lector a comparar aquella mítica delantera de la que Manchón fue elemento destacado con la del equipo del año del Centenario:

“Qué importa un autoengaño más. Al fin y al cabo, Serrat canta del himno del Centenario y ahí está la delantera representativa, heredera de Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Recítenla de carrerilla: Figo, Giovanni, Anderson o Kluivert, Rivaldo y Zenden. No les invito a que reciten de carrerilla el resto del equipo para que no se echen a llorar, porque hay motivos más serios para las lágrimas: por ejemplo, la flexibilización del mercado de trabajo o que a Pinochet le haya salido un hijo con esa voz”.

Y una referencia más es la que encontramos cuando dice:

“Diez años después de que el franquismo pretendiera convertir el campo de Les Corts en un aparcamiento de tanques de ocupación, Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón desembarcaban en Dunkerque y abrían el segundo frente ansiado, respaldados por una retaguardia tan exquisita como disuasoria: Ramallets, Calvet, Biosca, Seguer, Gonzalvo III, Bosch, Aldecoa, Vila… El equipo de las Cinco Copas”.

 

«La sala d’estar és un camp de futbol», Josep Maria Fonalleras. Ara Llibres

 

 

Javier Marías, gran aficionado al fútbol y autor de “Salvajes y sentimentales”, una obra imprescindible para los amantes de la literatura futbolera, decía que “el fútbol es la recuperación semanal de la infancia”. Y una magnífica y emotiva recuperación de la infancia con retazos de fútbol como telón de fondo es lo que encontramos en “La sala d’estar és un camp de futbol”, de Josep Maria Fonalleras, publicada por Ara Llibres.

Últimamente pienso a menudo en mi infancia, e intento recuperar recuerdos de aquella época ya lejana que con el paso del tiempo va dejando en mi memoria un poso de paisaje casi idílico. Una infancia en la que como en tantos y tantos otros niños el fútbol en la calle, en el patio del colegio, con porterías improvisadas, en cualquier rincón y bajo cualquier excusa lo acababa invadiendo todo.

La manera més pràctica de saber si ha estat gol és comprovar-ho amb l’empremta que la pilota deixa a la paret. Ha d’haver plogut, és clar, i el terra encara ha d’estar moll, perquè, si no, al pati dels Maristes sempre hi ha discussions.

Los partidos interminables hasta que la noche caía y casi ya no se veía la pelota, las carreras detrás de una pelota con un bocadillo en la mano, los rasponazos en las rodillas, los marcadores infinitos, las colecciones de cromos y la admiración por los jugadores que veíamos tan inalcanzables, los encuentros improvisados en un pasillo…

 Imagen de www.eltravesser.cat

Una recuperación de ese fútbol de la infancia encontré en “Fuera de juego” y “La inmensa minoría”, dos magníficas obras de Miguel Ángel Ortiz y con las que tanto me identifiqué. Y algo muy parecido me ha ocurrido con el libro de Fonalleras, lleno de elementos, salvando las distancias, tan cercanos a mi niñez: los míticos madelman, el clásico Scaléxtric, el salvador Vicks Vaporub, las liturgias habituales en las familias de hace cuarenta años, el miedo al corte de digestión, las relaciones vecinales, y otros muchos elementos fácilmente reconocibles para quienes conocimos aquellos tiempos.

«En el joc, els jugadors que s’estan quiets, la gespa és  de color verd plàstic, molt lluent. El porter es pot moure amb una guia que el fa anar a dreta i esquerra, i els futbolistes, cadascú al seu lloc, tenen una molla als peus que els permet anar enrere per agafar impuls. És així com es fan les centrades i els xuts.

Como dice Vicenç Pagès Jordà en la reseña sobre el libro publicada en El Periódico de Catalunya y que podéis leer aquí, “Josep Maria Fonalleras no se limita a enumerar los recuerdos, pero tampoco aspira a agotarlos: con cuatro pinceladas le basta para dar fe de un tiempo y de un país.”

Y, claro está, el fútbol. “La sala d’estar és un camp de futbol” no es una novela “futbolera”, aunque, como no podía ser de otra manera, el fútbol va apareciendo de manera fragmentaria e intermitente. Pese a ello, su presencia se intuye en todo momento como parte del paisaje de la infancia del autor.

