Programa «Pase de página» del 25 de abril: Enrique Vila-Matas, Johan Cruyff y la pasión por los números

 

 

Aquí teneis el link a la edición del pasado miércoles, 25 de abril, del programa «Pase de página«, dirigido por Jorge Molina y dedicado íntegramente a hablar sobre fútbol y cultura.

Podéis acceder al audio haciendo click en la imagen. Para escucharlo con la máxima calidad os recomiendo que os descarguéis el archivo.

Mi modesta aportación del día giró en torno a la relación con los números de Enrique Vila-Matas y Johan Cruyff, con la lectura de un fragmento de la autobiografía de este último: «Johan Cruyff 14. La autobiografía«.

El texto es el siguiente:

Uno de los autores más reconocidos y premiados de la literatura española es Enrique Vila-Matas, quien también es un declarado aficionado al fútbol.

Hace unos años explicaba que durante un tiempo entabló amistad con futbolistas que leían. “Con Miguel Pardeza y Pep Guardiola, muy especialmente. Ellos querían que les hablara de literatura, y yo, en cambio, que me contaran secretos del fútbol”.

La admiración de Vila-Matas por Guardiola es similar a la que expresaba hacia Johan Cruyff, de quien opinaba que acertó siempre en todo, salvo con la muerte.

Curiosamente, además de lo futbolístico, Cruyff y Vila-Matas tenían otro interés en común: lo numérico.

Los números tuvieron para ambos cierta importancia, aunque de manera diferente. Vila-Matas no entendía el prestigio que tenían los denominados “redondos”, y de ahí el título de una de sus obras más curiosas: “Para acabar con los números redondos”.

En cambio, Cruyff, fue un auténtico apasionado de las cifras.

Hace ya dos años que nos dejó Johan Cruyff. Había nacido un 25 de abril como el de hoy. En su obra “Johan Cruyff 14. La autobiografía”, nos habla de ese día y de su particular relación con el universo numérico.

A continuación, el fragmento:

A pesar de haber sido un alumno mediocre, siento desde muy pequeño una gran afinidad por los números. Me interesa la numerología. Así que, por ejemplo, me casé con Danny el segundo día del duodécimo mes, diciembre. Dos más doce da el número de mi dorsal: catorce. El año era 1968, y seis más ocho también da catorce. No hay duda de por qué seguimos juntos tras cuarenta y ocho años. Nuestro matrimonio era dos veces bueno. Lo mismo pasa con mi hijo Jordi. Él nació en el 74 y yo en el 47. Ambos años suman once. Y su cumpleaños es el 9 de febrero y el mío el 25 de abril. Eso es nueve más dos y dos más cinco más cuatro. Ambos once.

 

 

FutBlog Capítulo 10: Vila-Matas, Ray Loriga, Kevin Prados… y «Lo peor de todo»

 

 

Uno de mis autores favoritos, Enrique Vila-Matas, publicó a principios de año su última novela: “Mac y su contratiempo”. Mi intención, con vistas al pasado 23 de abril, Día del Libro, era la de desplazarme hasta Barcelona para conseguir la firma de su autor. Pero los planes se me acabaron complicando y me fue imposible hacerlo.

Por suerte, mi amigo Kevin Prados (a quien auguro una gran carrera como escritor, así que apuntar su nombre) sí pudo hacerlo, y tuvo conmigo el grandísimo detalle de conseguirme un ejemplar dedicado, un episodio al que hice referencia en este artículo.

 

Pues bien. Hace apenas unos días mantenía con Kevin una conversación por whatsapp sobre literatura. En concreto, hablábamos sobre uno de sus textos. En un momento de la conversación le indicaba que me había recordado en algún momento a Ray Loriga. A continuación, un fragmento del diálogo:

 

Como veis, le recomendaba que buscara una novela corta, como por ejemplo “Lo peor de todo” que estaba convencido le gustaría. Después, él me preguntaba acerca de “Mac y su contratiempo”, la novela de Vila-Matas que me había regalado en abril.

