Martes de Carnaval: 1800 años del primer partido de fútbol

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Hoy es Martes de Carnaval, el último día de Carnaval, el anterior al Miércoles de Ceniza, con el que se da comienzo a la Cuaresma. Hasta aquí la explicación académica. Porque a nosotros nos interesa mucho más el hecho de que hoy, según refieren algunos estudios, se cumplirían exactamente 1800 de la celebración del primer partido de fútbol. Se trata del que se disputó en la población inglesa de Derby el martes de Carnaval del 217 d. C.

Se pueden encontrar numerosas referencias a este episodio histórico. Por ejemplo, la primera parte de “Épica y lírica del fútbol” de Julián García Candau, ofrece una completísima introducción histórica a la evolución del fútbol, incluyendo referencias a la presencia de ese antepasado del fútbol durante la celebración de los carnavales:

“En aquella ocasión, la ciudad llevaba sitiada cinco meses por las tropas de Carlos I de España y V de Alemania. El asedio duró desde septiembre de 1529 a agosto de 1530. La ciudad estaba sitiada y no se recordaba un carnaval sin parido de «calcio». Pandolfo Puccini, el más famoso de los Gastadores de Florencia, sugirió la posibilidad de jugar un partido, cuyo interés legítimo estaba en que las tropas sitiadoras vieran, desde fuera, la celebración del mismo, lo que venía a significar que la moral de los defensores era alta”.

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Otra referencia es la que encontramos en el libro “Umberto Eco y el fútbol”, de Peter Pericles Trifonas y publicado por la Editorial Gedisa. Un fragmento de la contraportada del libro hace referencia a que “el fútbol es más que un juego; es un sistema de signos que codifica las experiencias y le da significados a diversos niveles. Permite al espectador leer la vida con ayuda de los recursos mediáticos que orientan y controlan nuestra visión de las experiencias”.

Si nos adentramos en el terreno de la interpretación de los signos y la semiótica, el referente es Eco. Y, así, seguimos leyendo: “Umberto Eco y el fútbol” muestra a Eco entregado a la crítica cultural, quien avanza por los caminos sinuosos de los signos de la cultura con la mirada aguda y atenta a los detalles olvidados del gran texto de la vida, sus equívocos e interpretaciones erróneas”.

Y, a continuación, el texto continúa haciendo referencia al partido celebrado el 217 en el marco de las celebraciones de carnaval:

“… Eco hace gala de una acerada ironía cuando afirma que ama los deportes «peligrosos» (como el fútbol) por su tendencia a eliminar una de las grandes lacras de la humanidad: el Homo sportivus, el plusmarquista atlético, permitiendo así que el común de los mortales siga poblando la tierra en anónima mediocridad.

Al establecer una comparación directa entre el fútbol y los juegos circenses –y más concretamente el espectáculo de los gladiadores en el Circo Máximo- Eco alude a las raíces históricas del deporte en el espectáculo de euforia, libertinaje y usurpación que supone la celebración de una victoria bélica. El primer partido del que se tiene constancia data del martes de Carnaval del año 217 d.C., en lo que hoy conocemos como Derby, Inglaterra. El «fútbol» se jugaba como parte de los fastos con que se celebraba una decisiva victoria militar sobre una guarnición romana. En el año 1175, el partido del martes de Carnaval ya se había convertido en un acontecimiento anual. Más tarde, la implantación del rugby hacia el año 1823 trajo consigo la confusión entre los nombres de ambos deportes, y la palabra «soccer» -abreviatura de «association football»- surgió con la fundación de la London Football Association (1863), destinada a promocionar el deporte que ponía el énfasis en la introducción de la pelota en la portería mediante una patada. La mayoría de las formas modernas de fútbol no son sino adaptaciones de juegos ancestrales, como el harpaston o harpastrum, que se jugaba en las antiguas Grecia y Roma, y que aún hoy se practica en la región de la Toscana y en Florencia bajo el nombre de calcio, que es también como se conoce el fútbol hoy en día en Italia.

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27 de febrero: en «A boca de canó» de Manel Àlamo y Edicions Bromera están de celebración

 


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Hoy, 27 de febrero, es un día especial, ya que Vera cumple 16 años. ¿Y quién es Vera? Pues la protagonista de la novela juvenil “A boca de canó”, escrita por Manel Àlamo, publicada por Edicions Bromera y a la que dediqué este artículo en su momento.