Pocos niños de aquella época deben haber sido ajenos al fútbol. De hecho, Fonalleras ha continuado cultivando esa afición, y podemos disfrutar con su serie de libros infantiles “Contes blaugrana”, una colección de seis libros publicados el año 2005 por la Fundació del Fútbol Club Barcelona y la Editorial Cruïlla, con motivo del Any del Llibre i la Lectura.

portades contes blaugrana

En el episodio del programa Vía Llibre que podéis ver a continuación aparece una entrevista con Josep Maria Fonalleras. En la introducción, se habla de que lo que hace con este libro es actuar como un entomólogo, clasificando y pasando a analizar pequeñas impresiones de su infancia. Las correspondientes al fútbol nos lo muestran prácticamente en todas sus variedades, lo que demuestra el peso que debió tener en su infancia: los partidos con botones, las improvisadas pelotas de papel prensado, los partidos en el patio del colegio, el futbolín, las pruebas para entrar en un equipo…

http://www.ccma.cat/video/embed/5515169

Una obra construida con recuerdos de infancia del autor sobre los que, tal y como él mismo define, actúa como un entomólogo, como si los observara a través de un microscopio. Un libro, en todo caso, con el que Josep Maria Fonalleras consigue completamente su objetivo de ofrecer un “canto vital” mediante la descripción de esos recuerdos de infancia.

En mi caso, ha sido un emotivo y revitalizante viaje hasta aquellos tiempos.

Imagen de www.ara.cat

Un último apunte «Austeriano»

Leo en el libro un episodio en el que se describe un concurso de aquellos tiempos que daban por la televisión los sábados por la mañana. La mecánica del juego consistía, más o menos, en que un grupo de cinco jóvenes, como si fuera un equipo de básquet, debía responder las preguntas que se le hacían.

Supongo que se refiere a “Cesta y puntos”, que estuvo en antena entre 1965 y 1971. Personalmente, cuando leí la referencia en el libro, creí que estaba siendo víctima de una de esas casualidades que tanto gustan a Paul Auster (y a mí, añado). Dejo aquí constancia de ello porque no puedo decir más, aunque espero y deseo poder un día explicar a qué me refiero. Cruzo los dedos.

Y libros sobre fútbol para adultos en el Día del Libro y de Sant Jordi

sant jordi adultos

Y tras la lista de libros sobre fútbol para el público infantil, una propuesta de lecturas dirigidas al público adulto y en las que el fútbol tiene un papel destacado. Se trata de una lista que complementa la que publiqué en este artículo, razón la cual no he repetido ninguno de los libros allí mencionados.

Sin duda, una alineación con ausencias, integrada por libros recientes y otros más antiguos, por ensayos y obras de ficción. Una propuesta que tiene como única finalidad la de orientar a quien esté dispuesto a descubrir la apasionante relación entre fútbol y literatura.

Como siempre, no están todos los que son pero sí son todos los que están.

 

Mercado de invierno”, Philip Kerr. RBA

SINOPSIS

«En el fútbol no se puede jugar bajo los focos sin que haya sombras». Scott Manson es el segundo entrenador del London City, un equipo de la liga inglesa. Carismático y amado por sus jugadores tanto como por la prensa y la directiva, conoce todos los entresijos del juego, dentro y fuera del campo. Como si no bastara con la alta competición, el director técnico del equipo aparece asesinado en el estadio del London City. Un crimen que parece conectado con mareantes cifras de dinero, la exigencia deportiva y las miserias humanas. Scott Manson deberá encargarse de descubrir al asesino.


 

 

La inmensa minoría”, Miguel Ángel Ortiz.

Literatura Random House

SINOPSIS

Barcelona, a las puertas del Mundial de Sudáfrica. Pista, Retaco, Peludo y Chusmari viven en la Zona Franca. Tienen entre quince y dieciséis años, estudian 4.º de la ESO y resuelven sus preguntas existenciales con porros, mucha música, novias, algo de sexo, bastantes cervezas y el fútbol como metáfora, aprendizaje, combate y sueño. Viven en ese entorno físico, urbano y social de la periferia barcelonesa cuyo horizonte no es otro que el de las expectativas defraudadas. Y tratan de meterle un gol a la realidad. Sus padres y madres sobreviven como pueden: friegan casas, conducen autobuses, trabajan en una peluquería o venden ropa en los mercadillos. Son esas gentes, esa inmensa minoría, que salen poco en los periódicos y para los que la crisis es un llover sobre mojado.

 


 

 

 

El fútbol a sol y sombra”, Eduardo Galeano

SINOPSIS

Este libro rinde homenaje al fútbol, música del cuerpo, fiesta de los ojos, y también denuncia las estructuras de poder de uno de los negocios mas lucrativos del mundo. «La tecnocracia del deporte profesional -escribe el autor-ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al publico de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad».


 

 

Herr Pep”, Martí Perarnau. Córner

SINOPSIS

“Herr Pep” es la crónica desde dentro del primer año de Pep Guardiola como entrenador del Bayern de Múnich.