 

 

Subrayo: el pasado 5 de agosto hacía mención a “Lo peor de todo” de Ray Loriga con Kevin, quien me había regalado la última novela de Enrique Vila-Matas con dedicatoria incluida, un título, “Mac y su contratiempo”, que también era nombrado en la conversación.

Pues bien. Hace dos días, el domingo 20 de agosto, Enrique Vila-Matas publicada un artículo en la sección “Deportes” del diario “El País” en el que hacía referencia a la situación que atraviesa el Barça. ¿Sabéis cuál era el título del mismo? “Lo peor de todo”. ¿Y sabéis por qué? Precisamente por la novela de Ray Loriga, a la que hace referencia hacia el final del texto.

Una de las frases de ese artículo afirma que “en el fútbol juega un papel importante el azar, pero sólo en el campo de juego; fuera de él, todo lo que es previsible acaba siéndolo; dicho de otro modo, se ve venir, y viene”.

Y yo pregunto: ¿Y en la literatura futbolera?

No me digáis que no tiene guasa la cosa.

 

 

FutBlog Capítulo 9: el vellocino de oro, Medusa, la Stasi, probabilidades… y coincidencias

 

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Hace poco (cuatro días, para ser exactos) hablaba de probabilidades desde el punto de vista de libros de temática futbolera. A riesgo de ponerme pesado, no me queda más remedio que volver sobre el tema, para haceros una nueva pregunta en relación con algo tan futbolero como… el vellocino de oro.

De forma resumida, la del vellocino de oro es una de las historias de la mitología griega que está protagonizada por Jasón, a quien su hermano Pelias le impone como prueba de valor que salga a recuperarlo. Jasón, para ello, se embarcará en un viaje para el que se hará acompañar de los argonautas.

Mitología griega, Jasón, argonautas y vellocino de oro. Conceptos muy futbolísticos, ¿no? No, la verdad. Luego, en consecuencia, la probabilidad de que aparezcan en algún libro relacionado con el fútbol debe ser insignificante. ¿Cierto? Pues va a ser que no.

A finales de julio recomendaba encarecidamente la lectura de “Las manos”, de Miguel Ángel Zapata. La novela está protagonizada por un entrañable Mario Parreño, quien emprende un singular viaje para recuperar una desaparecida Copa del Mundo. Pero, en un momento de la historia, leemos:

¿Es que es tan importante que Jasón se haga rey, no le basta haberse apañao el vellocino?, terminaba por preguntar Mario, hastiado y confuso.

En este caso, existe una evidente simbología que relaciona a los dos objetos: Copa y vellocino, siendo ambos, además, de oro.

Hace apenas unos días, y tras acabar la lectura de “Mercado de invierno” de Philip Kerr, decidí enfrascarme en la segunda parte de su trilogía: “La mano de Dios”, de la que dentro de poco publicaré la correspondiente reseña. Podía haber escogido cualquier otro, pues tengo varios en lista de espera, pero algo me impulsó a elegir ese. Y, ¿sabéis con qué tropecé entre sus páginas? Correcto: con el vellocino de oro:

¿Y Jasón? ¿Os acordáis de él? ¿Creía algún griego que sus argonautas y él tenían más posibilidades de recuperar el Vellocino de Oro que una bola de nieve de sobrevivir en el infierno? No. Claro que no lo creían.

Sorprendente, ¿verdad? Pues más pasmoso aún es la coincidencia de la aparición de la palabra «mano» en el título de ambos libros.

Pero esperad, que sigo.

Uno de los libros que actualmente estoy leyendo es “Futbolítica. Històries de clubs políticamente singulars”, un libro en el que se hace referencia a la relación entre fútbol y política a través de los ejemplos de sesenta clubes. En un artículo que publiqué la semana pasada hablé precisamente de este libro, ya que ese azar que de forma continua me zarandea a su antojo me llevó a leer, el día 11 de agosto, justo un episodio ocurrido… un 11 de agosto.

