Trilogía de fútbol y literatura para el Día Mundial de la Radio

Como cada 13 de febrero, se celebra hoy el Día Mundial de la Radio, medio de comunicación inseparable del fútbol. La radio es narración oral, así que aquí van tres obras futboleras en las que la oralidad es protagonista de las historias.

El fantasista, de Hernán Rivera Letelier (Alfaguara, 200)

Una novela en la que uno de los personajes es el peculiar Cuachimoco Farfán, comentarista de partidos que alterna, en sus narraciones, los términos futbolísticos con los médicos, como por ejemplo aquí:

¡Buenos días, señoras y señores; buenos días, amables oyentes; pacientes todos, muy buenos días. Les habla como siempre su amigo Cachimoco Farfán, el más rápido relator deportivo de Coya Sur, el más rá- pido relator de la pampa salitrera, fenilanina hidrolasa y la purga que me parió, el más rápido relator del mundo después del maestro Darío Verdugo, por supuesto que sí, aquí estoy con ustedes, temprano por la mañana en este domingo esquizofrénico de sol, cataléptico de sol, aquí estoy, señora, señor, colorado, acalorado, sudando un mierdoso sudor espeso como medicamento, aquí estoy como siempre con mi leal herramienta de trabajo (este micrófono que unos carrilanos otopiorrentos me habían escondido ayer por la noche en el Rancho Huachipato), aquí estoy, señoras y señores, con las mismas ganas de siempre para llevar hasta ustedes los pormenores previos de lo que será esta memorable justa deportiva, el último partido jugado en nuestros dominios, el último partido que nuestra querida selección blanco-amarillo jugará como local, el último partido antes del fin del mundo para nosotros, por eso me encuentro aquí, en plena pampa rasa, bajo este sol albino, jumentoso de calor, vestido con este traje negro, este traje de muerto que demuestra todo mi duelo y mi congoja en este día tan especial para los coyinos, aquí me encuentro, a la orilla de nuestra querida cancha, nuestra gloriosa 34 cancha llena de tantos recuerdos lindos, de tantas alegrías inolvidables, de tantas penas también, por qué no decirlo, aquí estoy, aún solitario, acompañado sólo por las sombras de unos jotes que han comenzado a planear chancrosamente en el cielo, como anunciando la muerte, como presagiando el abandono y la desolación que caerá sobre este terreno de juego en donde estoy transmitiendo ahora para ustedes, completamente solo, como les digo, si no fuera por la sombra de esas aves agoreras y por la figura raquítica del hombrecito rayador de la cancha que en estos momentos acaba de llegar; sí, señora; sí, señor; sí, queridos radioescuchas, ahí ya vemos al anciano, ahí ya lo vemos encorvado como un campesino sacando papas en el desierto, con su destartalada carretilla de mano cargada de salitre, nuestro preciado oro blanco con que va remarcando las líneas; sí, amables pacientes, aquí ya está el nunca bien ponderado don Silvestre Pareto, que además de ser un buen rayador de canchas, es también, según las lenguas viperinas, el más implacable envenenador de perros al servicio del departamento de Bienestar; según estas lenguas gangrenosas, don Silvestre Pareto, con sus albóndigas envenenadas, ha exterminado más perros que judíos mataron los nazis allá por las Alemanias, ha matado más quiltros que cristianos mató la peste negra allá por las edades medias; pero en el fondo es buena gente este anciano, este hombrecito callado y eficiente como un estafilococo, siempre servicial, siempre atildado, siempre al pie del cañón, como ahora, en que al igual que todos los domingos del año, ya se encuentra trabajando en su «chacrita», como llama él a nuestro reducto deportivo (recordando tal vez los campos de sus sures natales), ahí está rayando y amononando la 35 cancha en donde, según dice llorando y moqueando cada vez que se emborracha, quisiera ser enterrado el día que entregue la herramienta, el día que cague pistola, el día que se pruebe el terno de madera, el día que la santa de su mujercita —como lo joroban los borrachos en los ranchos— termine envenenándolo como a un perro con sus propias albóndigas de estricnina servidas de almuerzo; sí, señora; sí señor, ahí está nuestro buen amigo Silvestre Pareto, bajo este sol purulento, comenzando a remarcar el círculo central con el pulso digno de un cirujano marcando la panza de una parturienta para proceder a una cesárea, ahí está trazando al puro ojo esa redondela cuyo centro es exactamente el lugar en donde este viejo otopiorrento quisiera que sepultaran sus congofílicos restos mortales, fenilanina hidrolasa y la purga que lo parió!