Guardiola autorizó a Martí Perarnau a observar cuanto ocurrió en el interior del equipo alemán en la temporada 2013-2014 y el libro explica en detalle todas las vivencias de un curso saldado con cuatro títulos: Liga, Copa, Mundial de Clubes y Supercopa de Europa.

 


 

 

Saber perder”, David Trueba. Anagrama

SINOPSIS

Sylvia cumple dieciséis años el día en que comienza esta novela. Para celebrarlo organiza una falsa fiesta que sólo tiene un invitado. Horas después sufrirá un accidente que significará su entrada en la vida adulta. Su padre, Lorenzo, es un hombre separado que trata de superar el abandono de su mujer y el fracaso laboral. Ariel Burano es un joven jugador de fútbol que deja Buenos Aires para fichar por un equipo español. Con su superdotada pierna izquierda, será cuestión de tiempo que el estadio coree su nombre. Y tiempo es lo que no tiene el anciano Leandro, que vive en esa época donde casi todo se derrumba. Éstos son los cuatro personajes principales de Saber perder. Con las relaciones entre ellos se trenza un relato de supervivientes, de poderosa pegada narrativa y rico en matices.

 

 


 

 

Defensa cerrada”, Petros Markaris. Tusquets

 

SINOPSIS

Corrupción política, fútbol, blanqueo de dinero y el asesinato de un empresario. Estos son los elementos de este caso al que se enfrentará el comisario Jaritos en Atenas.


Fútbol”, Osvaldo Soriano. Booket

SINOPSIS

El fútbol y las pasiones que despierta son el hilo conductor de estos relatos. El plato fuerte lo forman las memorias del Míster Peregrino Fernández, un entrenador carismático, que se considera el creador del fútbol espectáculo. Otros relatos, como el dedicado a Diego Armando Maradona marcando con ayuda de «la mano de Dios» el gol contra Inglaterra que supuso la revancha de la guerra de las Malvinas; o los dedicados al inexistente Mundial de 1942, donde el árbitro, hijo de Butch Cassidy, anulaba goles a balazos, completan esta brillante recopilación.

 


 

 

 

Dios es redondo”, Juan Villoro. Anagrama

SINOPSIS

Sergi Pàmies ha descrito a Juan Villoro como «un crack de la literatura futbolística mundial». Dios es redondo ofrece una vibrante crónica de la religión laica que llena los estadios. La divertida y a menudo épica aproximación de Villoro puede cautivar al forofo deseoso de compartir datos reveladores en una tertulia, pero también al curioso –y aun al enemigo del fútbol– interesado en conocer las causas que llevan a proferir alaridos en nombre de un equipo. Enviado especial a los mundiales de Italia 90 y Francia 98, Villoro domina el arte de escribir al borde de la cancha, pero también el tono reflexivo. Así, Dios es redondo rinde tributo al más colorido de los divos del pie privilegiado, Diego Armando Maradona, registra las glorias y los excesos de la liga española, ofrece indelebles estampas del último Mundial del siglo XX y brinda un notable ejemplo del arte de la conversación con Jorge Valdano. El pulso del novelista entronca en estas páginas con el ritmo tenso del cronista, dispuesto a atrapar la vida secreta de los goles, las razones que eternizan lo que ocurre en un instante.

 


 

 

La vida que pensamos. Cuentos de fútbol

Eduardo Sacheri. Alfaguara

SINOPSIS

“Me gusta contar historias de personas comunes y corrientes. Personas como yo mismo. Personas como las que han poblado siempre mi vida. Ni siquiera sé por qué son ésas las historias que me nace contar. Tal vez, porque me seduce y me emociona lo que hay de excepcional y de sublime en nuestras existencias ordinarias y anónimas. En esas vidas habita con frecuencia el fútbol. Porque lo jugamos desde chicos. Porque amamos a un club y a su camiseta. Porque es una de esas experiencias básicas en las que se funda nuestra niñez y, por lo tanto, lo que somos y seremos».

 


 

 

 

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Fútbol, la novela gráfica”. Santiago García. Astiberri

SINOPSIS

La niña que quiso ser futbolista y acabó triunfando en las máximas categorías profesionales masculinas, los dos amantes que compartían vestuario y terminaron convertidos en máximos rivales sobre la cancha, el misterioso equipo de un pueblo de la sierra que llegó de las estrellas, el chocante episodio del artista contemporáneo que se hizo cargo de un club de Primera División, la verdadera historia del equipo de una localidad de la Costa del Sol dominado por un magnate corrupto… Éstas y otras son las historias que se entrelazan en Fútbol. La novela gráfica, que se plantea como unas Mil y una noches del balompié.

