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En 1983, el jugador más famoso en el fútbol británico era Charlie Nicholas. Contra todo pronóstico, fue fichado por el Arsenal. En “Fiebre en las gradas”, Nick Hornby, su autor, se refiere al jugador como el “Niño Cañón, el jugador de los Celtics de Glasgow, que la temporada anterior había marcado en la liga escocesa cincuenta y tantos goles. ¡Por fin algo digno de verse!”.
El fichaje de Charlie fue interpretado por parte de Hornby como un buen augurio. Hacía poco que había abandonado su trabajo de profesor para ponerse a escribir, y en aquel momento, “vincular la trayectoria de Charlie con la mía se me antojó irresistible”. Las cosas, sin embargo, no fueron bien, ni para uno ni para otro. “A la sazón, Charlie terminó por ser un indicador bastante exacto de mi suerte”.
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Y muestra de ello fue la racha de escasos goles que atravesó, y que se rompió tal día como hoy, un 27 de diciembre, pero de aquel 1983. Así lo explica Hornby:
“En el siguiente partido que jugamos en casa, contra el Manchester United, me pareció lento e incapaz de conectar con los demás, y el equipo fue barrido: perdimos por 2-3, pero nunca llegamos a estar dentro del partido. (A decir verdad, no marcó en Highbury hasta el 27 de diciembre, cuando convirtió un penalti contra el Birmingham, que celebramos con tanto fervor como si le hubiese metido tres roscos en un partido al mismísimo Tottenham.) Abreviando, su primera temporada fue un desastre, tal como lo fue para todo el equipo. El entrenador, Terry Neill, fue despedido tras una racha lamentable entre noviembre y comienzos de diciembre”.