Desde los ojos de Lucas, de Juan Carlos Quezadas (A Buen Paso, 2015)

La fabulación del futbol desde un barco en alta mar. Una demostración de lo que la palabra hace por el balompié. Un estilo poético, en frases breves, contundentes, lleno de alusiones sutiles. Es entrañable la idea del futbol como alimento de hombres solos. (Juan Villoro)
La palabra es la fuerza esencial que da forma al universo. Lucas lo sabe y cada noche se dedica a forjar historias para que los marineros de un barco que se encuentra siempre al otro lado del mundo mantengan la esperanza. Lucas ha visto todos los partidos de futbol, absolutamente todos, y en medio del mar se encarga de recrear para aquellos hombres solitarios los vaivenes y los sueños y las alegrías que esos juegos han desatado.Al caer la noche la oscura pared de su camarote se convierte en una pantalla donde se reflejan los colores más hermosos, jugadas imposibles, batallas que dejan herido el corazón. Desde los ojos de Lucas, un cuento para leer el futbol de otra manera.

El chico que relataba partidos de futbol, de Pablo di Pietro (Ediciones del Dragón, 2017)

Al cumplirse un nuevo aniversario de la Guerra de las Malvinas, Nacho, un periodista en plena crisis de los cuarenta, publica una semblanza sobre Sosita, el ídolo futbolístico de su infancia, que combatió en las islas, y de quien perdió el rastro. Poco después, recibe el llamado de una mujer que dice ser la viuda de Sosita. A partir de ahí, Nacho repasará su niñez teñida de fútbol, reconstruirá la historia de su amistad con el goleador y descubrirá que las cosas no ocurrieron exactamente como las evocaba.

Este es el argumento central de El chico que relataba partidos de fútbol. Su telón de fondo, las peleas entre familiares peronistas y antiperonistas, la dictadura militar, el Mundial ’78 y, especialmente, los delirantes días de la guerra en el Atlántico Sur. El protagonista vivirá intensamente su pasión por “el más popular de los deportes” y le servirá de refugio o de fuga ante las situaciones que deberá atravesar.

Plagada de personajes y de escenas entrañables, haciendo equilibrio sobre la delgada línea que separa la realidad de la ficción, El chico que relataba partidos de fútbol atrapa y no suelta hasta el final. Detrás de su inocente apariencia, sin embargo, ofrece una singular mirada sobre la Guerra de las Malvinas, al mismo tiempo que reflexiona sobre lo agujeros de la memoria y las miserias del exitismo.

FutBlog capítulo 14: tres emisoras de radio en cuatro días o el influjo de Cachimoco Farfán

 

Hacía algún tiempo que la sección más paranormal de este blog –FutBlog. Sucesos paranormales del fútbol y la literatura– estaba en estado catatónico. La causa de ello no era que de repente me hubieran dejado de suceder episodios dignos de la versión más avanzada de “Poltergeist”. Ni mucho menos, puesto que el territorio en el que fútbol y literatura se transforman en vivencias inexplicables continúa siendo fértil. La realidad es que si durante todo este tiempo no he explicado anécdota alguna ha sido, simple y llanamente, por falta de tiempo. Pero hoy regreso para contaros la última. Una nueva carambola del destino que me ha enviado, esta vez, por las etéreas ondas radiofónicas.

El caso es que mi relación con el mundo radiofónico –desde un punto de vista futbolístico-literario- era, hasta hace un tiempo, más bien escasa, por no decir nula. Para ser más exactos, mi único nexo de unión con el tridente fútbol-libros-radio se limitaba al disfrute de la locución que el peculiar Cachimoco Farfán hacía desde las páginas de “El fantasista”, de Hernán Rivera Letelier.

Sin embargo, hace unos meses participé en el programa l’Alambí, un programa dedicado a la novela negra de una emisora local, Bellvei Rádio, cuyo conductor es Ramon Valls, un autor con varias obras de este género publicadas. Mi intervención, como no podía ser de otra manera, consistió en ofrecer algunos ejemplos de lecturas de esta temática en las que el fútbol estuviera por medio. Los ejemplos son abundantes, y por citar algunos hablé de “El delantero centro fue asesinado al atardecer” de Manuel Vázquez Montalbán, de la trilogía de Philip Kerr protagonizada por Scott Manson, de “Las cuatro torres” de Leandro Pérez, o de “El último milagro”, de Horacio Convertini, entre otros.

