11 Intelectuales futboleros versus 11 intelectuales antifutbol

 

Viñeta de Forges

Como soy un tipo transversal, puedo decir que tengo amigos a quienes el fútbol no le interesa lo más mínimo. Que alguno de ellos tenga ese defecto tampoco es que me afecte demasiado, la verdad. Cada cuál tiene los gustos que tiene. A mi tampoco me gusta el queso y no por ello me han retirado la palabra mis colegas talibanes del roquefort. Aunque, ahora que lo pienso, jamás me invitan cuando celebran algo en una fondue.

Más que la desafección por el fútbol, me preocupa más el desinterés por la literatura futbolera de alguno de los más lectores. Aquí es donde me brota la vena peleona y acabo cayendo en discusiones literarias para intentar convencerles de su gran error. Ellos, normalmente, siempre recurren a lo mismo: «A Borges tampoco le gustaba el fútbol. Y, de rebote, seguro que no leía nada que tuviera que ver con ello«.

Hoy me he despertado con ganas de convencer al personal antiliteratura futbolera. Para ello, voy a utilizar la psicología inversa, a ver si de esa manera consigo algún adepto para la causa. En lugar de la típica alineación con los once autores de literatura futbolera, lo que he hecho ha sido convocar a once autores a los que el fútbol NO les interesa para nada. Con ellos sobre el terreno de juego, he montado un partido en el que los enfrento a once autores que sí son futboleros.

No he seguido ningún criterio especial a la hora de escoger ni a unos ni a otros. Afortunadamente, cuesta bastante más encontrar intelectuales antifútbol que a favor. En el caso de los favorables, podría haber escogido muchísimas otras citas. Las elegidas se deben únicamente a la intervención del azar.

A continuación, las alineaciones:

 

 

1. Jorge Luis Borges

«El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así».

2. Fernando Savater

«El espectador de fútbol no hace incesantemente más que perder. Mientras los equipos juegan, pierde los nervios; cuando su equipo es derrotado, pierde la compostura y la decencia; pero si su tribu vence, él pierde la cabeza».

3. Salvador Pániker

«¿Fútbol? ¡Panem et circenses! Es un negocio desmesurado y aborregante. En él se descansa de las ocupaciones del día, pero también es un lugar donde conseguirse una identidad colectiva: esta adhesión a un equipo es una necesidad antropológica. Poderte enajenar es un descanso ontológico, y los intelectuales han encontrado su coartada al culturizar el fútbol, con lo que además aparentan democratizarse».

4. Fernando Sánchez-Dragó

«Los adultos aficionados a ese deporte –a verlo, no a practicarlo– son personas que no han crecido. Adolescentes perpetuos, como lo son hoy casi todos los seres humanos. Vivimos en un mundo infantil. Basta encender la tele o ver lo que, excepciones aparte, se lee para comprobarlo».

5. Alejandro Jodorowsky

«Por un lado, canaliza el instinto gregario nacionalista, sirviendo de catarsis a los impulsos guerreros primitivos. Esto satisface el espíritu competitivo de los hombres de conciencia poco desarrollada. Sin embargo cabe preguntarse el porqué de esta inmensa atracción hacia el futbol, sobrepasando a las otras actividades deportivas. Creo poder explicarlo: el ser humano, al mismo tiempo que es atraído por impulsos cavernarios, también es objeto de una fascinación por lo sagrado. Y el futbol reúne estos dos aspectos».

6. Umberto Eco

«Yo no odio al futbol, yo odio a los apasionados del futbol. El aficionado tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no eres aficionado, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras».

7. Óscar Wilde

«El rugby es un juego de bárbaros practicado por caballeros; el futbol, un juego de caballeros practicado por bárbaros».

8. Fernando Marías

«El aborregamiento del fútbol es evidente. Recelo cuando veo que todos se visten igual y gritan las mismas consignas enclaustradas y obsoletas. La psicología de masas del fascismo juega un papel en toda esa agitación. Aunque lo más molesto es el ruido: mi partido ideal sería en blanco y negro, en «fast-forward» y con Chaplin entre los jugadores».

9. Juan José Sebreli

«El acto de patear una pelota es ya de por sí esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder, amén de que la picardía de vencer al adversario basada en la trampa, la mentira, el disimulo, la zancadilla, tan alabada por todos los apologistas del fútbol como una forma de inteligencia natural y espontánea, no es sino una característica de la personalidad autoritaria».