Como los capítulos de “Futbolítica” se pueden ir leyendo de manera independiente, decidí alternar su lectura con otro libro. Tras barajar diferentes opciones, escogí uno que tengo muchas ganas de leer desde hace tiempo, pero que, por unas razones u otras, iba quedando siempre aparcado. Y hoy, precisamente hoy, me he decidido a zambullirme en él.

El libro en cuestión es “El intruso”. Se trata de una novela negra de temática futbolera escrita por Daniel Vázquez Sallés (hijo de Manuel Vázquez Montalbán), y publicada el 2013. Es un ejemplar un tanto especial, vinculado a uno de mis particulares poltergeist que algún día escribiré. El caso es que al poco de comenzarlo leo:

“Había escrito mil metáforas para describir el tacto de la muerte, y tenía en mente la palabra pelusa como pilar del poema, vocablo que rimaba con Medusa, el monstruo hipnótico femenino que convertía en piedra a aquellos que se atrevían a mirarlo. ¿Y por qué pelusa con Medusa? Por la sencilla razón de que Memé se sentía el Perseo de la poesía, capaz de decapitar a Medusa sin necesidad de apartar la vista ante la bestia”. (pág. 23)

Medusa y Perseo. Curioso, ¿no? Parece que mitología griega y literatura futbolera también combinan bien. Seguramente alguien pensará que vale, que es una casualidad que hayan referencias a la antigüedad griega en dos libros. Pero que tampoco es para tanto. Y quizá tenga razón. Lo que ocurre es que la referencia a Medusa y Perseo no aparece únicamente en “El intruso”. ¿Sabéis dónde me la encontré también? Ni más ni menos que en “La mano de Dios” de Philip Kerr, justo en el mismo párrafo en el que se hablaba del vellocino de oro:

«¿Quién creía que Perseo tenía alguna oportunidad de derrotar a la Medusa? Los griegos no, desde luego.

 

Y todavía no he terminado. Antes comentaba que uno de los libros que estoy leyendo es “Futbolítica”. Y justo antes de leer el capítulo con la referencia al 11 de agosto, se explica la historia del Dinamo de Berlín alemán, un club del que fue presidente Erich Mielke, ministro de Seguridad del Estado de la antigua República Democrática de Alemania y máximo responsable de la policía política. Por esa razón, el título del capítulo en cuestión es “El club de la Stasi”.

¿Y qué pinta ahora este salto desde la mitología griega hasta el siglo XX? Pues, simple y llanamente, que hace apenas cuatro días, me topaba con la Stasi en un libro de temática futbolera. Y hoy, hace apenas un par de horas, mientras avanzaba en la lectura de “El intruso”, leía lo siguiente:

– Sé cauto. Lo que te he contado es secreto de Estado y desde hoy, eres miembro de la Stasi del club”.

 

Alucinante, ¿no? Pues, aunque no os lo creáis, soy capaz de dar una nueva vuelta de tuerca a la jugada. Sí, porque no solo de literatura futbolera vive el hombre. Así que, hace bien poquito, intercalé una lectura de un autor muy futbolero pero en la que el fútbol no es ni tan solo residual. Me estoy refiriendo a Enrique Vila-Matas y su última novela, “Mac y su contratiempo”, en la que aparece una referencia a “París era una fiesta”, de Hemingway. Es esta:

“El epígrafe del cuarto relato, Algo en mente, es de Hemingway, de París era una fiesta: «Una muchacha encantadora, de cara fresca como una moneda recién acuñada, si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave, de cutis fresco de lluvia.

¿Vais intuyendo lo que estoy a punto de decir?