En la contraportada del libro leemos:

“Vera fa 3r d’ESO i la seua vida és un caos, per no parlar dels estudis… No coneix son pare i l’addicció de sa mare a les drogues no l’ajuda a centrar-se, però les coses comencen a canviar quan entra a l’Athletic Túria Juvenil. En aquest equipo de futbol femení coneix Àngel Sabater, l’entrenador. Es tracta d’un antic jugdor del València –una jove promesa que es lesionà greument i quedà exclosa del futbol professional- convertit ara en un fumador empedreït, borratxo i buscabregues.

En el terreny personal, tots dos lluiten contra un panorama ben complicat, però pel que fa a l’esport, tenen un objectiu clar: guanyar el campionat d’Espanya femení. I no es tracta només de futbol, el campionat podria ser la gran oportunitat…»

A boca de canó” es una magnífica novela de perdedores y vidas complicadas que encuentran una segunda oportunidad gracias al fútbol y el deporte, protagonizada por una joven que hoy, como decía, cumple 16 años:

“Amb eixa tranquil·litat vam arribar al 27 de febrer, un dia molt especial, ja que Vera va complir setze anys. Maria Victòria i jo li vam comprar un pastís i li’l vam traure al vestidor, després de guanyar còmodament el partit que ens enfrontava al Burjassot. IU quan ja ens en tornàvem cap a casa, Maria Victòria i jo li vam donar una altra sorpresa: dos entrades de tribuna per veure el Llevant – Las Palmas d’aquella mateixa vesprada. Se n’anaren ella i Judit molt emocionades, però no van tornar tan contentes. Es coneix que els de García Plaza no van tindre una bona vesprada i si Rubén Suárez no arriba a marcar, haurien perdut. Em vaig burlar prou d’elles, però l’endemà, quan l’Atlético de Madrid ens va destrossar al Calderón, s’ho cobraren amb interessos.”

Como veis, el fútbol tiene tanta importancia en la vida de Vera que hasta sus compañeras le entregan un pastel de cumpleaños en el vestuario. Y, como regalo especial, dos entradas de tribuna para ver a su equipo, el Levante.

Leed el libro, y cuando lleguéis a la página del aniversario de Vera aprovechad deseadle un feliz cumpleaños.

¡Muchas felicidades, Vera!

 

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23 de febrero: política y un Balón de Oro

 

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Imagen de www.elperiodico.com

 

Hoy es 23 de febrero, una de esas fechas en cuyo ADN siempre permanecerá una connotación negativa, por el intento de golpe de estado que se produjo en 1981.

Una fecha de tal importancia histórica no podía ser ajena a la literatura futbolera, existiendo más de un libro de esta temática en el que podemos encontrarla. Un ejemplo lo encontramos en esa magnífica obra que es “Futbolistas de izquierdas”, de Quique Peinado. En uno de sus pasajes explica la historia de Juan Carlos Pérez López, jugador que cántabro que militó en el Racing de Santander, y que antes formó parte de aquel FC Barcelona del 0 a 5 del Bernabeu en el que ya estaba Cruyff. Juan Carlos, aquel día, marcó el cuarto gol.

Su militancia en partidos de izquierdas le llevó a pasar unos momentos difíciles el día del intento del golpe de estado. Así lo explica Quique Peinado en “Futbolistas de izquierdas”:

“El 23 de febrero de 1981 se llevó un susto de muerte cuando el teniendo coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero entró en el Congreso a tiro limpio. Cualquiera que hubiera tenido vínculo con la izquierda de forma más o menos oficial corrió a esconderse, por si acaso. Así lo hizo Juan Carlos Pérez, que desapareció esa noche sin decir nada a su familia (y así evitarles problemas si llega a triunfar la asonada) para dormir en casa de un amigo de Torrelavega. Al día siguiente, cuando todo se calmó, volvió a aparecer por casa sano y salvo. No había pasado mucho tiempo cuando le pasaron una lista que circulaba en la que, según ponía ahí, él era uno de los rojos a los que había que depurar en caso de haber triunfado el golpe.”

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Pero el 23 de febrero también es un día que merece ser recordado por una cuestión más directamente futbolística y que, particularmente, descubrí hace bien poco. El asunto tiene que ver con la figura de Stanley Matthews, un histórico del fútbol británico sino también del mundial, puesto que se trata del primer jugador que fue premiado con el Balón de Oro, en 1956. Además, según aparece en la Wikipedia, “su carrera es la más larga de la historia de Inglaterra, pues debutó en el primer equipo del Store City F.C. en 1932 y no se retiró hasta 1965, a los 50 años”. Y, por si fuera poco, “también ostenta el récord de ser el goleador de más edad, al anotar un gol contra Irlanda del Norte el 10 de octubre de 1956, a los 41 años”.