 

 

Tras ese día, mi presencia radiofónica volvió a sumirse en el más absoluto de los vacíos, hasta que recibí la interesante oportunidad que se me brindaba desde el programa “Pase de Página”, dedicado a hablar de fútbol y cultura, conducido por Jorge Arroyo y que se emite los miércoles, cada quince días, a través de la emisora del Sevilla FC. Aunque soy un desastre para las fechas, recuerdo perfectamente qué día se produjo mi debut en el citado programa: el 24 de enero de 2018. Lo recuerdo porque coincidía con el cumpleaños de mi hijo. Desde entonces, creo que ya son siete u ocho los programas en los que he tenido la ocasión de hacer una modesta colaboración.

Pase de Página” me ha abierto la puerta a saltar al terreno de juego de las ondas de una forma más o menos estable. Y, al mismo tiempo, y ahora viene lo paranormal, es posible que haya invocado al espíritu del submundo hertziano que, durante los últimos días, se ha mostrado caprichosamente interesado en mi presencia.

¿Por qué digo esto? Pues porque después de años de no tener contacto alguno con el mundo de la radio, en tan solo cuatro días lo he tenido, para hablar de fútbol y literatura… ¡con tres emisoras diferentes!

 

El primer contacto se produjo como consecuencia de la publicación del libro “Recuerdos con historia”, de la Agrupación de Veteranos de la UE Cornellà, en el que he hecho de coordinador junto a mi compañero y amigo Jordi Jiménez Gamero (Jorge Gamero). El acto se celebró el martes día 17, y desde Ràdio Cornellà, la emisora local, nos invitaron a participar en el programa que harían el domingo 22 con motivo de los actos de la Diada de Sant Jordi. Mi amigo, esa mañana, la tenía ocupada, y yo, por una curiosa carambola, la tenía libre, lo que me permitió poder hablar durante unos minutos acerca del libro en cuestión.

El día siguiente era lunes 23, Diada de Sant Jordi y Día del Libro. El responsable de “La Calaixera”, un programa de radio local del lugar en el que vivo, pidió poder hacer el especial desde la biblioteca pública Terra Baixa del Vendrell, en la que estoy empleado. Se hablaría, evidentemente, de libros, y tuve la ocasión de participar hablando, cómo no, de novedades literarias… futboleras. O sea: dos días, dos programas.

Y dos días después, el miércoles 25, y como cada quince días, tocaba programa “Pase de Página”. Mi colaboración, en esa ocasión, consistió en una referencia a la afición por la numerología de Johan Cruyff. Tercera aparición en cuatro días.

 

 

Como no tengo la capacidad de oratoria de Cachimoco, será mejor que le ceda a él la palabra y que os deje con un fragmento que demuestra las posibilidades de trasladar el mundo de la narración radiofónica del fútbol al campo de la literatura:

 

¡Ya es casi mediodía en la pampa, señora, señor, enfermos míos; ya casi son las doce de este domingo 2 de noviembre y el calor aquí es infernal, los jotes están cayendo asados y las moscas llegan a chirriar en las calaminas ardientes; sí, amables radioescuchas, el azul del cielo llega a doler en los ojos de puro luminoso y el puto sol hemofílico del desierto está picando como sólo pica el puto sol hemofílico del desierto, y aquí me encuentro yo, Cachimoco Farfán, transmitiendo en onda corta y en onda larga para todos ustedes, llevándoles los instantes previos al último partido entre las selecciones de María Elena y Coya Sur, entre los Cometierra y los Comemuertos, el más famoso clásico salitrero de todos los tiempos, partido que está programado, si Dios no dispone otra cosa, para las cuatro de la tarde, hora en que, como todo el mundo sabe, comienzan a arreciar los más tierrosos vientos de la pampa, y aunque aún faltan cuatro horas y cinco minutos exactos, según el reloj de la pulpería, aunque aún falta todo ese tiempo para que el señor árbitro dé el pitazo inicial, ya vemos cómo desde el campamento comienza a llegar público a la cancha, comienzan a llegar en primer lugar los perros de siempre, los primeros niños y los primeros vendedores ambulantes…

 

2 de noviembre: «El fantasista» y Cachimoco Farfán

 

 

 

Si existiera un aparato de radio capaz de sintonizar con el mundo de la ficción, hoy, 2 de noviembre, buscaría en su dial la emisora desde la que transmite los partidos Cachimoco Farfán, “el más rápido relator deportivo de Coya Sur, el más rápido relator de la pampa salitrera, fenilanina hidrolasa y la purga que me parió, el más rápido relator del mundo después del maestro Darío Verdugo”.

