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Ayer se hizo pública una triste noticia: Johan Cruyff padece cáncer de pulmón. Tras los resultados de las pruebas de las últimas semanas el diagnóstico ha sido confirmado a través de un comunicado emitido por Cruyff Management. Pese a lo negativo de la información, parece que Cruyff está animado y dispuesto a afrontar la enfermedad, una dura situación que no le es desconocida, pues en 1991 fue intervenido a corazón abierto después de sufrir una insuficiencia coronaria en fase aguda.
Después de aquella intervención -muchos lo recordarán- dejó de fumar y protagonizó una conocida campaña de televisión contra el tabaco cuyo lema era: “En mi vida he tenido dos grandes vicios: fumar y jugar al fútbol. El fútbol me lo ha dado todo en la vida, y en cambio, fumar casi me la quita«.
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A quien fue mi ídolo de infancia, quien me impresionó con su forma de jugar las pocas veces que en aquellos tiempos pude verlo por la televisión, a quien me hizo llorar tras la derrota de Holanda frente a Alemania en el Mundial de 1974, a quien me hizo descubrir regates, cambios de ritmo y jugadas cuya existencia desconocía, a quien tanto me ha hecho disfrutar con su valentía a la hora de ver, entender e interpretar el fútbol, a quien tanto le deben todos los aficionados al buen juego, al espectáculo, es de justicia dedicar el espacio de hoy del Fútbol Club de Lectura. Y para hacerlo, nada mejor que recordar lo que ha significado para el mundo del fútbol de la mano de tres grandes escritores.
Porque Johan Cruyff, además, ha sido una gran fuente de fútbol y literatura. Así que aquí van estos tres fragmentos de Eduardo Galeano (que nos ayuda a entender quién fue), Manuel Vázquez Montalbán (que nos ilustra sobre lo que significó) y de Juan Villoro (que nos muestra cuál fue su legado).
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Deseando que también pueda ganar este partido, aquí tenéis los textos.
LO QUE FUE:
“Cruyff”
“A la selección holandesa la llamaban la Naranja Mecánica, pero nada tenía de mecánico aquella obra de la imaginación, que desconcertaba a todos con sus cambios incesantes. Como la Máquina de River, también calumniada por el nombre, aquel fuego naranja iba y venía, empujado por un viento sabio que lo traía y lo llevaba: todos atacaban y todos defendían, desplegándose y replegándose vertiginosamente en abanico, y el adversario perdía las huellas ante un equipo donde cada uno era once.
Un periodista brasileño lo llamó la desorganización organizada. Holanda tenía música, y el que llevaba la melodía de tantos sonidos simultáneos, evitando el bochinche y el desafine, era Johan Cruyff. Director de orquesta y músico de fila, Cruyff trabajaba más que ninguno.
Este flaquito eléctrico había entrado al club Ajax cuado era niño: mientras su madre atendía la cantina del club, él recogía las pelotas que se iban afuera, limpiaba los zapatos de los jugadores, colocaba los banderines en las puntas del campo y hacía todo lo que le pidieran y nada de lo que le ordenaran. Quería jugar y no lo dejaban, por su físico demasiado débil y su carácter demasiado fuerte. Cuando lo dejaron, se quedó. Y siendo un muchacho debutó en la selección holandesa, jugó estupendamente, marcó un gol y desmayó al árbitro de un puñetazo.
Después siguió siendo calentón, trabajador y talentoso. A lo largo de dos décadas ganó veintidós campeonatos, en Holanda y en España. Se retiró a los treinta y siete años, cuando acababa de convertir su último gol, en andas de la multitud que lo acompañó desde el estadio hasta su casa”.
Eduardo Galeano en “El fútbol a sol y sombra”, Siglo XXI, 2010
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EN LO QUE SE CONVIRTIÓ:
“He aquí un curioso caso de hegemonía deportiva basada fundamentalmente en la inteligencia. Hay jugadores escasamente inteligentes en la vida real, pero de una gran inteligencia futbolística en el espacio-territorio de su praxis, el campo de fútbol. Los hay incluso que tienen una inteligencia especial en una zona concreta de ese campo, como ocurre con los delanteros centro especialistas, ya sean del modelo delantero torpedo a lo Müller o Vieri, o del modelo ágil y estratégico como Rossi. Pero pocas veces un jugador es totalmente inteligente y juega tan perfectamente a partir de la alianza entre cerebro y musculatura de la ligereza como Johan Cruyff. Bien es cierto que no estaba solo, que encabezaba una brillante promoción de jugadores holandeses que se quedaron siempre a las puertas de la victoria final, ya fuera en los campeonatos de Europa de los setenta o en el mundial de Argentina de 1978; Cruyff alcanzó el aura de los grandes en unos tiempos en que el negocio todavía no estaba preparado para trasmitir el imaginario de la globalidad y la FIFA tampoco estaba aún capacitada para entronizar dioses mundiales que prestigiaran un negocio en crecimiento. Hubo que esperara a que naciera Maradona, nacimiento mítico como en las leyendas primeras, el de un niño nacido lumpen que alcanzará la condición todavía no de Dios, pero sí de la mano de Dios.
Manuel Vázquez Montalbán en “Fútbol. Una religión en busca de un dios”,
Editorial Debate, 2005
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LO QUE NOS DEJÓ:
“Como tantos innovadores, Cruyff no siempre es capaz de argumentar sus intuiciones. Ama el fútbol ofensivo y en permanente rotación; sin embargo, el modo de lograr este incesante oleaje no es para él cuestión de método. En la orilla del campo, chupa una paleta y mira el juego como un cuadro de expresionismo abstracto. De pronto, se le ocurre un color y llama al suplente más inesperado. A punta de goles demostró que su audacia es productiva. Bajo su tutela, el Barcelona conquistó cuatro ligas consecutivas y subió los 32 escalones que separaban el césped de Wembley de la Copa Europea de Clubes.
Cruyff encontró en Guardiola a un cómplice inmejorable. La obsesión de ataque del holandés es tan marcada que comienza en el área de su equipo. El primero que toca el balón debe diseñar un lance al frente. Guardiola no tenía especial talento para las misiones canónicas del fútbol. Cruyff lo convirtió en el máximo estratega desde abajo. Al asignarle el número 4, que en la vieja nomenclatura definía a un central, no pensó en sus dones para el marcaje sino en su capacidad para entender que todo gol empieza de muy lejos. Compararlo con Beckenbauer resulta un tanto exagerado (el señorío del Kaiser era tal que no daba pases: absolvía la pelota); de cualquier forma, Guardiola posee la misma visión panorámica del juego. Su inteligencia aclara y reparte. Con justeza, Jorge Valdano dijo que se trataba del mejor entrenador con el balón en los pies. La precisa arquitectura del Dream Team requería de un dibujante al fondo del terreno. Partido tras partido, el 4 soñado por Cruyff transformó el fútbol en una asombrosa aventura del orden.”
Juan Villoro, en “Dios es redondo”, Ed. Anagrama, 2006
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Y para acabar, una selección de jugadas de Cruyff en este vídeo.