Tal y como el Mundial de Brasil nos recuerda, el fútbol es el deporte más universal, seguido con anhelo y pasión en los cinco continentes. A lo largo de su historia como espectáculo y como religión laica ha dado lugar a historias extraordinarias. Albert Camus dijo que todo lo que sabía sobre los hombres se lo debía al fútbol, y es cierto que el deporte colectivo revela lo más íntimo de nuestro ser. En esta novela gráfica, las historias reales se entretejen con las inventadas, y unas y otras exploran las más diversas y distantes regiones del alma humana.

 

 


 

 

«El milagro de Castel di Sangro”, Joe McGinniss.

Editorial Contra

SINOPSIS

Durante el Mundial de fútbol de 1994 celebrado en EE. UU., en Joe McGinniss, contraviniendo la histórica desidia norteamericana hacia el fútbol, nació una pasión que cambiaría su vida. Descubrió las emociones exacerbadas que mueve este deporte, descubrió el calcio italiano y sucumbió ante la clase y el estilo de Roberto Baggio, que brilló y fracasó en aquel Mundial a partes iguales.
Poco después, siendo ya un converso al balompié en toda regla, supo de la gesta de un pequeño equipo de una población de apenas cinco mil habitantes perdida en medio de los agrestes Abruzos italianos. El Castel di Sangro Calcio hizo realidad una proeza inaudita: pasó en pocos años de las profundidades de la liga amateur —Campionato Promozione, Terza Categoria— a la Serie B de la liga profesional (el equivalente a la Segunda División española). El coraje, talento y arrojo de un equipo de jóvenes liderados por el aguerrido y brutal Osvaldo Jaconi logró un hito que pasaría a los anales de la historia del fútbol.

«La inmensa minoría», de Miguel Ángel Ortiz. Literatura Random House

 

 

 “El bloque de pisos donde vivíamos era como una colmena de hormigón. Un panal de ladrillos rojos y cemento donde se apelotonaban las abejas trabajadoras del reino. Yo vivía en el portal ciento doce y el Pista en el ciento catorce. Las ventanas de la fachada eran afiladas y estrechas, todas iguales. La de mi habitación daba a la carretera que salía del barrio, rodeaba el cementerio de Montjuich, se retorcía hasta el puerto y se alejaba de la ciudad en dirección a Tarragona. La ventana de la habitación del Pista daba al otro lado, al sombrío patio trasero, un lugar donde, entre ortigas y cartones, una camada de gatos callejeros esperaba los platos de sobras que les bajaban las viejas».

 

Se suele decir de la lectura que permite vivir vidas que de otra forma jamás viviríamos. Es una afirmación bien cierta. Pero también lo es que leer también te permite revivir la vida que viviste, tu propia vida, y hacer sacar a flote aspectos de tu pasado que hacía mucho tiempo habían quedado sepultados por el paso y el peso del tiempo.

Más o menos eso es lo que me ha sucedido con los dos libros de Miguel Ángel Ortiz, “Fuera de juego” y “La inmensa minoría”, dos novelas que acabo de incorporar a mi patrimonio personal de lecturas porque me han llevado por territorios cercanos a lo que Vázquez Montalbán, por boca de Carvalho, denominaba “paisaje de la infancia”.

Si en “Fuera de juego” los protagonistas comenzaban a flirtear con el acercamiento a la adolescencia, en “La inmensa minoría” los personajes principales están ya en ese terreno ambiguo en el que adolescencia, juventud y edad adulta se mezclan en función de los momentos que toca vivir. Todavía niños para algunas cosas, pero mayores ya para otras. Un territorio difícil de describir en el que uno empieza ya a intuir que hay que empezar a tomar decisiones y que la vida es un fenómeno ante el cual, antes o después, hay que enfrentarse.

Quizá sea esa la razón que de “La inmensa minoría” me haya impactado más. Porque los conflictos de la adolescencia, esa etapa en la que el abismo de la edad adulta comienza a intuirse dejen recuerdos más perdurables en cuanto a la claridad de las imágenes. Mis recuerdos de infancia son nebulosos, difusos. Los de la adolescencia ya dejan algunas cicatrices.

Pero me resultan muy cercanos los de esos jóvenes como el Pista, el Chusmari, el Peludo y el Retaco, con las esperanzas, expectativas y frustraciones de quien se ha criado en un barrio del extrarradio, de esos que quedan en los márgenes de todo y que se acaban convirtiendo en una especie de microcosmos particular en el que el futuro es grisáceo, en el mejor de los casos, y negro como la noche, en la mayoría de ellos.