Cachimoco es uno de los estrambóticos personajes que deambulan por las páginas de “El fantasista”, una novela escrita por Hernán Rivera Letelier y publicada en el 2006. En la página que la wikipedia le dedica se explica que en ella “el autor aborda el mundo del fútbol amateur tomando como eje central a la rivalidad de dos equipos de oficinas salitreras en decadencia durante los inicios de la Dictadura Militar en Chile”.

El título del libro hace referencia al apodo de uno de sus protagonistas, Expedito González, el “Fantasista» que llega a salvar a Coya Sur, y a quien también denominan “el Mesías”. Le acompaña la Colorina, que padece amnesia, y deambulan por las páginas de la novela otros peculiares personajes como El Choche Maravilla, el “pata de diablo”, el “California” o el mismo Cachimoco Farfán, el comentarista de partidos que intercala en sus narraciones toda la terminología médica de que es capaz.

 

 

Hoy, como decía, es el día idóneo para deleitarse con la retransmisión de Cachimoco, puesto que a las cuatro de la tarde de este 2 de noviembre se celebrará el último partido entre las selecciones de María Elena y Coya Sur, el más famoso clásico salitrero de todos los tiempos.

Pero dejemos que sea Cachimoco quien nos narre la previa del partido:

 

¡Ya es casi mediodía en la pampa, señora, señor, enfermos míos; ya casi son las doce de este domingo 2 de noviembre y el calor aquí es infernal, los jotes están cayendo asados y las moscas llegan a chirriar en las calaminas ardientes; sí, amables radioescuchas, el azul del cielo llega a doler en los ojos de puro luminoso y el puto sol hemofílico del desierto está picando como sólo pica el puto sol hemofílico del desierto, y aquí me encuentro yo, Cachimoco Farfán, transmitiendo en onda corta y en onda larga para todos ustedes, llevándoles los instantes previos al último partido entre las selecciones de María Elena y Coya Sur, entre los Cometierra y los Comemuertos, el más famoso clásico salitrero de todos los tiempos, partido que está programado, si Dios no dispone otra cosa, para las cuatro de la tarde, hora en que, como todo el mundo sabe, comienzan a arreciar los más tierrosos vientos de la pampa, y aunque aún faltan cuatro horas y cinco minutos exactos, según el reloj de la pulpería, aunque aún falta todo ese tiempo para que el señor árbitro dé el pitazo inicial, ya vemos cómo desde el campamento comienza a llegar público a la cancha, comienzan a llegar en primer lugar los perros de siempre, los primeros niños y los primeros vendedores ambulantes…

 

13 de febrero: Día Mundial de la Radio, compañera inseparable del fútbol

 

 

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Imagen de www.elfutbolesinjusto.com

 

 

Hoy, 13 de febrero, se celebra el Día Mundial de la Radio. Tardes de domingo, radio, carrusel, fútbol… Seguramente, las retransmisiones radiofónicas han sido uno de los elementos que más han hecho por fomentar la afición futbolera. Escuchar aquellas voces que de manera apasionada explicaban lo que sucedía en terrenos de juego lejanos forma parte del paisaje sentimental de muchos de nosotros. Voces que acercaban goles y jugadas que se estaban produciendo en el Helmántico, en Las Gaunas, en el Benito Villamarín, en los campos de Sport del Sardinero, en la Romareda o en el Molinón.

La radio siempre ha tenido un encanto especial. Una puerta hacia otra dimensión. Y afortunadamente, pese a los avances tecnológicos, a la inmediatez con que la información llega hoy día hasta el último de los rincones, la voz del locutor sigue siendo insustituible, puesto que sus ojos modelan lo mismo que nuestros ojos ven, pero su voz es capaz de traducirlo en palabras que nosotros no habríamos sido capaces de encontrar.

La emisión radiofónica de un partido de fútbol es el complemento perfecto para la imagen que vemos. Del mismo modo que Eurovisión y Twitter han formado una inesperada pareja, el fútbol y la radio son un binomio insustituible. ¿Cuántos aficionados no acompañan lo que están viendo con un auricular en su oído para escuchar a su locutor favorito? ¿Cuántos futboleros, a la hora de mirar un partido por televisión, no quitan el volumen al aparato para poder centrarse en las indicaciones procedentes de una voz del más allá?

Fútbol y radio. En 1980 The Buggles cantaban que el vídeo mató a la estrella de la radio. Eran tiempos en los que parecía que los cambios tecnológicos terminarían por devorar elementos que formaban parte de nuestras vidas y parecían imperecederos. Por suerte, la radio sigue ahí, firme e insustituible, y sigue formando un tándem ganador con el fútbol.