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Imagen de http://www.dailymail.co.uk/

La relación de Matthews con el 23 de febrero se debe a que hoy se cumplen 17 años de su fallecimiento. Y así es como aparece en el relato “Matthews, el primero”, escrito por el periodista Joan Domènech y que podemos encontrar en el volumen “Relatos Solidarios del Deporte” del año 2012.

“Imperturbable, impasible, Stanley Matthews no se ríe, pero hace reír al estadio entero. Es, a su manera, un payaso de genio, el Charlie Chaplin del fútbol”, escribió Hanoi a modo de argumentación para la concesión del premio a un jugador modélico que nunca respondió a los golpes de algunos defensas muy malhumorados. “El hombre que nos enseñó el camino de cómo debía jugarse a fútbol”, dijo Pelé en su entierro. Matthews murió el 23 de febrero de 2000 y la ceremonia fúnebre, el 3 de marzo, atrajo a cien mil personas a Stoke-on-Trent. Sus cenizas yacen enterradas en el círculo central del Britannia Stadium. El campo del Stoke”.

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22 de febrero y… ¿una nueva premonición de Jordi Puntí?

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Seguramente hemos llegado al punto en el que una fecha como el 23 de febrero no tenga significado alguno para los más jóvenes. Para los que tenemos una edad, sin embargo, continúa siendo el día en el que alguien intentó dar un golpe de estado hace ya muchos años. Un día antes de aquel episodio, es decir, el 22 de febrero, la vida transcurría más o menos como siempre. Y dentro de esas rutinas habituales digamos que un importante porcentaje se lo llevaba el desarrollo de la liga.

El 22 de febrero de 1981, es decir, hace hoy exactamente 16 años, se celebraba la semanal dosis de encuentros de primera división. Seguramente, la inmensa mayoría de aficionados no podían imaginar lo que sucedería al día siguiente. Y seguramente, también, pocos recuerdan algún partido o resultado destacado de aquella jornada. Sin embargo, yo sí recuerdo perfectamente cómo concluyó uno de los enfrentamientos de aquel día. En concreto, el que disputaron dos históricos del fútbol español (Betis y Barça) en un no menos legendario estadio (el Benito Villamarín) que acabó con empate a un gol. ¿Y cómo lo sé? Pues porque esa fecha y ese resultado pasaron a formar parte del “Diario de música y deporte” que Jordi Puntí fue elaborando durante aquellos años.

Lo explica en su relato “Cuando era un Neeskens”, publicado en “Cuando nunca perdíamos”. Aquí tenéis el fragmento:

«Domingo 22 de febrero de 1981: el Barça ha empatado 1-1 con el Betis en el Benito Villamarín. Goles de Morán y Bernd Schuster.» Aquel Barça lo entrenaba Helenio herrera, precisamente. En él jugaba Quini, a quien habían secuestrado la temporada anterior. El Morán que marcó el gol del Betis era un extremo que acabó jugando en el Barça. Poco a poco, las anotaciones del diario se volvían algo más elaboradas. No me limitaba a apuntar el nombre de los goleadores, sino que comentaba alguna jugada o hablaba de algún futbolista del equipo contrario que me había gustado. Quizá pueda parecer presuntuoso, pero, tal como lo veo ahora, estaba descubriendo el fútbol, el juego más allá del juego, el papel individual de cada futbolista en el partido colectivo. La rapidez de Simonsen, el oportunismo de Quini, los pases largos de Schuster, los caracoleos de Carrasco… 

Y hasta aquí lo que podría ser un ejemplo más de la importancia del calendario en la literatura futbolera. Pero… un momento, porque aún hay más.

Quien sea un atento seguidor de este humilde blog recordará que Jordi Puntí, además de ser uno de los cracks de este Fútbol Club de Lectura, es el responsable de una extraña invocación: la del 13 de septiembre, acerca de la cual hablé en este artículo.

De forma resumida os diré que aquella invocación tenía que ver con algo que Puntí explicaba en el mismo relato al que acabo de hacer referencia. Tras hacer un repaso a jugadores brasileños que a lo largo de la historia han jugado en el Barça, en uno de los pasajes del texto habla de un centrocampista, Fausto dos Santos, y un portero, Jaguaré Bezerra de Vasconcelos, procedentes del Vasco de Gama que en 1931 hizo una gira por Europa.

Aquel año, y tras jugar algunos partidos en el Barça B, ambos fichajes debutaron en un Atlético de Madrid-Barcelona que acabó en empate a 2. Eso sucedió el 13 de septiembre de 1931. Y, caprichos del azar futbolístico literario, el 13 de septiembre de 2015, día en que leí el relato de Puntí, se volvía a jugar un Atlético de Madrid-Barça.