 

Fotografía de www.elperiodico.com

 

Miguel Ángel Ortiz consigue condensar en una novela el latido de la vida de los cuatro protagonistas, de su día a día y los ejes principales en torno a los que giran las vidas de los chicos de barrio: el instituto, las relaciones, la amistad, las dificultades e incertidumbres para salir adelante… Y todo ello condimentado con mucha música, conflictivos entornos familiares y sociales, los primeros desengaños amorosos, los porros compartidos… y el fútbol, metáfora de la salida del túnel de la miseria.

SINOPSIS

En la contraportada del libro leemos:

Barcelona, a las puertas del Mundial de Sudáfrica. Pista, Retaco, Peludo y Chusmari viven en la Zona Franca. Tienen entre quince y dieciséis años, estudian 4º. de la ESO y resuelven sus preguntas existenciales con porros, mucha música, novias, algo de sexo, bastantes cervezas y el fútbol como metáfora, aprendizaje, combate y sueño. Viven en ese entorno físico, urbano y social de la periferia barcelonesa cuyo horizonte no es otro que el de las expectativas defraudadas. Y tratan de meterle un gol a la realidad. Sus padres y madres sobreviven como pueden: friegan casas, conducen autobuses, trabajan en una peluquería o venden ropa en los mercadillos. Son esas gentes, esa inmensa minoría, que salen poco en los periódicos ypara los que la crisis es un llover sobre mojado. Luego los adolescentes crecen, es decir, unos aprenden a ser peores y otros tratan de que las desgracias no les aplasten.

La inmensa minoría viene a sumarse a esa magistral estirpe de extraordinarias novelas en las que Barcelona es paisaje, tiempo, luz, sombra, color y espacio: Los atracadores, de Tomás Salvador, Han matado a un hombre, han roto un paisaje de Francisco Candel, La plaça del Diamant de Mercè Rodoreda, Las afueras de Luis Goytisolo, Si te dicen que caí de Juan Marsé o El día del Watusi de Francisco Casavella.

 

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Y ahora, antes de continuar, una advertencia, y es que diría tantas cosas de “La inmensa minoría” que me siento incapaz de hacer una reseña de interés literario. De hecho, si lo que queréis es leer auténticos comentarios interesantes os recomiendo que vayáis al final de este artículo, en el que he dejado una relación de enlaces que hablan sobre la novela.

A partir de ahora, si continuáis leyendo, será bajo vuestra responsabilidad 😀

 Miguel Ángel Ortiz: «Me gusta la idea de madurar al mismo ritmo que mis personajes»

La novela se divide en cuatro partes de títulos muy ilustrativos: “Las aceras del barrio”, “El verano del Mundial”, “Un domingo de gloria”, y “La playa de Somorrostro”. Sus 430 páginas retratan a la perfección lo que significa haber nacido y vivido en uno de esos barrios que parecen al margen de todo, que no salen en los folletos turísticos ni forman parte de rutas a promocionar, pero en los que, en cambio, la vida, la lucha, el esfuerzo y la conciencia están bien presentes.

 

El contexto social

«El paisaje, hasta la Diagonal, era todo casas con jardines, edificios acristalados en los que se reflejaba el cielo, avenidas anchas y aceras limpias por las que la gente paseaba despreocupada a sus perros. Hasta en los quioscos, que abrían cuando bajábamos, las páginas de los periódicos parecían más blancas.»

La historia se sitúa en torno al año 2010, un año paradójico en tanto que la crisis ya golpeaba con fuerza y hacía estragos en los barrios más humildes, mientras que la selección española ganaba el Mundial de Sudáfrica con el gol de Iniesta. En ese contexto temporal, en “La inmensa minoría” asistimos a la descripción de momentos futbolísticos como el citado que se alternan con el de la cruel realidad vivida por muchas familias. Y en ese desarrollo temporal encontramos también espacio para los movimientos de los indignados del 15M e incluso tiene cabida la llegada de desahucios y desalojos de familias del barrio.

Es un contexto sociológico en el que no encontraremos abogados, médicos o empresarios, sino ocupaciones como conductores de camión de basura, peluqueras o servicio doméstico. En el que se intenta ocupar el verano en deprimentes trabajos para conseguir algún dinero, y en el que, pese a todo, se mantiene un sólido sentimiento de pertenencia al barrio.