Pues sí. Esta tarde, tras la aparición de la Stasi en “El intruso”, me ha asaltado el siguiente párrafo:

“Cuando el vendedor le aseguró que esos folios eran el original de París era una fiesta, Memé levantó la mano y lo obligó a callar con un contundente «¡Deje lugar a la imaginación, por Dios!». (pág. 37)

 

Para morirse de risa, ¿no? Además, y por si fuera poco, ambos libros habían ya combinado en este artículo.

Pero no os vayáis aún, y dejarme que remate la jugada. Si alguien os pregunta alguna vez acerca de la probabilidad de encontrarse con el vellocino de oro, o con Medusa, o con la Stasi, en más de un libro de literatura futbolera con una diferencia de apenas unos días responded que, curiosamente, es bastante alta.

Y es que, como se explica en “El intruso”:

 

“Memé nunca había sido un hombre de ciencias y le sorprendió descubrir con angustia que el fútbol era una ciencia que funcionaba con sus leyes empíricas y con sus ecuaciones matemáticas”.

 

¿Estarán todos estos sucesos relacionados con la «Negra espalda del tiempo» de Javier Marías? O será, más bien, que como dice Vila-Matas, «la realidad, creo yo, no necesita que nadie la organice en forma de trama, es por sí misma una fascinante e incesante Central creativa«.

 

Imagen de www.esferatic.com

 

 

F.C. Barcelona-Real Madrid y la tripleta Vila-Matas, Gamero, Landero




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Es inevitable. Cada vez que llega un Barça-Real Madrid (o un Real Madrid-Barça) la primera imagen que me viene a la cabeza no es la de Messi, Iniesta o Busquets, ni la de Cristiano Ronaldo, Bale o Benzemá. No. Lo primero que visualizo es el rostro de dos escritores, uno al lado del otro, dos autores a los que admiro y a los que imagino atentos al devenir del partido. Me estoy refiriendo al culé Enrique Vila-Matas y al merengue Javier Marías, dos escritores para quienes el fútbol no ha sido una afición de la que haya que esconderse, y dos de los principales responsables en demostrar que la relación entre fútbol y literatura puede ser muy placentera.

También me acuerdo, cómo no, del gran Vázquez Montalbán, y de Juan Villoro. Y de Jordi Puntí y de Sergi Pàmies. Y de muchos otros. Tantos, que cualquier día me lío la manta a la cabeza y transformo esa canción de Sisa que tanto me gusta (“Qualsevol nit pot sortir el sol”) y la convierto en un “Qualsevol dia surten els escriptors al terreny de joc”. Tiempo al tiempo.

Puestos a inundar la cabeza de suposiciones añado una que me asaltó el otro día. Tenía que ver con mi amigo Jorge Gamero, también escritor, y autor de un magnífico relato futbolero cuyo título es “La alineación” y acerca del cual ya hice referencia en su día en este artículo. Jorge es muy culé, tanto como Vila-Matas, de quien es tan admirador que se ha dejado infectar de manera voluntaria de esa vilamatiana enfermedad denominada “El mal de Montano”. Así que me los imaginé a ambos sentados en el Camp Nou, el uno al lado del otro, comentando la jugada. La futbolística, por supuesto, no la literaria.

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Recuerdo que hace tiempo explicó Vila-Matas explicó un encuentro con Guardiola, gran aficionado a la lectura, como es de dominio público. De lo que el escritor quería hablar era de cuestiones futbolísticas. Lo que al entrenador le interesaba eran los asuntos literarios. Por eso, estoy convencido que mi amigo Jorge y Vila-Matas se pasarían el partido hablando de fútbol, soltando algún que otro improperio (literario, eso sí) de tanto en tanto, y completamente absorbidos por los vaivenes del balón.

Y siguiendo con mi elucubración del otro día, y aplicando “Otra vuelta de tuerca” más que diría Henry James, decidí introducir más personajes en la escena, y no se me ocurrió otra cosa que darle un papel a Luis Landero, reconocido merengue y quien, para más inri, actuó como padrino literario en la presentación madrileña de un libro escrito por Jorge Gamero. Y ya con la escena completa me imaginé a los tres, Vila-Matas, Gamero y Landero (buena tripleta, fonética de alineación) sentados en el estadio, muy juntitos los tres, intentado cada cual empujar a su equipo hacia la victoria.