Pues bien. Justamente hoy en el que todo mi interés estaba concentrado en la fecha del 22 de febrero una nueva y posible invocación de Jordi Puntí toma forma. Porque, si continuamos leyendo el párrafo que antes he transcrito encontramos la siguiente referencia:

A veces recortaba fotos de los periódicos deportivos y los pegaba para ilustrar mi comentario. «El brasileño Dirceu juega en el Atlético de Madrid, pero es suplente. The Police publicarán un nuevo casete (sic, no tenía tocadiscos) que se llamará Ghost in the Machine, a ver si es tan bueno como todos los demás», apunté un día que el Barça perdió por el Atlético 1-0 en el Vicente Calderón, y parece como si la mención de The Police consiguiese calmarme de la decepción por la derrota.»

Ya lo habéis visto. De nuevo, un Atlético de Madrid-Barça. ¿Resultado final? 1 a 0 a favor de los rojiblancos. Y ahora la pregunta: ¿sabéis quien juega este domingo en el estadio Vicente Calderón? Pues sí: Atletico de Madrid y Barcelona.

Esperaremos impacientes el resultado.

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San Valentín y el amor en el fútbol

Hace un par de años publiqué un artículo en este blog que tenía por título «Fútbol y San Valentín».

Y hoy me ha parecido un buen día para recuperarlo. Es este:

 

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Hoy, día de San Valentín, vale la pena preguntarse si hay espacio para el amor en el fútbol. Y no me refiero solo al amor por un equipo, o al amor por el fútbol en general. Me refiero al amor que podemos encontrar entre las páginas de la literatura futbolera.

Historias de amor, más o menos, como la encontramos en «Lucha por la victoria«, de Gerard van Gemert, entre Hans y Femke:

Femke esbozó una tímida sonrisa y susurró:

– ¿Sabes que no solo me pareces un buen FUTBOLISTA?

Hans se preguntó qué querría decir con eso. Se le ocurrió una idea descabellada, pero ni se atrevió a considerarla, así que prefirió quedarse callado.

Femke siguió hablando:

– Me gustas mucho, Hans. Cuando estoy contigo, siento mariposas en el estómago.

Él la miró, alucinado.

– A mi me pasa lo mismo -consiguió balbucear.

Femke se echó a reir, y a continuación le tomó la cara entre las manos… y lo besó.

Por un momento, Hans se olvidó de todo. La cabeza le daba vueltas.

Cuando Femke lo soltó, Hans la contempló maravillado, le dedicó una amplia sonrisa y se puso en pie.

O como la declaración que encontramos en «El misteri dels àrbitres adormits«, primer número de la serie «Els futbolíssims«, de Roberto Santiago y publicada por Cruïlla. Una declaración de uno de los protagonistas, Francesc Parxet Cases hacia la Xantal, la jugadora más guapa de su equipo:

– La Xantal és una noia molt…, guapa i molt simpàtica i juga molt bé al futbol…, i a mi…, diaxò…, a mi m’agrada… Tampoc no és que m’agradi gaire, però, vaja, que si, que m’agrada… I aquesta nit he quedat amb ella al camp de futbol i estic una mica nerviós.

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Otro ejemplo de amor en la literatura futbolera es el que encontramos en «Fuera de juego«, de Miguel Ángel Ortiz:

Noelia cruzó los brazos.

– Ya lo sabes -dijo-. No te hagas el tonto.

– Dilo.

– Eres un payaso. -Se volvió a Fichu-. Él.

– ¿Quién?

– Fichu.

– Su nombre -dijo Koldo.

– No te cebes -dijo Salva-. Ya lo ha dicho.

– Su nombre, o fuera.

– Jesús.

– ¿Ves cómo no era tan difícil? -dijo Koldo acercándose a Fichu; le cogió por la barbilla, pero Fichu se revolvió-. Uhhh, las orejas rojas: amor del bueno.

Y, por si no es suficiente, aquí tenéis un par de ejemplos más del amor que podemos encontrar en la literatura futbolera.

Que paséis un buen y futbolero San Valentín!

13 de febrero: Día Mundial de la Radio, compañera inseparable del fútbol

 

 

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Hoy, 13 de febrero, se celebra el Día Mundial de la Radio. Tardes de domingo, radio, carrusel, fútbol… Seguramente, las retransmisiones radiofónicas han sido uno de los elementos que más han hecho por fomentar la afición futbolera. Escuchar aquellas voces que de manera apasionada explicaban lo que sucedía en terrenos de juego lejanos forma parte del paisaje sentimental de muchos de nosotros. Voces que acercaban goles y jugadas que se estaban produciendo en el Helmántico, en Las Gaunas, en el Benito Villamarín, en los campos de Sport del Sardinero, en la Romareda o en el Molinón.

