«Hijos del fútbol», de Galder Reguera. Lince Ediciones

 

978849471268

 

“¿Quiero realmente legar a mis hijos esta pasión, esta locura, este sinsentido que me ha acompañado desde que tengo uso de razón, que ha determinado tanto mi manera de ser, de ver el mundo, de comportarme, de sentir?”

 

Decía Jean-Paul Sartre que todo cuanto sabía de su vida lo había aprendido en los libros. Albert Camus dijo que todo cuanto sabía con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debía al fútbol. Y yo, inspirándome en ambas, remato: “Gran parte de lo que el fútbol ha significado en mi vida lo acabo de leer en un libro”.

El libro en cuestión es “Hijos del fútbol”, escrito por Galder Reguera y publicado por Lince Ediciones. Una obra que me ha parecido extraordinaria, de la que firmo prácticamente todo de lo que en ella se cuenta, que sin duda será uno de los libros de cabecera a los que regresar de tanto en tanto para los amantes de la literatura futbolera, y a la que solo he encontrado un defecto: sus 200 páginas se acaban muy pronto.

Pero quiero pensar que esta obra no es más que el inicio de algo que volverá dentro de un tiempo, a medida que Oihan, hijo del autor y leit motiv en torno al cual el libro va gravitando, vaya evolucionando como futbolista y, en consecuencia, su padre siga reflexionando en torno a lo que el fútbol significa.

 

SINOPSIS

Un elogio al fútbol como juego, como felicidad, como infancia permanente que acompaña para siempre a quienes lo practican y lo aman.

Hijos del fútbol es una historia personal sobre la afición al fútbol entendido como un juego en el que lo importante es seguir jugando. Hijos del fútbol deposita toda su fuerza en la voz del autor y sus reflexiones acerca de esta pasión transmitida de generación en generación. Es también un análisis sobre cómo ven los padres a sus hijos, y los hijos a sus padres; en este caso, todos ellos enfermos de fútbol, contagiados de esta pasión.

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Imagen de www.observer.com

Un hijo, un padre, un balón

 

“No llega a los dos años y el virus del fútbol ya se está incubando en él”.

 

Al poco de comenzar a leer “Hijos del fútbol” tuve la sensación de que me encontraba, posiblemente, ante el que podría ser nuestro particular “Fiebre en las gradas”. Y lo sigo pensando porque se trata de un libro que más allá de la simple explicación del nacimiento de una afición por el fútbol, o del origen de la pasión que un aficionado siente por un equipo en particular.

Partiendo de la experiencia personal de la paternidad y de la influencia que un padre puede ejercer sobre un hijo –voluntaria o involuntariamente- a la hora de inculcarle determinadas aficiones –la del fútbol, en este caso- el libro consigue ir mucho más allá de la simple descripción de esta circunstancia. La mirada sobre la evolución del hijo, la vivencia sobre su deseo de jugar al fútbol, sus alegrías y decepciones desde que comienza a experimentar lo que significa este juego y el formar parte de un equipo son situaciones que se acaban transformando, al mismo tiempo, en un espejo que nos devuelve a nuestra infancia, y nos permite reflexionar sobre aquel niño que también fuimos y recorrió el mismo camino que ahora observa en su hijo.

De algún modo, el padre actúa como correa de transmisión hacia el hijo, pero al final se acaba retroalimentando al regresar, a la vez, hasta aquella época en la que fuimos niños. Quienes hemos sido futboleros y tenemos hijos que comienzan a serlo nos sentimos, de inmediato, identificados con lo que en el libro se describe.

“Sonreí pensando que ojalá conserve siempre esa pasión por el mero juego, por ése que no se deja contaminar de realidad”.

 

Explica Ignacio Martínez de Pisón en el prólogo que “resulta muy difícil escribir sobre fútbol sin caer en tópicos, y que este libro lo consigue”. Y es cierto, porque el tratamiento que propone Galder es completamente original, además de emotivo y sincero.

 

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Imagen de www.independent.com.uk

 

Quienes hemos crecido enganchados a una pelota sabemos perfectamente el significado que ese simple objeto de forma esférica tiene para un niño. Partidos interminables de resultados infinitos incluso cuando ya no había casi luz, el anhelo porque llegara la hora del recreo y salir al patio a jugarnos la vida, como si estuviéramos a punto de disputar la final de la Champions, la seriedad con la que nos tomábamos cualquier jugada por insignificante que fuera, la preocupación por estar entre los titulares cuando entrábamos a formar parte de algún equipo…

En ese torbellino de experiencias se encuentra Oihan, el hijo del autor, siendo este testigo de todo ello en primera persona, además de hacerle recordar y reflexionar justamente por la vivencia que tuvo él de ese mismo escenario cuando era niño.