10. Guillermo Cabrera Infante

«Ese juego nefasto incita a la violencia porque es violento en sí mismo: se juega con los pies, y pocos movimientos hay tan feroces como el que supone dar una patada».

11. George Orwell

«Hay ya bastantes causas reales de conflicto para que además las incrementemos incitando a los jóvenes a darse patadas en las tibias en medio del rugido de los espectadores enfurecidos».

 

 

1. Camilo José Cela

«El intelectual debe interesarse por todo lo que está vivo, y el fútbol lo está».

2. J. B. Priestly

«Decir que pagaron para ver a 22 mercenarios dar patadas a un balón es como decir que un violín es madera y tripa, y Hamlet papel y tinta».

3. Gabriel García Márquez

«No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo ahora es convertir a alguien».

4. Dante Panzieri

 «Asociar el fútbol a las letras y las artes puede parecer irrespetuoso, pero, operando siempre sobre el supuesto de que fútbol y deporte son integrantes del hombre lúdico que juega cuando cultiva su intelecto en aquello que le divierte, la asociación de fútbol y humanismo intelectual no parece tan disparatada».

 5. Ricardo Piglia

«Estoy siempre más atento a los jugadores que a los equipos, a las individualidades más que a la disposición táctica. En el fútbol, como en la literatura, lo que interesa es la creatividad y el estilo».

6. Juan Cruz

«El fútbol no es una tontería y no es tan solo un juego en el campo, es un juego de metáforas que luego tienen un correlato en la escritura».

7. Santiago Segurola

«Los grandes países futbolísticos son aquellos que tienen un gran discurso literario».

8. Manuel Rivas

«Yo tampoco sé si el fútbol puede ser definido como arte, pero sí que estoy seguro de que el irlandés Best era un artista. Tenía ideas en la cabeza, ponía todo el cuerpo en vilo, y conseguía transmitirlas hasta la punta de los dos pies».

9. Almudena Grandes

«El fútbol es como la vida, una educación sentimental. Pretender que sea algo banal sería como trivializar la vida misma. Esa idea de que el fútbol atonta a la gente y aliena a las personas en una sociedad con esta degradación me parece estúpida, hay cosas mucho peores».

10. Santiago Roncagliolo

«El fútbol es el máximo teatro de nuestra identidad. Es donde todos ponemos en juego en un escenario lo que somos, lo que deseamos, lo que aspiramos como sociedad. Además, es estéticamente hermoso ver los movimientos de los equipos».

11. Laura Restrepo

«Para mí Pelé ha sido un dios, Chilavert un papá, Maradona un ídolo, Batistuta un amor imposible, el Palomo Usuriaga un sex symbol, el Pibe Valderrama un hermano y Ronaldinho Gaúcho -meu mininho mais lindo-, el otro hijo que siempre quise tener».

 

 

 

Martes de Carnaval: 1800 años del primer partido de fútbol

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Imagen de www.http://jorgegatocruzteista.blogspot.com.es


Hoy es Martes de Carnaval, el último día de Carnaval, el anterior al Miércoles de Ceniza, con el que se da comienzo a la Cuaresma. Hasta aquí la explicación académica. Porque a nosotros nos interesa mucho más el hecho de que hoy, según refieren algunos estudios, se cumplirían exactamente 1800 de la celebración del primer partido de fútbol. Se trata del que se disputó en la población inglesa de Derby el martes de Carnaval del 217 d. C.

Se pueden encontrar numerosas referencias a este episodio histórico. Por ejemplo, la primera parte de “Épica y lírica del fútbol” de Julián García Candau, ofrece una completísima introducción histórica a la evolución del fútbol, incluyendo referencias a la presencia de ese antepasado del fútbol durante la celebración de los carnavales:

“En aquella ocasión, la ciudad llevaba sitiada cinco meses por las tropas de Carlos I de España y V de Alemania. El asedio duró desde septiembre de 1529 a agosto de 1530. La ciudad estaba sitiada y no se recordaba un carnaval sin parido de «calcio». Pandolfo Puccini, el más famoso de los Gastadores de Florencia, sugirió la posibilidad de jugar un partido, cuyo interés legítimo estaba en que las tropas sitiadoras vieran, desde fuera, la celebración del mismo, lo que venía a significar que la moral de los defensores era alta”.