La radio siempre ha tenido un encanto especial. Una puerta hacia otra dimensión. Y afortunadamente, pese a los avances tecnológicos, a la inmediatez con que la información llega hoy día hasta el último de los rincones, la voz del locutor sigue siendo insustituible, puesto que sus ojos modelan lo mismo que nuestros ojos ven, pero su voz es capaz de traducirlo en palabras que nosotros no habríamos sido capaces de encontrar.

La emisión radiofónica de un partido de fútbol es el complemento perfecto para la imagen que vemos. Del mismo modo que Eurovisión y Twitter han formado una inesperada pareja, el fútbol y la radio son un binomio insustituible. ¿Cuántos aficionados no acompañan lo que están viendo con un auricular en su oído para escuchar a su locutor favorito? ¿Cuántos futboleros, a la hora de mirar un partido por televisión, no quitan el volumen al aparato para poder centrarse en las indicaciones procedentes de una voz del más allá?

Fútbol y radio. En 1980 The Buggles cantaban que el vídeo mató a la estrella de la radio. Eran tiempos en los que parecía que los cambios tecnológicos terminarían por devorar elementos que formaban parte de nuestras vidas y parecían imperecederos. Por suerte, la radio sigue ahí, firme e insustituible, y sigue formando un tándem ganador con el fútbol.

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La presencia de ese binomio también se puede encontrar en la literatura futbolera. Un ejemplo de ello lo encontramos en la novela “El fantasista”, de Hernán Rivera Letelier, en el que a lo largo de la historia se va intercalando la narración radiofónica del inigualable Cachimoco Farfán, un espectacular locutor que habla para sus radioescuchas de lo que promete ser un partido histórico.

Explicar, describir, narrar, dibujar la realidad con palabras, con un lenguaje florido que es toda una delicia. Un magnífico homenaje a esos profesionales de la radio que son capaces de transmitir la pasión del fútbol utilizando como único vehículo la palabra y su voz.

 Y ahora, dejemos que Cachimoco Farfán tome el micrófono y comience su narración:

¡Buenos días, señoras y señores; buenos días, amables oyentes; pacientes todos, muy buenos días. Les habla como siempre su amigo Cachimoco Farfán, el más rápido relator deportivo de Coya Sur, el más rá- pido relator de la pampa salitrera, fenilanina hidrolasa y la purga que me parió, el más rápido relator del mundo después del maestro Darío Verdugo, por supuesto que sí, aquí estoy con ustedes, temprano por la mañana en este domingo esquizofrénico de sol, cataléptico de sol, aquí estoy, señora, señor, colorado, acalorado, sudando un mierdoso sudor espeso como medicamento, aquí estoy como siempre con mi leal herramienta de trabajo (este micrófono que unos carrilanos otopiorrentos me habían escondido ayer por la noche en el Rancho Huachipato), aquí estoy, señoras y señores, con las mismas ganas de siempre para llevar hasta ustedes los pormenores previos de lo que será esta memorable justa deportiva, el último partido jugado en nuestros dominios, el último partido que nuestra querida selección blanco-amarillo jugará como local, el último partido antes del fin del mundo para nosotros, por eso me encuentro aquí, en plena pampa rasa, bajo este sol albino, jumentoso de calor, vestido con este traje negro, este traje de muerto que demuestra todo mi duelo y mi congoja en este día tan especial para los coyinos, aquí me encuentro, a la orilla de nuestra querida cancha, nuestra gloriosa 34 cancha llena de tantos recuerdos lindos, de tantas alegrías inolvidables, de tantas penas también, por qué no decirlo, aquí estoy, aún solitario, acompañado sólo por las sombras de unos jotes que han comenzado a planear chancrosamente en el cielo, como anunciando la muerte, como presagiando el abandono y la desolación que caerá sobre este terreno de juego en donde estoy transmitiendo ahora para ustedes, completamente solo, como les digo, si no fuera por la sombra de esas aves agoreras y por la figura raquítica del hombrecito rayador de la cancha que en estos momentos acaba de llegar; sí, señora; sí, señor; sí, queridos radioescuchas, ahí ya vemos al anciano, ahí ya lo vemos encorvado como un campesino sacando papas en el desierto, con su destartalada carretilla de mano cargada de salitre, nuestro preciado oro blanco con que va remarcando las líneas; sí, amables pacientes, aquí ya está el nunca bien ponderado don Silvestre Pareto, que además de ser un buen rayador de canchas, es también, según las lenguas viperinas, el más implacable envenenador de perros al servicio del departamento de Bienestar; según estas lenguas gangrenosas, don Silvestre Pareto, con sus albóndigas envenenadas, ha exterminado más perros que judíos mataron los nazis allá por las Alemanias, ha matado más quiltros que cristianos mató la peste negra allá por las edades medias; pero en el fondo es buena gente este anciano, este hombrecito callado y eficiente como un estafilococo, siempre servicial, siempre atildado, siempre al pie del cañón, como ahora, en que al igual que todos los domingos del año, ya se encuentra trabajando en su «chacrita», como llama él a nuestro reducto deportivo (recordando tal vez los campos de sus sures natales), ahí está rayando y amononando la 35 cancha en donde, según dice llorando y moqueando cada vez que se emborracha, quisiera ser enterrado el día que entregue la herramienta, el día que cague pistola, el día que se pruebe el terno de madera, el día que la santa de su mujercita —como lo joroban los borrachos en los ranchos— termine envenenándolo como a un perro con sus propias albóndigas de estricnina servidas de almuerzo; sí, señora; sí señor, ahí está nuestro buen amigo Silvestre Pareto, bajo este sol purulento, comenzando a remarcar el círculo central con el pulso digno de un cirujano marcando la panza de una parturienta para proceder a una cesárea, ahí está trazando al puro ojo esa redondela cuyo centro es exactamente el lugar en donde este viejo otopiorrento quisiera que sepultaran sus congofílicos restos mortales, fenilanina hidrolasa y la purga que lo parió!