Un estudio sobre la afición por el fútbol

Pero el mérito del libro es que no se limita a hacer una simple descripción de lo que a Oihan le va sucediendo, sino que va mucho más allá. La mirada del autor, a partir de este escenario general, comienza a detenerse en interesantes detalles relacionados con la pasión por el fútbol y para analizarlos con precisión y proponer respuestas antes algunos planteamientos.

“A veces sospecho que hoy día es incluso una parte necesaria de cualquier biografía intelectual que se precie haber escrito unas líneas sobre fútbol”.

 

Así, a medida que su hijo se va convirtiendo en un devoto del universo fútbol, Galder va construyendo una especie de tratado, un itinerario reflexivo que indaga en la afición futbolera. En el libro, desde el punto de vista del papel de la paternidad, se habla de la experiencia del padre como agente que contagia la afición por el fútbol, una infección que también padeció él de niño, por mediación de su abuelo y sus visitas a San Mamés.

Y, dentro del proceso evolutivo de su hijo, nada más simbólico que el bautizo en la Catedral, el ritual de visitar San Mamés. Todo ello, además, se consigue mediante una equilibrada mezcla de pasión y emotividad que no impide mantener en todo momento la mirada reflexiva del intelectual que se formula preguntas y propone algunas respuestas.

 

“Me gusta la idea de un fútbol humanista. Me seduce más esa metáfora que la que apela a la izquierda. En un fútbol humanista no sería la estética la que primaría, sino otros valores”.

 

Desde mi punto de vista, este es otro de los grandes logros del libro, puesto que se encajan con fluidez pensamientos que podrían formar parte de un estudio sobre la naturaleza de la afición por el fútbol. En “Hijos del fútbol” hay también una exploración de otros muchos aspectos que construyen una teoría tanto sobre la esencia de este deporte como de la forma de aproximarse a él por parte de los hinchas.

Y, por ejemplo, proporciona un marco teórico en el que encajar el fútbol en el ideario de los intelectuales de izquierdas, o propone la definición de un “fútbol humanista”. No faltan las referencias a la relación entre “fútbol y literatura”, ni tampoco a la forma de aproximarse al balompié por parte de los intelectuales. Y por ahí van apareciendo Eduardo Galeano, Juan Villoro, Enrique Ballester o Nick Hornby, entre otros.

En este sentido, esa es otra de las razones por las que agradezco la existencia de este libro, ya que me ofrece una colección de argumentos para defender que afición por el fútbol e intelectualidad no forman un oxímoron.

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Imagen de www.tonimatasbarcelo.com

Recuerdos de infancia

Personalmente, he sentido en más de un pasaje una sana envidia de Galder por poder seguir viviendo esos momentos con su hijo: estirarse en la cama antes de ir dormir y leer un cuento futbolero (inevitable recordar “Soñar goles. Fútbol y cuentos de padres a hijos”, de Miquel Nadal. Editorial Drassana), el acompañamiento al campo de fútbol los días de entreno y partido (en esta película todavía estoy), las preguntas que solo un padre puede responder, la sensación de ser un superhéroe que en pocos años desaparecerá…

El libro pone voz a gran parte de mis vivencias personales. Y me he sentido más que tocado emocionalmente en varios de sus fragmentos. Me ha divertido leer cómo completaba su ejemplar de “El fútbol de la A a la Z” incorporando su biografía. Y eso me ha hecho recordar que mi primer contacto entre fútbol y literatura se produjo de una forma similar: escribiendo (mejor dicho, dibujando) jugadas de fútbol en los espacios en blanco que había al comienzo de capítulos o en las hojas que los separaban. Galder lo hacía en un libro estrictamente futbolero. Yo utilizaba mis ejemplares de Enid Blyton que nunca supe cómo habían llegado a casa.

 

“Pero a veces, de noche, sigo imaginándome saltando a San Mamés vestido de corto y recibiendo el aplauso con el que la parroquia local da Ariño a todos los canteranos”.

 

También yo he jugado ligas de papel en la soledad de mi habitación, partidos en los que la victoria o la derrota dependían del azar de los dados. Recuerdo que iba anotando en una libreta todos los encuentros de la jornada (supongo que previamente copiados de algún periódico) y que además de los puntos, goles a favor y en contra de cada uno de los equipos también anota los puntos positivos y los negativos, algo que con el paso de los años ha desaparecido. Por supuesto, como niño que era, no podía evitar hacer alguna trampa e intentar corregir los designios del azar cuando su resultado no era favorable a los intereses de mi equipo.

Insisto en lo maravilloso que es este volumen, y en que me habría gustado que hubiera tenido 200 páginas más. Por eso, quiero pensar que acabamos de asistir a la primera parte del partido. Y que antes o después llegará la segunda.

Para terminar, le deseo toda la felicidad y todos los éxitos del mundo a Oihan. No me puedo imaginar lo que podría significar que llegara a debutar algún día en San Mamés, con la camiseta del Athletic, mientras su padre aplaude desde la grada.

 

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Imagen de www.rtve.es

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