El barrio

“Yo no hubiera querido nacer en ningún otro barrio de Barcelona. No hubiera lucido otros colores que los del Iberia. No hubiera defendido otro escudo. Me gustaba vivir allí con lo bueno y con lo malo. En mi barrio, la gente era de verdad. Con sus defectos, pero de verdad. Como decía el Pista: el que entra en Zona Franca, nunca sale como ha entrado”.

 
zona franca

La novela se sitúa en el barrio de la Zona Franca, entre el puerto y la montaña de Montjuich, entre los fastos de las intervenciones olímpicas y la miseria de las casas baratas y los aledaños portuarios. Como tantos otros barrios, se trata de espacios en el que la vida lucha un día tras otro para salir adelante, y en el que aun cuando las dificultades son continuas acaban forjando una indestructible identidad. Es justamente la idea que transmite el Pista en la cita que encabeza este párrafo. Y la novela retrata a la perfección esa realidad. Una realidad de personajes que “son perdedores y lo saben, aunque están vivos y son fuertes”, en palabras del propio autor.

Un orbe sociológico muy lejano al de otras zonas de la misma ciudad de Barcelona a las que los protagonistas hacen de tanto en tanto algún “viaje” (Tibidabo, Parque Güell, Pedralbes) y a los que de manera simbólica hay que “subir” para ir, y desde donde se mira desde arriba a los que están por allí abajo.

plaça del nou

No es casual, por eso, que la novela se sitúe en el mismo espacio que otras grandes novelas de autores como Marsé, Rodoreda o Candel, de quien (seguro que no es gratuito) encontramos incluso una referencia entre sus páginas:

“De esa te acuerdas, ¿eh, Tino? Y de la Campas, recién fallecida, y los del bar Iberia, los que estaban antes que yo, y más fantasmas que se me olvidan, muchos más, como la Paula, que se fue del barrio, y el pobre Candel que dio a conocer nuestro barrio, este barrio lleno de gaviotas y de palomas del que todo el mundo se olvida…”

Por eso me parece muy acertada la observación de Santos Sanz Villanueva en la completísima reseña que sobre la novela hace en Cuadernos Hispanoamericanos cuando dice que “en el futuro, cuando un historiador quiera utilizar la literatura para reconstruir los modos de vida y las mentalidades de una época más allá de las frías estadísticas o estudios sociológicos tendrá en este libro un material inapreciable.

El fútbol

“Siempre he jugado al fútbol y, por suerte, casi siempre de titular. No soy ningún crack, pero creo que aprovecho bien mis cualidades. Soy jugador de equipo. Peleo cada balón, corro hasta que ya no doy más de mí. Pero en el fútbol también hay otros casos diferentes al mío. Están los del banquillo. Y los que se quedan en las pruebas de pretemporada. O los que ni van por miedo a que no les escojan. O los que van aunque saben que no les cogerán. Así es la vida, ¿no?»


Imagen de www.webookandplay.com

El fútbol es un constante telón de fondo a lo largo de toda la novela. Como en tantos y tantos adolescentes precisamente de este tipo de barrios, el fútbol forma parte central de la vida de ellos, convirtiéndose en una de las pocas alternativas para escapar a la dificultad de los días. Quienes hemos conocido el fútbol regional sabemos bien que el campo, los entrenamientos, los partidos forman parte de la agenda vital de estos lugares, y en ellos se proyectan las ilusiones de miles y miles de jóvenes que sueñan con la esperanza de escapar a las penalidades gracias al fútbol.

En la novela encontramos una magnífica descripción de lo que es el fútbol en estas categorías, y de la importancia que tiene como elemento central en las vidas de los protagonistas. Es interesante también que el equipo del barrio sea el Iberia, un club que conozco por haberme enfrentado a ellos en más de una ocasión, porque representa el ejemplo de lo que pueden significar los éxitos. En el caso del libro, que el equipo consiga ascender de categoría supondrá que se les instale hierba artificial, y dejar atrás el campo de tierra en el que continúan jugando.

Eduardo Manchón. Imagen de www.blaugranas.com

En este sentido, uno de las partes del libro se llama “Un domingo de gloria”, un mensaje bien claro del papel que el fútbol juega en la vida de los protagonistas, en tanto que, seguramente, será una de las pocas actividades que les ofrecerá la posibilidad de vivir un día de gloria en sus vidas.

La presencia del fútbol en la novela se manifiesta en dos niveles más. Por un lado, el utópico, el lejano, el de las grandes estrellas que juegan un Mundial y al que todos querrían acceder. Es el fútbol que todo lo paraliza y que lleva un poco de consuelo y evasión entre tantas penalidades diarias. Y por otro lado el fútbol como salida, como ilusión, representado en la figura de Eduardo Manchón, un histórico del Barça que salió, justamente, del barrio de nuestros protagonistas. Manchón se muestra así como una frágil pero posible esperanza de llegar hasta lo más alto aunque tu punto de partida sea lo más bajo.