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Como podéis comprobar, la imaginación puede ser muy traviesa. Afortunadamente, siempre nos queda la literatura para continuar a flote. Y, por eso, nada mejor que un texto de Enrique Vila-Matas hablando sobre Barça y Madrid para poner orden:

Al principio de esta Liga, viendo cómo los dos supuestos colosos, Barça y Real Madrid, ganaban de calle sus primeros partidos, se llegó a pensar que no perderían nunca un solo punto con nadie y que la competición sería la más igualada y más monótona de toda la historia. Pero había en esta perspectiva de tedio algo que no cuadraba y llevaba a pensar en unas palabras de Maradona en los años ochenta: «En el fútbol español, cuando el Madrid va bien, el Barça va fatal, y viceversa. Nunca se ha visto algo distinto».

¿Por qué iba a ser diferente este año? Lo más sensato era suponer que, aun en el caso de que Barça y Madrid conocieran triunfales trayectorias simétricas hasta el final de la competición, siempre uno de los dos, aunque tan sólo fuera ligeramente y por un mínimo detalle, acabaría saliendo mejor parado de una eventual comparación, dejando al otro de inmediato hundido en una crisis.

Barça y Madrid no pueden ser felices al mismo tiempo. Aunque la diferencia sea minúscula, uno de los dos ha de ser superior al otro…”

Enrique Vila-Matas en «Cuando nunca perdíamos«. Editorial Alfaguara

Disfrutar del partido y de la literatura futbolera. Y como dice el tópico, «que gane el mejor… lector».

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22 de abril: de Enrique Vila-Matas a Juan Sasturain, y de Saviola a Messi, con el Quijote de árbitro

 

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Tal día como hoy, pero de hace 14 años (es decir, el 22 de abril de 2002), Enrique Vila-Matas escribía un artículo en el diario El País bajo el título “Don Quijote y Saviola”. Vale la pena recuperar el texto porque el inicio no puede estar más en consonancia con el día de hoy, en un ejemplo más de que, a menudo, parece que estamos inmersos en un eterno día de la marmota. Y si no, fijaros en las dos primeras frases del artículo:

Mañana es el Día del Libro y el día del partido del siglo. Literatura y fútbol más unidos que nunca, el no va más. Tal vez por lo especial que se presenta el día de mañana estaba yo hace un rato leyendo al profesor Claudio Magris hablando del Quijote…

Excepto por la referencia al partido del siglo (aquel año coincidió un Barça-Real Madrid por Sant Jordi), el resto de la frase podría haberse escrito perfectamente tal día como hoy: mañana es el Día del Libro, Claudio Magris leyó ayer el pregón de Sant Jordi en el ayuntamiento de Barcelona, Cervantes y el “Quijote” fueron homenajeados en el congreso de los diputados…

Imagen de www.cc.aa.elpais.com

Lo que decía. Que aunque el paso del tiempo es inexorable, en ocasiones se muestra juguetón y parece haberse detenido y mostrarse perezoso, con ganas de que la realidad se repita una y otra vez. En fin, dejémonos de enrevesamientos temporales y disfrutemos del artículo.

¡Ah! Y cuando lleguéis al final no os marchéis todavía, que aún hay más.

Don Quijote y Saviola

Enrique Vila-Matas

22 de abril de 2002

Mañana es el Día del Libro y el día del partido del siglo. Literatura y fútbol más unidos que nunca, el no va más. Tal vez por lo especial que se presenta el día de mañana, estaba yo hace un rato leyendo al profesor Claudio Magris hablando del Quijote y, ustedes perdonen, he ido a parar a la cueva de Montesinos y allí se me ha aparecido el presidente Gaspart.