 

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12 de febrero en «Hormigas en botas de fútbol», de Blanca Álvarez

 

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Imagen de Tics artísticas

 

Esas “hormigas” de las que últimamente acostumbro a hablar vuelven a asomar sus antenas para recordar que hoy, 12 de febrero, habría cumplido 94 años uno de sus personajes.

Esta es la referencia:

En realidad, se había convertido en biblioteca, diccionario, hemeroteca y memoria colectiva.

            Minutos más tarde, contemplábamos en la pantalla los resultados de la búsqueda. Con las primeras líneas, ya se podía decir que aquello era una biografía limpia de oscuros pasados, favores y pagos por servicios.

             Pedro Domingo Expósito, nacido en Madrid el doce de febrero del veintitrés. Entra en la plantilla del Real en el año cuarenta y siete.

             – Le pagaron pronto el favor –exclamó Ángel.

            – Rosa dijo que Santiago estaba entre los «más buscados» por el Régimen.

            Seguía una larga lista de artículos y fotos de quien pronto comenzó a ser conocido como el Bala por su rapidez en el campo de juego.

            Una lesión en el cincuenta y seis. Homenaje en el cincuenta y siete con visita y audiencia en El Pardo.

            Después, silencio.

En “Hormigas en botas de fútbol”, de Blanca Álvarez.

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11 de febrero en «Un buen gol no se puede contar», de Pablo Santiago Chiquero. Maclein y Parker

 

Sombra tipo novela

Pablo Santiago Chiquero, en su magnífico “Once goles y la vida mientras”, publicado por Maclein y Parker, se inspira en once grandes momentos de la historia del fútbol para transformarlos en relato. Pero al hacerlo no se sitúa en el punto de vista de los jugadores o los equipos que los protagonizaron, sino desde la vivencia de personas anónimas de quienes acabamos conociendo de qué forma influyeron esos episodios en sus vidas.

Hoy, 11 de febrero, se cumplen 30 años de uno de esos goles. Lo marcó Emilio Butragueño contra el Cádiz, y es el telón de fondo del relato “Un buen gol no se puede contar”.

Así es como aparece la referencia a ese día en el texto.

Emilio Butragueño

Estadio Santiago Bernabéu (Madrid)

11 de febrero de 1987

 

Por la mañana, después de beber una taza de café, José pedaleó hasta el pueblo. Había sido ferroviario, pero llevaba catorce años jubilado y vivía solo desde la muerte de su mujer en un cortijillo que había sido de su familia. Llevaba una vida agradable y la salud aún lo respetaba. Le hacía feliz cultivar su huerto, criar palomas y gallinas y leer los diarios deportivos. Aunque le gustaba la soledad y no necesitaba compañía, dos años antes había comprado un televisor para ver los partidos de fútbol, pero la señal en el valle era mala y no siempre conseguía verlos.

