Sigo sentado en mi viejo pupitre del estadio. Mirando sin mirar. Como si los ojos, hartos de atender a un espectáculo que dejó de ser el mío, se hubieran dado la vuelta. En busca de algo que no estaba fuera, sino dentro de mí.
Francisco Cabezas, jefe de la sección de Deportes de El Mundo en Cataluña, cronista de los partidos del Fútbol Club Barcelona desde el 2004, y uno de los grandes del periodismo deportivo a quien siempre hay que leer, se ha marcado un novelón con Perder. Publicada por la revista Panenka, tuve la gran suerte de asistir al acto de presentación de la novela hace unos meses en Barcelona. Un diálogo-conversación con Marcel Beltrán y Miqui Otero en el que ya pude intuir las grandes expectativas que transmitía el libro, y que se convierten en realidad una vez te sientas junto al narrador en su viejo pupitre del estadio.
SINOPSIS
A Carlos García le dicen en el periódico que su nombre es demasiado común. Por eso, cuando empieza a escribir las crónicas del FC Barcelona, firma como K. Tras la máscara del pseudónimo, el estudiante que soñaba con redacciones envueltas en humo y gritos a la hora del cierre inicia su prometedora carrera sin haber salido de la universidad. Pero los sueños pocas veces están hechos de material real. Entre estadios de fútbol, tapones de bolígrafo y habitaciones solitarias de hotel, K. se autoimpone una felicidad de la que nunca será dueño.
El ascenso y la caída de un equipo legendario, la decrepitud de un oficio que solo encuentra refugio en los grandes titulares y unos periodistas que se esconden detrás de sus pantallas ambientan una crónica de crónicas en la que falta por descubrir el resultado final.
Futbolistas, el periodismo o K. ¿Quién encajará la derrota definitiva?
Imagen de http://www.elmundo.es
Perder la inocencia en la redacción de un periódico tuvo también su qué. Aunque tardé en darme cuenta, nunca imaginé que me dolería tanto descubrir que en aquel lugar, en el fondo, solo importaba sobrevivir.
Perder es un artefacto construido a partir del ensamblaje perfecto de varias piezas. La trama avanza como un mecanismo de relojería en el que van encajando partidos clave del Barça de los últimos años, la descripción de la carrera profesional de K., el protagonista, y la radiografía ficcionada de lo que es el trabajo de un cronista deportivo.
Una brillante combinación que nos permite disfrutar de una historia de ascenso y caída, la que experimentan de manera paralela tanto el narrador (en lo personal y lo profesional) como el FC Barcelona, durante el arco temporal que va del Barcelona 8 – Matador Púchov 0 del 15 de octubre de 2003, al Barcelona 2 – Bayern de Munich 8 del 15 de agosto de 2020.
Una especie de vía crucis compuesto de diecisiete estaciones correspondientes a otros tantos partidos significativos del Barcelona de los últimos años. Unos partidos que volvemos a rememorar desde el punto de vista de la significación que tuvieron en su momento. Algunos de ellos como elementos clave en el ascenso del club azulgrana. Otros, como detonantes de su caída a los infiernos.
Pero Perder es también una radiografía cruda y descarnada del oficio de cronista deportivo y de una profesión cada vez más amenazada por la invasión de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de hacer periodismo. Un oficio en el que las redacciones se van quedando cada vez más vacías a medida que aumenta la invasión de las pantallas.
Los periódicos nacen para morir unas horas después. Con los periodistas dentro.
Siempre me ha fascinado la capacidad de los periodistas de escribir una crónica y entregarla trabajando siempre bajo la presión del tiempo. El oficio, evidentemente, te proporciona las herramientas para redactar el resumen más o menos atractivo de partidos de resultados más o menos previsibles. Pero tener que modificar un texto por culpa de un gol en el tiempo de descuento, por una situación completamente inesperada, por una variable con la que nadie contaba…
Sortear esas situaciones requieren, además de oficio, talento. Porque, además, hay cronistas (Francisco Cabezas es uno de ellos) que no solo consiguen hacerlo, sino que son capaces de convertir sus textos en brillantes piezas literarias. Eso es oficio, talento… y tener un don.
Esa es otra de las facetas del libro. Acompañamos a K. en su evolución como periodista, desde su etapa de estudiante hasta su entrada en la redacción, su proceso de aprendizaje y la llegada de su reconocimiento profesional. Y gracias a él conocemos en primera persona los entresijos de la profesión, mostrándosenos una perfecta radiografía de lo que significa el trabajo de los cronistas, las presiones con las que se trabaja, las condiciones de los viajes, el desgaste emocional que todo ello supone.
Y ese aspecto está encajado de manera perfecta en la novela, complementando el conjunto y estableciendo una simbiosis perfecta con el resto de la historia. Una trama que consigue mantener un interés creciente, pero que todavía esconde un sorprendente giro final en el último minuto.
No os la perdáis. Con la lectura de Perder la victoria está asegurada.
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