Dice Magris que Don Quijote no tiene miedo. He recordado que Cruyff le ha recomendado a Rexach que no tenga su habitual canguelo -a nivel de táctica, se vio en Vigo y me parece asombroso, el entrenador del Barça sigue estando en la pretemporada y, además, continúa con sus apelmazados pánicos- y le juegue al Madrid sin miedo, teniendo la fe y la confianza del que sabe que puede ser superior. Precisamente los éxitos del dream team llegaron gracias a haberle perdido por completo el miedo, que no el respeto, al Madrid.

Dice Magris que Don Quijote se ofrece a la incertidumbre del vivir, que le trae desastres, palos, porquerías, humillaciones. Pero Don Quijote no tiene fe en la vida, que no sabe lo que hace, sino en los libros que no hablan de la vida, sino de aquello que le da sentido, sus enseñas. Por ellas Don Quijote se bate y recibe palizas, pero nunca duda de esas enseñas.

¿Puede tener fe el socio del Barça en Rexach si éste se ha pasado la (pre)temporada plagiando a Alexanko, quiero decir a Héctor Cúper? ¿Puede tener fe el socio del Barça en su presidente si éste, que es una de sus máximas enseñas, tiene canguelo en el palco y lo abandona cambiándolo por el retrete a la primera de cambio? Ya se vio en el partido de laChampions con los mediocres griegos y lo hemos visto otras veces: de pronto, desaparece el presidente y con él se evaporan, pues, trágicamente todos los socios a los que él representa. Es como si en las grandes batallas antiguas el general en jefe de un ejército de legendario prestigio cambiara sistemáticamente a sus soldados por las letrinas.

Se dirá que todo el mundo tiene derecho a estar enfermo, pero conviene recordar que el presidente no ha sido elegido para que haga de charlatán en la televisión, sino para que sea la encarnación misma de la dignidad de un gran club. No es una cuestión estética el asunto de las letrinas, sino ética. Ya que no le reprende el entorno mediático -cómplice del miedo y más ocupado en chorradas que en advertir, por ejemplo, a los socios de las pretensiones de la Junta de vender a ese futuro gran jugador que es Arteta a un club escocés-, deberían reprenderle los socios pero éstos, en respetable mayoría, eligieron hace dos años el proyecto Riquelme -llamemos así a la ausencia de cualquier proyecto de futuro- y se merecen lo que está pasando.

Hace tiempo que el gregarismo y la mezquindad de cierta parte de la afición están alejando a muchos de su antigua identificación con este gran club que no siempre ha tenido miedo, que tuvo etapas de valentía y arrojo.

En fin. Ojalá mañana sea el Día del Libro y el día del Libro de Saviola -acaba de publicar uno, seguramente escrito en el tiempo que le ha sobrado todo el año cuando jugaba el Barça en campo contrario- y el equipo juegue sin miedo ofreciéndose como el Quijote a la incertidumbre del vivir y, como hicieron algunos inolvidables jugadores que forjaron la intensa leyenda de este club, a la maravillosa incertidumbre del fútbol.

Ojalá el equipo, olvidándose del canguelo escénico de palco y banquillo, recupere la fe y, si es necesario, la fe en los libros y vea el partido como un libro abierto y acabe ganando por 6-2, que es un resultado que a los miedosos de Can Barça les haría decir que la eliminatoria aún no estaba resuelta y a los valientes proclamar que había que ir de nuevo con todas las enseñas y la fe del mundo al Bernabéu.

Enrique Vila-Matas,socio del Barcelona número 7.933.

Javier Saviola. Imagen de www.taringa.net

¿Ya estáis aquí? Bien. Pues ahora que habéis acabado con la lectura del artículo, os tengo preparada otra sorpresa. Debe ser una confabulación astral o ves a saber qué alineación sobrenatural, pero el caso es que existe una fijación en la literatura por relacionar a delanteros argentinos con el Quijote. Yo, al menos, conozco dos casos. El descrito del artículo de Vila-Matas, vinculando al caballero de la triste figura con el conejo Saviola y otro, de Juan Sasturain, publicado en el 2004, bajo el título de… Agarraros: “Lionel Messi, autor del Quijote”.

