¿Y cómo es posible que solo yo, Torres y el ladrón de guante no precisamente blanco nos percatásemos de la tragedia sin que otros ojos, de los centenares de miles que se desparramaban por las calles del centro de Madrid, fueran capaces de hacerlo hasta un par de horas más tarde?
Para el poeta Antonio Deltoro “el fútbol es la venganza del pie sobre la mano”. Al fútbol se juega con los pies, y no hay extremidad más vinculada al fútbol que ellos. Las manos, en cambio, quedan restringidas al portero, el único jugador que –como explica Juan Villoro, si mal no recuerdo- parece empeñarse en ir en contra de la esencia del juego. Así que si hablamos de fútbol y anatomía, la de los pies será la primera imagen que visualicemos. Pero si hablamos de fútbol y manos, además de recurrir al guardameta, deberíamos también pensar en una extraordinaria novela cuyo título es justamente ese: “Las manos”.
Escrita por Miguel Á. Zapata y publicada por la Editorial Candaya en el 2014, “Las manos” es una de esas obras que contienen tanto material, en las que hay tanto por saborear, que en cuanto llegas al final te entran ganas de volverla a leer. No estamos ante una novela futbolística, aunque el fútbol, o mejor dicho, un episodio muy concreto relacionado con el mundo del fútbol, es la excusa para que toda la historia se ponga en funcionamiento.
SINOPSIS
En la sinopsis leemos:
“Las manos da testimonio de la disparatada odisea de Mario Parreño, un hombre casi común y a la deriva, obsesionado por recuperar la Copa del Mundo de Fútbol, que robaron unas manos sin nombre ni rostro durante el desfile triunfal de la selección española por las calles de Madrid. En un extraño viaje por un mundo en descomposición y en crisis aprenderá a afrontar su pasado sin encogerse de hombros como única respuesta y a arrinconar para siempre ese inquietante par de dados a los que confiaba cualquier decisión. Una desconcertante sucesión de personajes trazados desde el esperpento acompañarán a Mario Parreño en su singular metamorfosis de fracasado catatónico a héroe de pacotilla.
Atravesada de principio a fin por un humor cáustico y una imaginación exuberante, la primera novela de Miguel A. Zapata es una muy singular indagación en la necesidad contemporánea de mesías y griales, que corrobora los elogios recibidos por sus anteriores libros de microrrelatos y cuentos”.
Imagen de www.neogol.com
“Ha tejido su plan sin convicción de araña pero con determinación de costurera casi lisérgica”.
A partir del estrambótico episodio del robo de la Copa del Mundo, se inicia un viaje alucinado y alucinante que llevará al protagonista, Mario Parreño, a abandonar su cueva, su anodino día a día y su parálisis vital para emprender un recorrido que pasará por Madrid, Viena, Nueva York y una arrasada por el tsunami Yotsukura, en el Japón, para regresar de nuevo a su Madrid originario. Pero será ya un regreso en el que volverá transformado, como si el simbólico tsunami que padeció la costa japonesa simbolizara, también, una ola regeneradora para Mario Parreño.
En este increíble viaje el protagonista se irá cruzando con seres tan estrambóticos y extraños como su proyecto. Al mismo tiempo, nos encontramos ante una sucesión de personajes de fuerza arrolladora que al interponerse en el camino de Mario lo irán completando, lo irán (re)construyendo, en simbólica contraposición a los efectos que el viaje de ciudad en ciudad de la Copa va causando sobre ella.
“No tiene un solo libro de ficción en casa, aunque sí una biblioteca de libros de viajes y guías de todos los países del mundo”
La historia está explicada en tercera persona por un narrador omnisciente, hasta el punto de llegar a confundir si la novela nos explica lo que Mario Parreño experimenta o, por el contrario, lo que los ojos del narrador pretenden que contemplemos. Una forma de contar, en cualquier caso, que enriquece la historia, que amplia las perspectivas desde las que afrontarla, y para la que el autor utiliza todo tipo de recursos lingüísticos, narrativos y tipográficos.
Ese despliegue de herramientas hacen que “Las manos” sea un deslumbrante ejercicio en el que todo encaja a la perfección, y en el que el peligro de caer en lo artificioso y en la mera exhuberancia estilística es resuelto de forma brillante. Forma y contenido se fusionan de tal modo que una y otro construyen un todo sobresaliente.
Miguel A. Zapata
La novela está repleta de notas, añadidos, pensamientos y citas que se van intercalando a lo largo de la historia, con una capacidad creativa deslumbrante y una inagotable habilidad para la creación de imágenes. Además, y como al principio explicaba, el argumento de la historia es tan delirante que todavía tiene más mérito encontrar todo lo que “Las manos” nos ofrece.
Porque a lo largo de sus páginas encontramos espacio para la reflexión, observaciones sobre la contemporaneidad, pero también hay sitio para el humor, para el descubrimiento de personajes que pese a su extravagancia son de una solidez y una verosimilitud fuera de toda duda. Un elenco encabezado por ese Mario Parreño incapaz de tomar una decisión sin consultar un par de dados, amante de la música de jazz, enemigo de la literatura y el arte, y con un pasado en el que el fantasma de su padre sigue extendiendo su sombra hasta el presente.
“Lástima que Mario –poeta, filósofo y detective amateur a ratos, en trance de dejar de serlo- no sea capaz de quitarse la imagen de la Copa de la cabeza, la imagen de Ítaca, aunque sea mutilada”.
Como decía al comienzo, no estamos ante una novela futbolística. De hecho, las referencias de este tipo hacen referencia, mayoritariamente, al devenir de la Copa del Mundo. También hay espacio para otras de tipo futbolístico (alguna relacionada con “las manos”), pero no son las de mayor presencia. Sin embargo, es gracias a un hecho periférico relacionado con el fútbol, como es el robo de la Copa del Mundo, que ese objeto se acaba convirtiendo en el particular vellocino de oro tras el que Mario Parreño iniciará su particular y homérica odisea.
«Jasón y el vellocino de oro«, imagen de www.entregriegosyromanos.com
Un recorrido en busca de una Ítaca en la que invertirá varios meses, y que se acabará convirtiendo en un viaje de autoconocimiento y metamorfosis vital. Y todo ello sin que la historia flaquee en ningún momento o que el interés decaiga lo más mínimo. Lo que sucede, justamente, es todo lo contrario, convirtiéndose cada página en un nuevo estímulo que nos absorbe y nos incita a seguir avanzando.
Una historia, en definitiva, que -insisto- me ha parecido extraordinaria, y cuya atmósfera te envuelve desde la primera página con su aroma a veces onírico, a veces como una ensoñación. Y una novela que consigue que Mario Parreño, su protagonista, se incorpore por la puerta grande a mi particular galería de personajes literarios, esa que habitan, entre otros, el Ignatius J. Reilly de “La conjura de los necios”, o del Marco Stanley Fogg de “El palacio de la luna”.
Una maravilla que no tardaré en volver a leer.
MÁS INFORMACIÓN
En la página web de la editorial encontraréis numerosas reseñas, artículos y alguna entrevista con el autor. Os recomiendo que les echéis un vistazo.
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