 

Y aquí el vídeo del gol:

 

 

«Estimat Leo, volia escriure’t una carta però…», de Miquel y Daniel Arguimbau. Barcanova Editorial

 

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– Aquesta manera de veure les coses, les haig d’agrair a l’esport?

Em sorprèn quan diu això.

– Una mica, suposo…

– Doncs m’agrada l’esport.

(- Esa forma de ver las cosas, ¿tengo que agradecerla al deporte?

Me sorprende al decir eso.

– En parte, supongo…

– Pues me gusta el deporte.)

El deporte en general, y el fútbol en particular, son una escuela de valores y enseñanzas para la vida cuando se alejan de todo lo que no tenga que ver con su pura esencia. Si lo despojamos de los elementos contaminantes que en ocasiones lo envuelven –intereses económicos, ambiciones de poder- es una auténtica academia de la que extraer enseñanzas positivas.

Un magnífico ejemplo de ello es lo que encontramos en “Estimat Leo, volia escriure’t una carta, però…” (“Querido Leo, te quería escribir una carta, pero…”), escrita a cuatro manos por Arguimbau&Arguimbau (Miquel y Daniel, padre e hijo), y publicado por la Editorial Barcanova.

Escrito en catalán y en primera persona, está destinado a los lectores entre 8 y 14 años.

SINOPSIS

“Adrià aprende a perder dentro y fuera del terreno de juego de los sentimientos, cuando su mejor amigo también se enamora de la misma chica, la Sara.

En la vida, el 10 es un número muy importante. El lector deberá decidir si Adrià, su familia y sus amigos e incluso los profesores y entrenadores merecen un reconocimiento por sus actitudes y actuaciones en el día a día.

¿Hay humor? Sin duda.

¿Y mal rollo? Pues también.

¿Hay desánimo, frustración…? Hay superación.

¿Es un libro para chicos o para chicas? Este libro es para ti, te llames Sara o Adrià…


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Imagen de Miguel Arguimbau en el programa FAN Castelldefels

Tal y como explica la sinopsis, el núcleo de la historia de “Estimat Leo…” está en el conflicto que aparece entre dos amigos en cuanto ambos se interesan por Sara, la misma chica. Pero se trata de un planteamiento muy original al que llegamos después de conocer uno de los sueños de Adrià, jugador de un equipo de fútbol en la posición de portero.

A lo largo de la historia asistimos al nacimiento y evolución del problema entre dos de los protagonistas, y de qué modo intervienen el resto de elementos y personajes que forman parte de la novela: el entorno familiar, Maurutto, el amigo italiano de Adrià, Gardelo, el novio argentino de su hermana, o Sara y Pol.

“La Sara té raó: l’esport ens ensenya un munt de lliçons”.

«Sara tiene razón : el deporte nos enseña un montón de lecciones”.

Además, a lo largo de la historia aparecen diferentes situaciones en las que el fútbol puede ser útil para enfrentarse a determinadas situaciones de las vidas de un joven como Adrià. Una serie de enseñanzas que acaban confluyendo al final del libro. Y un ejemplo más de la positiva función que puede cumplir la relación entre fútbol y literatura.

Precisamente esa transmisión de valores es una de las razones por las que “Estimat Leo…” fue premiada con el Premi de Narrativa Infantil i Juvenil Guillem Cifre de Colonya 2016, por tratarse de un “canto al valor del deporte y la amistad, con una visión positiva y optimista de la vida de los jóvenes de hoy en día, que también tienen sus problemas pero que se acaban resolviendo en un final feliz y emocionante al mismo tiempo”.

Una lectura ideal para que ser propuesta y comentada por grupos de alumnos, por los abundantes temas y matices que en ella se pueden encontrar y con los que los jóvenes se podrán identificar plenamente.

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Imagen del blog de Literatura Infantil y Juvenil de la Editorial Barcanova.

Podéis leer el primer capítulo haciendo clic en este enlace.

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FutBlog: ¿Estoy viviendo una versión futbolero-literaria de «El show de Truman»?

 




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A veces me siento como el personaje que interpretaba Jim Carrey en “El show de Truman”. ¿Lo recordáis? Un tipo normal, con una vida aparentemente normal, pero que en realidad no es más que un títere inconsciente que deambulaba por un mundo totalmente planificado por otros. Protagonista de un programa de televisión con millones de espectadores que eran testigos de su día a día sin que él sospechara nada. Una vida teledirigida en la que todo cuanto sucedía estaba perfectamente programado.