Juan Sasturain. Imagen de www.donpatadon.com

 

Y así, gracias al fútbol y la literatura, nos encontramos ante una pared literaria entre Enrique Vila-Matas y Juan Sasturain, y entre Javier Saviola y Leo Messi. Y todo ello con el Quijote como testigo. Desconozco si tan famoso hidalgo jugó alguna vez al fútbol, o si Cervantes, como tantos otros escritores, fue portero durante su juventud (siendo manco, no me extrañaría en absoluto).

Pero no puedo evitar dejar volar la imaginación y pensar que en el episodio de los molinos que don Quijote veía como gigantes quizá, en realidad, en lo que Cervantes estaba pensando era en enormes defensas del equipo rival de un partido de fútbol, tal y como Forges lo intuyó y podéis ver en la viñeta del final de este artículo.

Aquí tenéis el artículo.

Lionel Messi, autor del Quijote

 Por Juan Sasturain

Cuando Jorge Luis Borges en 1944 publicó Ficciones, acaso el mejor libro de cuentos de la lengua castellana, incluyó un texto barroco, irónico y sin duda extraordinario que le había dedicado a Silvina Ocampo cinco años antes: Pierre Menard, autor del Quijote. Pocos relatos borgeanos han sido objeto de exégesis más finas y ninguno plantea con mayor sutileza una cuestión tan insólita como deslumbrante. El narrador, que es un pedantísimo confidente epistolar del desaparecido Menard –simbolista tardío, amigo de Valéry, autor de una obra breve y fragmentaria y de un intento desmesurado–, hace el relato y la detallada descripción de la inconcebible empresa que se llevó los máximos esfuerzos y los parciales logros del malogrado poeta de Nimes: escribir El Quijote.

Porque el propósito del oscuro francés Pierre Menard no era traducir ni copiar ni transcribir ni memorizar la obra clásica española; es decir, no quería escribir otro Quijote –“lo que sería fácil”, dice Borges por boca del narrador–, sino escribir el Quijote, el mismo texto: “Producir unas páginas que coincidieran –palabra por palabra y línea por línea– con las de Miguel de Cervantes”. Un propósito “meramente asombroso” en sus propias palabras, para cuyo cumplimiento se impuso en principio un método que, dentro de lo imposible, era relativamente sencillo: ser Cervantes.

Para eso –y ahí deslumbra Borges en la enumeración–, Menard llegó a conocer relativamente bien el español del siglo XVII, recuperó la fe católica, guerreó de memoria contra turcos y moros y consiguió olvidar la historia europea entre 1602 y 1912, entre otras hazañas. Sin embargo, ese camino le pareció excesivamente fácil y lo desechó. Así eligió finalmente la tarea más ardua y la única verdadera: llegar a escribir El Quijote sin tratar de ser en el siglo XX un novelista del XVII, siendo apenas lo –y el– que era, el oscuro Pierre Menard. “Mi empresa no es difícil esencialmente –le confiesa al narrador en una de sus cartas con lógica perturbadora–, me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo.”

De toda esa prodigiosa tarea sólo quedan testimonios parciales, ejemplos de lo que pudo haber sido: los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte y un fragmento del veintidós. Y eso es todo.

Hasta ahí, Menard. Hasta –o desde– ahí, la soberbia especulación borgeana sobre la propiedad de las ideas y los relatos, la temporalidad reversible, el equívoco sentido que se ilumina hacia atrás y hacia adelante. “Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”, concluye la indudable voz de Borges con pavorosa ironía.

Recurrir a estos esplendores de la ficción y la inteligencia para referirse a un avatar futbolero puede parecer excesivo o al menos descaminado. Creo poder demostrar que no lo es.

