Hace tiempo que China forma parte de las grandes potencias mundiales. Esto es así en lo económico y, cada vez más, en lo futbolístico. Aunque el fútbol chino todavía no pueda situarse a la altura del europeo, pocos dudan de que dentro de una o dos décadas quizá todo haya cambiado.
En “Falso nueve”, la novela que cierra la trilogía de Philip Kerr sobre el mundo del fútbol, Scott Manson, el protagonista de la serie, firma un contrato para entrenar un equipo de Shangai. Durante la conversación en la que alcanzan un acuerdo, el multimillonario dueño del club le dice: «Cuando compré este equipo, quería hacer énfasis en el gran poderío que iba a demostrar y en la mucha esperanza que deposito en su futuro, que es donde entran en juego tanto el número nueve como usted, señor Manson. Tengo grandes planes para el futuro de este club de fútbol y para la Superliga china«.
Sin duda, China y su fútbol serán, en un futuro cercano, un goloso pastel para las televisiones… y las casas de apuestas. De hecho, para estas últimas ya lo es. Y precisamente un 2 de octubre como el de hoy, pero del 2004, se produjo un hecho jamás visto en un campo de fútbol. Sucedió, justamente, en un partido de la liga china, y encontramos la descripción de lo sucedido en «Juego sucio. Fútbol y crimen organizado«, de Declan Hill:
El 2 de octubre de 2004, Yang Zuwu, el entrenador del equipo chino Pekín Hyundai, hizo una cosa extraña. A los ochenta y cuatro minutos de partido, frente a miles de seguidores en el estadio Wulije de Shenyang, ordenó al equipo que saliera del campo. El árbitro acababa de pitar un penalti en su contra. Sin embargo, tras la orden de Yang, sucedieron cosas más extrañas aún. Todos los jugadores le obedecieron y, mientras estaban en el vestuario, salió Yang y anunció que el equipo no acabaría de jugar el partido ni seguiría participando en la superliga china.
Yang no era un entrenador cualquiera de un equipo cualquiera, cuya conducta pudiera atribuirse a una pataleta. El Pekín Hyundai, patrocinado por el fabricante de coches coreano, era uno de los equipos más poderosos de la liga. Yang Zuwu, con más de cuarenta años de experiencia en el fútbol chino, declaró que en la liga había demasiados «partidos amañados, árbitros comprados, apuestas ilegales y otras cosas igual de repugnantes». Todas esas actividades se habían impuesto tan descaradamente que, en su opinión, era imposible ser honrado en la liga. Yang recibió el apoyo de otros clubs muy importantes. Un dirigente de la federación, Xu Ming, propietario del Dalien Shide y el inversor privado más influyente del fútbol chino, lo apoyó públicamente: declaró que varios equipos estaban pensando en la posibilidad de abandonar la liga china por culpa de la corrupción.
La verdad es que el gesto de Yang Zuwu daría para escribir una novela, ¿no?
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