¿Y por qué digo esto? Pues porque tal y como me he propuesto ir explicando en esta azarosa sección, a menudo me suceden cosas extrañas, como si algún oculto guionista estuviera empeñado en que mi cotidianidad literario-futbolera estuviera gobernada por las más inverosímiles y retorcidas coincidencias. Os explico la última.

(Por cierto: una más que se interpone en la que desde hace ya más de dos semanas tengo pendiente de explicar, la de las famosas “hormigas”, en relación a la cual el viernes vino a sumarse otro episodio que la refuerza aún más. Pero ya llegará el momento de explicarlo, si es que el destino me deja).

A lo que iba.

El domingo 29 de enero, tal y como expliqué en este artículo, fui hasta Mollerussa acompañando al equipo de mi hijo (el Alevín A del Calafell), con el objetivo de participar en un torneo de fútbol base en aquella localidad. Situada en el centro de Catalunya, y perteneciente a la provincia de Lleida, creo que disputé algún encuentro allí durante mi etapa de jugador juvenil. Es decir, hace más de 30 años. Desde entonces, no recuerdo haber pisado Mollerussa.

Cuatro días después, es decir, el jueves 2 de febrero, recibí con alborozo la llegada de un invasor a mi buzón. Se trata del libro “Estimat Leo, volia escriure’t una carta, però…”, de Miquel y Daniel Arguimbau y publicado por la editorial Barcanova. Esa misma noche comencé a leer sus primeras páginas, protagonizadas por un chico de 16 años cuyo nombre es Adrià y que juega de portero.

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El sábado 4 de febrero, a las 10 de la mañana, mi hijo tenía partido de liga en campo propio, así que a las 9 llegábamos los dos al campo. Él se dirigió hacia los vestuarios, y yo, para hacer tiempo, me volví al coche para continuar avanzando en la lectura de “Estimat Leo”. Al llegar a la página 22 descubro que el protagonista de la historia juega en el Igualada, un equipo de la provincia de Barcelona al que también me enfrenté en los tiempos de la prehistoria.

Mientras navegaba entre futboleros recuerdos del pasado percibí que ya faltaban pocos minutos para que comenzara el partido de mi hijo, así que decidí aparcar la lectura, salir del coche y observar el calentamiento que realizaban sobre el terreno de juego.

A las 11.15, aproximadamente, finalizó el partido, con victoria cómoda por parte de los nuestros. Cuando se dirigía hacia los vestuarios, mi hijo me vio en la grada, se acercó para saludarme y, a continuación, añadió:

– Después juega el infantil. ¿Nos podemos quedar a ver el partido?

El partido al que se refería era el que disputaría una hora después el Infantil A del Calafell, equipo que milita en una categoría (la Preferente) que acostumbra a ofrecer atractivos momentos de fútbol. Como no teníamos prisa, le dije que vale, que podíamos quedarnos a verlo, pese a que todavía faltaba casi una hora y media para que empezara.

Decidí hacer tiempo regresando al coche para retomar la lectura. Cuando me dirigía hacia el parking pasé por delante del tablón de anuncios en el que aparece la relación de los partidos que se juegan en ese día en el campo y busqué el rival del infantil.

Era el Igualada.

Sobresalto. Treinta años sin noticias de este equipo y ahora reaparecía ante mi por dos sitios. Y claro, pregunta inevitable que emergió a continuación. ¿Se llamará Adrià el portero del Igualada?

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Entré en el coche dándole vueltas a la coincidencia de que fuera precisamente ese equipo y no otro el rival de ese día. Pensé, además, que si aquel día estábamos allí era por una casualidad, ya que lo habitual es que el equipo de mi hijo juegue como local los domingos, y no los sábados.

Tomé nota mental del episodio para regresar a él y escribirlo en cuanto llegar a casa, y continué avanzando en la lectura. Cuando llegué a la página 57 os juro que me sentí igual que Truman cuando descubre que todo lo que le rodea no es más que una ficción diseñada por otros. Miré nervioso hacia un lado y a otro del interior del coche, convencido de que en algún lugar alguien había ocultado una cámara a través de la cual estaban observando mi reacción. Y es que esto es lo que leí en la página en cuestión:

“El patit va bé, distret, amb alternatives. A la primera part, faig bones parades i, tot i que el Mollerussa marca primer…”

¡¡¡¿¿¿El Mollerussa???!!!

¡¡¡El partido que aparece en el libro que estoy leyendo es un Igualada-Mollerussa!!!

¿No os parece cosa de brujas?

P.D. Por cierto. «Estimat Leo…» es un libro magnífico, una recomendable lectura para jóvenes de la que en unos días publicaré la reseña.

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