Cuando –ya famosamente– el joven Lionel Messi realizó en el Camp Nou del Barcelona FC, durante el crepúsculo boreal del miércoles 18 de abril, para disfrute y consumo urbi et orbe, la maniobra prolongada en tiempo y espacio que culminó en el segundo gol de su equipo contra el Getafe, hubo consenso unánime e inmediato de que se trataba de un hecho prodigioso y, paradójicamente, comparable: el pibe había hecho un gol igual al de Maradona contra los ingleses en el Mundial ’86.

En estos tiempos de fútbol mecanizado y jugadas preconcebidas con ejecutores obedientes, no es demasiado raro que se vean goles iguales a otros –hay infinidad de casos en que se repiten calcados circunstancias y desempeños–; lo extraordinario del caso es que, precisamente, lo que se veía mágicamente repetido era lo –por definición– irrepetible, lo excepcional: el mejor gol de la historia. El de Messi no era ni mejor ni peor: era, de un modo inquietante, igual. No hizo otro gol parecido ni lo copió ni lo imitó ni lo tradujo: simple, increíblemente, lo hizo otra vez.

Digo que, como Pierre Menard quiso y pudo parcialmente escribir El Quijote, Messi intentó y pudo hacer el gol de Diego. Incluso se puede llegar a suponer o –me atrevo a decirlo– a reconstruir un propósito similar en el precoz, homólogo petiso. Es innegable que, como Pierre Menard, Messi –o el espíritu consciente o no que a través de él se manifiesta– alguna vez concibió la idea de hacer el mismo gol del Diego. Y es evidente que eligió como primera opción, al igual que Pierre Menard, el camino de –en la medida de lo posible– ser Maradona para después hacerlo “desde el Diego”. Por eso es (se hizo) argentino, por eso se mueve allí donde se mueve, por eso ha ido a jugar a Europa en el Barcelona, por eso ha sido campeón mundial juvenil, por eso ha tenido un primer Mundial frustrante.

Lo extraordinario es que en algún momento, y también como Pierre Menard, Messi decidió el camino más difícil, y decidió hacer el gol del Diego sin (esperar) ser Diego: aceleró (literalmente) el trámite, se apuró, no llegó ni a cumplir los años ni a jugar el segundo Mundial ni a enfrentar a Inglaterra y, en una noche cualquiera, hizo el gol del Diego con la certeza y sabiduría desinteresada con que da en el blanco un arquero zen.

 

Imagen de www.elpais.es

#Golesylibros para #ElClásico desde el Observatorio del Libro

 

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Este sábado, 21 de noviembre, a las 18.15 horas, el estadio Santiago Bernabéu acogerá el primero de los clásicos de la presente temporada, un nuevo Real Madrid – F.C. Barcelona que como siempre levantará pasiones y movilizará (o, mejor dicho, inmovilizará ante las pantallas de televisión) a los aficionados al fútbol.

 

Hasta aquí el tópico. Y a partir de ahora, ¿intentamos algo nuevo? Ahí va una propuesta: además de masas movilicemos también libros, y además de pasiones, levantemos también páginas. Futboleras, por supuesto.

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Esta es la intención del Observatorio de la Lectura y el Libro, un organismo adscrito al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través de la Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro, que ha puesto en marcha una interesante campaña durante los días previos al partido.

 

La iniciativa pretende hacer difusión y acercar a lectores y aficionados al fútbol la abundante literatura futbolera que podemos encontrar. Para ello han creado el hashtag #Golesylibros y #Elclásico, y desde el lunes están publicando tweets con preguntas que vinculan fútbol y literatura, enlaces a informaciones de libros sobre fútbol, a la afición al balompié que famosos escritores han tenido, etc.

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Una magnífica iniciativa en la que el Fútbol Club de Lectura ha tenido una mención especial que agradezco enormemente 😀

 

Así que ya sabéis: seguid su cuenta de twitter (@Observalibro) y comenzar a jugar el clásico marcando goles con la lectura de libros.


 

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