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Otra referencia es la que encontramos en el libro “Umberto Eco y el fútbol”, de Peter Pericles Trifonas y publicado por la Editorial Gedisa. Un fragmento de la contraportada del libro hace referencia a que “el fútbol es más que un juego; es un sistema de signos que codifica las experiencias y le da significados a diversos niveles. Permite al espectador leer la vida con ayuda de los recursos mediáticos que orientan y controlan nuestra visión de las experiencias”.

Si nos adentramos en el terreno de la interpretación de los signos y la semiótica, el referente es Eco. Y, así, seguimos leyendo: “Umberto Eco y el fútbol” muestra a Eco entregado a la crítica cultural, quien avanza por los caminos sinuosos de los signos de la cultura con la mirada aguda y atenta a los detalles olvidados del gran texto de la vida, sus equívocos e interpretaciones erróneas”.

Y, a continuación, el texto continúa haciendo referencia al partido celebrado el 217 en el marco de las celebraciones de carnaval:

“… Eco hace gala de una acerada ironía cuando afirma que ama los deportes «peligrosos» (como el fútbol) por su tendencia a eliminar una de las grandes lacras de la humanidad: el Homo sportivus, el plusmarquista atlético, permitiendo así que el común de los mortales siga poblando la tierra en anónima mediocridad.

Al establecer una comparación directa entre el fútbol y los juegos circenses –y más concretamente el espectáculo de los gladiadores en el Circo Máximo- Eco alude a las raíces históricas del deporte en el espectáculo de euforia, libertinaje y usurpación que supone la celebración de una victoria bélica. El primer partido del que se tiene constancia data del martes de Carnaval del año 217 d.C., en lo que hoy conocemos como Derby, Inglaterra. El «fútbol» se jugaba como parte de los fastos con que se celebraba una decisiva victoria militar sobre una guarnición romana. En el año 1175, el partido del martes de Carnaval ya se había convertido en un acontecimiento anual. Más tarde, la implantación del rugby hacia el año 1823 trajo consigo la confusión entre los nombres de ambos deportes, y la palabra «soccer» -abreviatura de «association football»- surgió con la fundación de la London Football Association (1863), destinada a promocionar el deporte que ponía el énfasis en la introducción de la pelota en la portería mediante una patada. La mayoría de las formas modernas de fútbol no son sino adaptaciones de juegos ancestrales, como el harpaston o harpastrum, que se jugaba en las antiguas Grecia y Roma, y que aún hoy se practica en la región de la Toscana y en Florencia bajo el nombre de calcio, que es también como se conoce el fútbol hoy en día en Italia.

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Umberto Eco y el fútbol

Imagen de www.pamboleras.com

 

El viernes falleció a los 84 años Umberto Eco, uno de los grandes representantes de la alta cultura que, además, tuvo la extraña facultad de situar su objetivo y capacidad de análisis en la cultura popular. Conocido por las masas gracias a «El nombre de la rosa» (una novela que quizá podría calificarse de best-seller erudito), siempre mantuvo un marcado distanciamiento con el mundo del fútbol. Sin embargo, y aunque resulte paradójico, esta aparente animadversión (no hacia este deporte en sí, sino al fanatismo que lo envuelve) no evitó que nos regalara con algunas líneas que vale la pena recordar hoy aquí.

En concreto, podemos encontrar algunas referencias en su artículo «El mundial y sus pompas«, recogido en su obra de ensayos «La estrategia de la ilusión» (Lumen, 1986), como por ejemplo:

«Se puede ocupar una catedral y sólo habrá algún obispo que proteste, algunos católicos conmocionados, un grupo de disidentes favorable, la izquierda que será indulgente y los laicos históricos (en el fondo) felices. Se puede ocupar la sede central de un partido, y los demás partidos, más o menos solidarios, pensarán que se lo merece. Pero si alguien ocupase un estadio, aparte de las reacciones inmediatas que esto provocaría, nadie sería solidario: la Iglesia, la Izquierda, la Derecha, el Estado, la Magistratura, los Chinos, la Liga por el Divorcio y los Anarcosindicalistas, todos pondrían al criminal en la picota»

 

En 1990, con motivo de la celebración del Mundial de Italia, se publicó el artículo que podéis leer a continuación, una ligera adaptación del que bajo el título «Cómo no hablar de fútbol» se puede encontrar en su obra «Segundo diario mínimo«, una recopilación de escritos breves publicada en 1992.