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Para acabar, no puedo más que recomendar su lectura. Una gran novela que, como decía al principio, se incorpora a mi patrimonio vital y emocional de lecturas y a la que de vez en cuando volveré para conservar el paisaje de mi infancia. Y un libro imprescindible para quienes quieran leer un libro en el que el fútbol es tratado desde otra perspectiva, y en el que Barcelona es retratada desde una realidad diferente a la habitual pero que también existe: la de «La inmensa minoría«.

MÁS INFORMACIÓN

Encontraréis más artículos y reseñas sobre la novela en los siguientes enlaces:

– Crítica de la novela en el suplemento Babelia del diario El País:

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/08/babelia/1412780859_901429.html

– Un completo artículo en Cuadernos Hispanoamericanos:

http://issuu.com/publicacionesaecid/docs/ch_776_dig_b_febrero_2015/112

– Una entrevista con el autor en el siguiente enlace:

http://www.abc.es/cultura/cultural/20141230/abci-miguel-angel-ortiz-201412261359.html

– Artículo sobre el libro en el blog Solo Libros:

http://www.solodelibros.es/23/10/2014/la-inmensa-minoria-miguel-angel-ortiz/

 

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«Fuera de juego», de Miguel Ángel Ortíz Olivera. Editorial Caballo de Troya

 

 

Acabo “Fuera de juego”, escrito por Miguel Ángel Ortiz y editado por Caballo de Troya con la sensación de haber realizado un viaje en el tiempo hacia un lugar, el de la infancia, que me queda ya lejos, pero que sin embargo he revivido con intensidad durante las horas invertidas en devorar el libro.

En la sinopsis («Aviso de lectura«, para ser más exactos) que acompaña al libro podemos leer:

De tanto repetir el tópico sobre el paraíso perdido de la infancia, seguramente todos nos lo hemos creído. Lo curioso es que apenas recordamos los conflictos, daños, amarguras, tristezas y pequeñas tragedias que también formaban parte de aquel paraíso. Porque la infancia es un estado de crecimiento y crecer nunca es sencillo: duele. Por eso esta novela duele. El dolorido sentir.

Historia de unos cuantos niños no tan niños y unas cuantas niñas no tan niñas que se están asomando a la adolescencia, a ese momento en que la inocencia comienza a diluirse en medio de una agitación continua de sombras, sospechas y temores. Ese momento en el que los padres muestran sus primeras grietas, la familia es cobijo pero es también molestia y los cuerpos propios y ajenos deletrean sus propias leyes y deseos. Jugar al fútbol como aprendizaje de la derrota. La vida que sale al encuentro, es decir, el miedo al fracaso, a no marcar ese gol que te salva de la mediocridad que te rodea, asusta y ahoga. La lentitud del crecer.

Una novela que podía haber sido una novela cursi y bonita para que los lectores y las lectoras proyectaran sobre ella sus propias inocencias perdidas. Podía haber sido pero no lo es. Porque ni hay ni hubo paraísos perdidos, ni las buenas novelas están escritas para la nostalgia o el consuelo.

 

Imagen de www.rafaelcondill.blogspot.com

Todos los comentarios y críticas a “Fuera de juego” que he podido leer remiten a una idea principal. Se trata de una obra en la que la infancia se presenta como espacio de tránsito, como abandono de una etapa de candidez e inocencia (la niñez) para aterrizar en las cercanías del complejo e ingrato mundo de los adultos. Y todo ello, a través de lo que los cuatro protagonistas (Koldo, Fichu, Salva y Noelia) viven durante un puente del mes de mayo en su barrio.

Koldo solía llamarle a las dos y cuarto pasadas, así tenían media hora larga para jugar en el patio. Antes de entrar a clase por la tarde, solían jugar un partido de fútbol con los chavales del comedor, a no ser que llegase una fiebre al pueblo como la de los cromos, las trompas o las chapas. A finales de abril se habían vuelto a poner de moda las canicas, pero ellos aún no las habían sacado de casa.

 

Imagen de www.tiemposdefuga.wordpress.com

El barrio. En alguno de los comentarios he leído que se trata de un libro muy en sintonía con la película “Barrio” de Fernando León de Aranoa. Le doy toda la razón, puesto que ese es justamente el escenario en el que se desenvuelve la trama. Un espacio de clases humildes que sobreviven con dificultad y en el que la comunidad aún conservaba la importancia que hoy día ha desaparecido.

Y un periodo temporal en el que todavía hablábamos en pesetas, los bares eran los centros de reunión social, la calle el espacio de juegos, y donde cromos, chapas, canicas y, sobre todo, el fútbol, formaban parte del día a día.

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Imagen de www.futbolfactory.es

Koldo, Fichu, Salva y Noelia se enfrentan a los conflictos con los adultos y su extraño y ajeno mundo, así como la realidad de la entrada en la adolescencia y el despertar de la atracción sexual. Niños que están a punto de dejar de serlo. Y todo, con la presencia constante del fútbol.

