Siempre, al comienzo de todos los partidos, la expectativa, a menudo el único momento de expectativa, de que este vaya a ser EL partido
Hace un par de años inicié una colaboración con el programa Radioestadio Catalunya, dirigido por Albert Arranz, en Onda Cero Catalunya, con una modesta sección sobre literatura deportiva. Durante ese periodo he ido eligiendo cada semana un tema en torno al cual he ido recomendando una serie de libros, y recuerdo que una de mis primeras intervenciones estuvo dedicada al mundo del periodismo deportivo, y al cual se puede acceder desde este enlace.
Aquel día, por falta de tiempo, no pude mencionar un libro que incluye uno de los mejores reflejos de lo que es un cronista de deportes. Se trata de Los desafortunados, escrito por Brian Stanley Johnson en 1969, y publicado en el 2015 por la Editorial Rayo Verde. El libro es una de las propuestas más originales y extrañas a las que un lector se puede enfrentar, puesto que se presenta en una caja que contiene veintisiete pliegues sin numerar que pueden ser leídos en cualquier orden, excepto el que lleva por título «Primero» y el «Último«. Fuera de esos, el lector puede comenzar por el pliegue que quiera, incluso puede barajarlos antes de comenzar, e ir leyendo la obra en el orden que le plazca.
Los desafortunados se convierte, así, en una de las obras que podríamos incluir dentro de la denominada narrativa experimental, emparentada con libros como Rayuela de Julio Cortázar o Composición núm. 1, de Marc Saporta. Y, sin ser una obra de temática futbolera, se pone en marcha a través de un episodio futbolero, incluyendo, como decía, una maravillosa descripción de la crónica de un partido.
SINOPSIS
Un reportero deportivo visita la ciudad de Nottingham para cubrir un partido de fútbol, y es allí donde le abordan los recuerdos y los pensamientos sobre la muerte de su mejor amigo, Terry Tillinghast.
La estructura de esta novela es una metáfora del funcionamiento de nuestra mente, la aleatoriedad de sus capítulos compite con el desorden de nuestras ideas.
La obra nos hace meditar, no sólo acerca de nuestra muerte, sino también acerca de nuestra propia existencia.
Los pliegos sueltos dentro de la caja son el reflejo mismo de la fragilidad de la vida.
Lo que encontramos en Los desafortunados es, en el fondo, el divagar de la mente de su autor, una descripción de cómo funcionan nuestros pensamientos y recuerdos. El narrador, nada más llegar a la ciudad en la que deberá cubrir un partido para el diario para el que trabaja, comenzará a recordar a su amigo Tony, fallecido unos años atrás, y gran parte de los episodios que ambos vivieron.
Así, el desorden con el que funciona nuestra mente a la hora de recordar es ejemplificado mediante esa desorganización en los pliegues del libro. Los pensamientos saltan de un tema a otro, las descripciones abren puertas a otros recuerdos, y es al final, cuando hemos acabado con la lectura, cuando componemos el cuadro de aquella amistad.
No podemos considerar que nos encontramos ante un libro de temática futbolera. Pese a que el origen del libro se sitúa en el encargo que recibe el narrador de ir a cubrir un partido, las referencias estrictamente futboleras son escasas. Aun así, uno de los pliegues es una de las mejores descripciones del funcionamiento de un periodista a la hora de escribir la crónica de un partido que he leído, un navegar por el interior de su cerebro en busca de expresiones que definan lo que ha sucedido sobre el terreno de juego, su diálogo interior aceptando o desechando una frase o palabra. Como complemento, en una de las caras interiores de la caja se recoge la crónica de un City – United firmada por el propio Johnson.
Palco de prensa, un viento sucio me agita las hojas, inmundicia, asientos estrechos, cuadrado de metal, no es la postura más cómoda para escribir, supongo que así manifiesta el club su desprecio por los periodistas, así nos devuelven lo que escribimos. Si seré infantil.
Al margen de esas referencias, el grueso del libro tiene que ver con los recuerdos del narrador y las vivencias que tuvo durante un período de unos cuatro años con su amigo Tony. Y esos recuerdos llenos de detalles y de divagaciones que imitan nuestro funcionamiento mental se ofrecen, en Los desafortunados, de una forma que es una maravillosa adecuación entre forma (los pliegues) y contenido (el texto).
Una obra extraordinaria que requiere de un esfuerzo a la hora de leerla, pero que nos proporciona una enorme experiencia lectora en cuanto la hemos terminado.
Podéis leer un fragmento de la novela desde la página web de la editorial, donde también encontraréis mucha información al respecto, así como este vídeo promocional.
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