“La muerte de Paolo Rossi, cuando apareció en los papeles (digitales) el 9 de diciembre de 2020, me golpeó duro. Sentí una profunda pena porque derribaba prematuramente un mito de la infancia”.
Cada cual tiene su Mundial predilecto, aquel que por unas u otras razones nos acabó marcando y recordamos como el campeonato de nuestras vidas. El primero hecho significativo del que tengo recuerdo fue de la final que disputaron Alemania y Holanda en 1974. Yo era un niño de nueve años, y aquel día lloré ante la derrota holandesa, pues Cruyff era uno de mis ídolos. También dejó su huella el de 1978 en Argentina, especialmente aquella final llena de papelitos voladores y un Mario Kempes desatado. Luego descubrí el trasfondo político de aquel mundial.
Pero si hay un campeonato del mundo que me marcó especialmente fue el del Naranjito, el Mundial de 1982. Yo tenía por aquel entonces diecisiete años, y tenía plena conciencia de la situación política que se vivía en España en aquellos momentos: en plena transición, apenas un año después del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981 que viví en el instituto, el terrorismo tan presente en el día a día… Y nunca olvidaré, en lo futbolístico, que aquel fue el mundial de una selección (Brasil) que nos tenía a todos enamorados, de un jugador (Maradona) llamado a ser una estrella de otra dimensión, y de un equipo (Italia) que acabó sorprendiendo y deslumbrando a todos, consiguiendo llevarse la copa contra todo pronóstico.
Aquel fue un Mundial que nació con un andamiaje casi funambulista. Organizarlo y convertirlo en un acontecimiento deportivo de primera magnitud sin incidencias destacables, en un contexto político y social como el de principios de los 80 era una tarea, a priori, de una enorme complejidad. Cuero contra plomo. Fútbol y sangre en el verano del 82, de Alberto Ojeda, nos ayuda a entender todo aquel conglomerado, lo que sucedió durante los años previos en lo organizativo, y durante el propio 1982, de desarrollo del Mundial. Y,para ello, su autor parte de un doble paralelismo: compara las situaciones de conflictividad que se vivían tanto en España como en Italia y, también, establece una comparación entre los papeles de las dos selecciones de fútbol. El encaje entre todos estos elementos, lo social, lo político y lo deportivo, y la alternancia entre lo español y lo italiano, acaba dando como resultado una obra que ofrece una información rigurosa de una forma muy atractiva.
“En fin, un viaje de ida y vuelta constante, revelador, realizado con el acicate y la “excusa” de aquel bello Mundial de España que ganó, contra pronóstico, Italia. Nadie daba un duro por la escuadra de Bearzot. Nadie daba un duro por la recuperación de Rossi. Y nadie daba un duro por España, en la peor situación para levantar un torneo con veinticuatro selecciones”.
SINOPSIS
Solo una hora después de que culminara la ceremonia inaugural del Mundial 82, ETA asesinaba a un guardia civil en el puerto de Pasajes. La banda había anunciado que no atentaría directamente contra la competición: a ellos también les gustaba el fútbol, decían, aunque quedaba intacto el riesgo de que el escaparate de la recién descorchada democracia española pudiera saltar en añicos.
Así, bajo el pánico a una irrupción terrorista, rodó el balón aquel verano. La selección española no dio pie con bola. Fueron nuestros «primos» italianos los que lo bordaron. Nadie daba un duro por que España lograse organizar un Mundial en una época tan convulsa y delicada; nadie tampoco daba una lira por que la azzurra hiciera algo meritorio. Pero el torneo cuajó, en lo logístico y lo deportivo: tuvo épica, lírica y magia.
El equipo del estoico Bearzot levantó la copa en el Bernabéu. Ambos acontecimientos pusieron —de manera más que simbólica— fin a los años de plomo que ensangrentaron a los dos países, los más martirizados de Europa por el terror, sembrado tanto por extremistas de izquierda como de derecha. Cuero contra plomo contrasta el cruento devenir histórico de Italia y España en los 70 y primeros 80. Un recorrido repleto de analogías (GRAPO-Brigate Rosse, Moro-Carrero, Piazza Fontana-calle del Correo, Pinelli-Ruano…) e imbricado con la narración de partidos memorables, como el petardazo de España ante Irlanda del Norte o la mayestática derrota infligida por Italia al jogo bonito brasileño en Sarrià. Una historia, pues, de goles y balas.
“El calvario de la Italia del plomo, jalonado por capítulos tan devastadores como el de las muertes entrelazadas de Pinelli y Calabresi, está también acercándose a su final. Este lo pueden escribir once tipos en calzonas dando patadas a un balón. Qué cosas…»
El libro se divide en tres grandes apartados, que coinciden con las tres sedes en la que compitió la selección italiana: Balaídos, Sarrià y Bernabéu. Conformando cada uno de esos grandes bloques, el desarrollo social, político y deportivo de todos aquellos años, marcados por una situación de inestabilidad que hacía temer por el desarrollo del Mundial. La lectura, pese a la abundancia de datos y elementos documentales que aporta, es muy ágil y permite hacerse una idea muy clara de lo que durante aquellos días sucedió, de quienes fueron los nombres (en lo deportivo y en lo político) que protagonizaron aquel contexto histórico y cuáles fueron los acontecimientos clave que marcaron aquel momento clave. Secuestros, reivindicaciones, asesinatos… en un período de una gran efervescencia y en el que, finalmente, se consiguió que el «cuero acabara silenciando al plomo«.
“Bearzot, que bajo el rictus severo oculta su humanísima ternura, se siente interpelado. No puede quitar a Rossi. No a estas alturas, después de lo que ha aguantado. Así que no va a ceder ahora”.
Y a continuación, un resumen del considerado uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales, el inolvidable Brasil 2 – Italia 3 disputado en el desaparecido estadio de Sarrià.
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