 

Odio a las hinchas, no al fútbol

Lo había olvidado. No te telefonean sólo para hacerte preguntas como «¿qué piensa de la muerte de Pertini?». Las llamadas son ahora sobre el Mundial y de dos categorías. Existe el cronista desinformado que no sabe nada de mis opiniones sobre el fútbol y quiere saber lo que pienso sobre el campeonato y el que ha leído varios de mis artículos, sobre todo los de L’Espresso, a través de los cuales me he conquistado una mala fama, y quiere la opinión de un enemigo declarado del fútbol. En el segundo caso se trata de un equívoco. Yo no tengo nada contra el fútbol. No voy a los estadios por la misma razón que no iría a dormir por la noche a los pasos subterráneos de la Estación Central de Milán (o a pasear por Central Park, de Nueva York, pasadas las seis), pero, si se presenta la ocasión, veo un buen partido con interés y placer en la televisión porque aprecio los méritos de este noble deporte. Yo no odio el fútbol. Yo odio a sus fanáticos.

No se entienda mal. Yo guardo hacia los hinchas los mismos sentimientos de la Liga Lombarda hacia los extracomunitarios: «No soy racista, siempre que se queden en su casa». Por su casa entiendo los sitios en que se reúnen y los estadios y no me preocupa lo que suceda en ellos. Casi prefiero que vengan los de Liverpool, pues, por lo menos, me divertirán las crónicas: si se trata de un circo, que corra la sangre.

No me gusta el hincha porque tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres e insiste en hablar contigo como si lo fueras. Un ejemplo. Yo toco la flauta dulce (cada vez peor, según Luciano Berio, aunque que los grandes maestros me sigan tan atentamente me produce satisfacción). Supongamos que estoy en un tren y le digo al señor de enfrente simplemente por charlar: «¿Ha oído el último compacto de Franz Bruggen?». «¿Cómo dice?». «Me refiero a La pavana lachryme; al principio, es un poco lenta». «Perdone, no entiendo». «Hablo de Van Eyck, ¿no? [silabeando] el Blockflote». «Mire, es que yo… ¿se toca con el arco?». «Ah, ya entiendo, usted no…». «Yo no…». «Curioso. ¿Sabe usted que para tener un Cooisma hecho a mano hay que esperar tres años? Para eso es preferible un Mosck de ébano. Es el mejor de los que existen en el mercado. Lo ha dicho incluso Gazzelloni. Oiga, ¿usted llega hasta la quinta variación de Derdre doen Daphne d’over?» «Pues verá, yo voy a Parma…». «Ah, usted toca en F y no en C. Sí, da más satisfacciones. ¿Sabe que he descubierto una sonata de Loeillet que…». «¿De Loli… qué?». «Me gustaría ver lo que hace con las fantasías de Telemann. ¿Usted llega? ¿No empleará por casualidad la digitación alemana?». «Verá, los alemanes… El BMW será un buen coche, pero…». «Entendido, entendido. Usa la digitación barroca. Justo. Mire, los de Saint Martin in the Fields…».

Los mundos posibles

Bien, no sé si me he explicado. Pero seguro que ustedes estarían de acuerdo con que mi desafortunado compañero de viaje se agarrara a la palanca del freno de emergencia. Pues lo mismo sucede con el hincha. La situación es difícil con los taxistas: «¿Ha visto a Vialli?». «No, debe de haber venido cuando yo estaba fuera». «Pero esta noche verá el partido, ¿no?». «No, tengo que trabajar en el libro Zeta de la Metafísica, el Estagirita, ¿sabe?». «Bueno, véalo y ya me dirá. Para mí, Van Basten puede ser el Maramundo del 90″.

Y venga a darle, como si hablara con un muro. No es que a él no le importe nada que a mí no me importe nada. Es que no puede concebir que a alguien no le importe nada. No lo comprendería ni aunque tuviese tres ojos y dos antenas. No tiene ni siquiera noción de la diversidad, variedad e incomparabilidad de los mundos posibles.

He puesto el ejemplo del taxista, pero habría sido igual si me hubiese referido a las clases hegemónicas. Sucede lo mismo que con la úlcera, que ataca tanto al rico como al pobre. Lo curioso es que criaturas tan convencidas de que todos los hombres son iguales están siempre dispuestas a partirle la cabeza al hincha de la provincia limítrofe. Este chovinismo ecuménico me admira. Es como si los de la Liga dijeran: «Dejad que los africanos vengan a nosotros. Así les podremos zurrar a gusto».

Umberto Eco es ensayista, profesor universitario y novelista.

Y para terminar este artículo, vale la pena citar la existencia de «Umberto Eco y el fútbol«, un libro de Peter Pericles Trifonas.

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