Las uñas mordidas de Koldo lo rascaban con suavidad. Entre los dedos, el cuero del balón brillaba como porcelana. En uno de los hexágonos, en letras puntiagudas del alfabeto griego, se leía el nombre del balón: Etrusco; y debajo del nombre, lo que le definía: Único. Las cabezas de los tres leones, perfiladas en fondo negro y unidas por una única melena, le daban un aire de batalla épica.

 

Imagen de www.es.wikipedia.org

Fútbol en la calle y en la escuela, cuando una portería se montaba con cualquier cosa, la pelota era el centro del mundo, los cromos de futbolistas eran como tesoros y las camisetas y las paredes de las habitaciones servían para recordar que había unos ídolos a los que imitar y seguir.

Imagen de www.pipagozalves.blogspot.com

Fútbol en el bar, en el mundo de los adultos, donde los parroquianos se reúnen para seguir las andanzas de sus equipos. Fútbol que empieza a ir en serio cuando los jóvenes son capaces de intergrarse en un equipo y sueñan con encontrar una salida profesional y abandonar la vida de penurias que les espera si no consiguen huir del barrio.

Y fútbol en forma de mitos y leyendas a los que todo niño le gustaría imitar: desde Julio Salinas, que veranea en el pueblo pasando por los jugadores del Real Madrid de la temporada 94-95, a los del Athletic y, por encima de todos, Chus Pereda, el futbolista más importante del pueblo y todo un mito.

Imagen de www.mundodeportivo.com

Un libro que me ha llevado a revivir numerosos momentos de mi infancia (agradables y dolorosos), como el miedo a que un zambombazo en la cristalera de un bar nos llevara a perder la pelota, las horas infinitas haciendo eliminatorias en las que podían llegar a participar más de diez jugadores y que se hacían eternas si quedabas eliminado de los primeros, los partidos interminables hasta que la noche hacía casi invisible balón, jugadores y terreno de juego.

O el dolor por la pérdida de un balón nuevo que llevabas esperando meses y que después, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecía engullido por la enorme mandíbula de un colector de aguas residuales (me pasó, lo juro, y un día explicaré cómo sucedió).

 

Fuera de juego” es, en resumen, una magnífica obra que tocando muchas teclas lo hace de una manera fluida y natural, con un desarrollo ágil basado en los diálogos constantes,  y, sobre todo, cercana. Muy cercana para los que tenemos una edad y sabemos lo que es una canica de batería, un balón Mikasa, un balón Etrusco y hemos sentido alguna vez el pánico a que se nos cuele el balón, alguien amenace con rajarlo y nuestro mundo desaparezca con su pérdida.

Ahora, a esperar a que caiga en mis manos «La inmensa minoría«, que por lo que he leído se convertirá también en un gran fichaje para el Fútbol Club de Lectura.

 

EL AUTOR

Miguel Ángel Ortiz Olivera nació en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en 1982. De padre burgalés y madre uruguaya, vivió en Medina de Pomar hasta que se trasladó a Salamanca para realizar los estudios universitarios.

Tras licenciarse en filología inglesa, se mudó a Barcelona para trabajar de recepcionista en un hotel. Ha colaborado como redactor en la revista Trisense y en la edición digital de Eldiego. Actualmente trabaja en una librería de Barcelona, y se acaba de publicar su segunda novela: «La inmensa minoría«, una obra en la que también es el fútbol el elemento que vertebra la trama.

Imagen de www.abc.es

 

CRÍTICAS

A continuación dejo una serie de enlaces en los que se pueden leer reseñas y comentarios sobre el libro.

 

Y para terminar, otro ejemplo de lo que el libro nos ofrece:

Al fondo de la calle, se veía la fuente de la plaza de Somavilla, los elefantes de mármol escupiendo agua al sol de la tarde. La sombra del busto de Juan de Salazar, que presidía la plaza, temblaba sobre el agua de la fuente. Algunas tardes, ellos jugaban al fútbol en la plaza, aunque había un cartel de prohibido jugar al balón colgado de los soportales. Los partidos en la plaza eran más emocionantes que los del barrio. Allí jugaban con todos, a veces con los mayores. La plaza estaba rodeada de bares y un balonazo a las ventanas de un bar terminaba con el partido. El camarero salía jurando que les iba a confiscar el balón, mientras ellos se escondían en los soportales, tras las columnas. Esperaban escondidos a que el camarero entrase en el bar para reanudar los partido, hasta que oían el motor del Patrol de los guardiaciviles y el partido se terminaba por esa tarde.

 

Imagen de www.incoade.wordpress.com