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Imagen de Desdlos11metros

La presencia de ese binomio también se puede encontrar en la literatura futbolera. Un ejemplo de ello lo encontramos en la novela “El fantasista”, de Hernán Rivera Letelier, en el que a lo largo de la historia se va intercalando la narración radiofónica del inigualable Cachimoco Farfán, un espectacular locutor que habla para sus radioescuchas de lo que promete ser un partido histórico.

Explicar, describir, narrar, dibujar la realidad con palabras, con un lenguaje florido que es toda una delicia. Un magnífico homenaje a esos profesionales de la radio que son capaces de transmitir la pasión del fútbol utilizando como único vehículo la palabra y su voz.

 Y ahora, dejemos que Cachimoco Farfán tome el micrófono y comience su narración:

¡Buenos días, señoras y señores; buenos días, amables oyentes; pacientes todos, muy buenos días. Les habla como siempre su amigo Cachimoco Farfán, el más rápido relator deportivo de Coya Sur, el más rá- pido relator de la pampa salitrera, fenilanina hidrolasa y la purga que me parió, el más rápido relator del mundo después del maestro Darío Verdugo, por supuesto que sí, aquí estoy con ustedes, temprano por la mañana en este domingo esquizofrénico de sol, cataléptico de sol, aquí estoy, señora, señor, colorado, acalorado, sudando un mierdoso sudor espeso como medicamento, aquí estoy como siempre con mi leal herramienta de trabajo (este micrófono que unos carrilanos otopiorrentos me habían escondido ayer por la noche en el Rancho Huachipato), aquí estoy, señoras y señores, con las mismas ganas de siempre para llevar hasta ustedes los pormenores previos de lo que será esta memorable justa deportiva, el último partido jugado en nuestros dominios, el último partido que nuestra querida selección blanco-amarillo jugará como local, el último partido antes del fin del mundo para nosotros, por eso me encuentro aquí, en plena pampa rasa, bajo este sol albino, jumentoso de calor, vestido con este traje negro, este traje de muerto que demuestra todo mi duelo y mi congoja en este día tan especial para los coyinos, aquí me encuentro, a la orilla de nuestra querida cancha, nuestra gloriosa 34 cancha llena de tantos recuerdos lindos, de tantas alegrías inolvidables, de tantas penas también, por qué no decirlo, aquí estoy, aún solitario, acompañado sólo por las sombras de unos jotes que han comenzado a planear chancrosamente en el cielo, como anunciando la muerte, como presagiando el abandono y la desolación que caerá sobre este terreno de juego en donde estoy transmitiendo ahora para ustedes, completamente solo, como les digo, si no fuera por la sombra de esas aves agoreras y por la figura raquítica del hombrecito rayador de la cancha que en estos momentos acaba de llegar; sí, señora; sí, señor; sí, queridos radioescuchas, ahí ya vemos al anciano, ahí ya lo vemos encorvado como un campesino sacando papas en el desierto, con su destartalada carretilla de mano cargada de salitre, nuestro preciado oro blanco con que va remarcando las líneas; sí, amables pacientes, aquí ya está el nunca bien ponderado don Silvestre Pareto, que además de ser un buen rayador de canchas, es también, según las lenguas viperinas, el más implacable envenenador de perros al servicio del departamento de Bienestar; según estas lenguas gangrenosas, don Silvestre Pareto, con sus albóndigas envenenadas, ha exterminado más perros que judíos mataron los nazis allá por las Alemanias, ha matado más quiltros que cristianos mató la peste negra allá por las edades medias; pero en el fondo es buena gente este anciano, este hombrecito callado y eficiente como un estafilococo, siempre servicial, siempre atildado, siempre al pie del cañón, como ahora, en que al igual que todos los domingos del año, ya se encuentra trabajando en su «chacrita», como llama él a nuestro reducto deportivo (recordando tal vez los campos de sus sures natales), ahí está rayando y amononando la 35 cancha en donde, según dice llorando y moqueando cada vez que se emborracha, quisiera ser enterrado el día que entregue la herramienta, el día que cague pistola, el día que se pruebe el terno de madera, el día que la santa de su mujercita —como lo joroban los borrachos en los ranchos— termine envenenándolo como a un perro con sus propias albóndigas de estricnina servidas de almuerzo; sí, señora; sí señor, ahí está nuestro buen amigo Silvestre Pareto, bajo este sol purulento, comenzando a remarcar el círculo central con el pulso digno de un cirujano marcando la panza de una parturienta para proceder a una cesárea, ahí está trazando al puro ojo esa redondela cuyo centro es exactamente el lugar en donde este viejo otopiorrento quisiera que sepultaran sus congofílicos restos mortales, fenilanina hidrolasa y la purga que lo parió!

 

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