«Brazaletes de cinta aislante», de Miguel Ángel Ortiz Olivera (Editorial La Moderna, 2024)


Espera, no te muevas, que esta mierda de cinta aislante no pega nada, espera, que la ajusto bien, ¿te aprieta? ¿no? pues ahora ponme el mío, va, y cambia ese careto, joder, que no vamos al paredón, que vamos a jugar un partido de fútbol


Uno de los regalos que pedí para los pasados Reyes Magos fue la última novela de Miguel Ángel Ortiz Olivera, uno de mis autores y articulistas favoritos. Las dos anteriores que había escrito me habían parecido unas obras enormes, por lo que estaba convencido de que la última también lo sería. Los Reyes fueron benévolos conmigo, y me trajeron el libro en cuestión. He estado esperando a tener un espacio de tiempo para leerlo con calma, pues sabía que disfrutaría tanto con él como había hecho con los otros dos. Mis expectativas se han cumplido con creces: es una auténtica maravilla que voy a recomendar todo cuanto pueda.

Brazaletes de cinta aislante, publicada por la editorial La Moderna, es el brillante cierre a una trilogía iniciada con Fuera de juego y La inmensa minoría. Si los protagonistas de aquellas obras eran unos adolescentes, ahora nos encontramos con un grupo de jóvenes de Medina de Pomar (población de estrecho vínculo con el autor), jugadores del Alcázar CD, el equipo local, que van a disputar un torneo de fútbol en Barcelona.


Veremos quién da pie con bola esta tarde en el campo, dice. Y Lolo: ¡Haremos fútbol poesía! Y Chencho: ¡Poesía eres tú!


La novela, situada en el año 2000, nos muestra los momentos de preparación, el viaje hasta la sede del torneo y la disputa de los partidos que allí se desarrollarán. Pero todo ese espacio incluye las vivencias, esperanzas, ilusiones, conflictos e incertidumbres del grupo. El fútbol, aquí, es el motor que pone en funcionamiento las vidas de estos jóvenes, con un episodio clave en todos ellos, como es la muerte de Suso, uno de sus compañeros y amigo, apenas un par de semanas atrás. Ese suceso afectará a cada uno de ellos de un modo particular, y estará siempre presente durante toda la obra.

Brazaletes de cinta aislante (qué título más acertado y significativo) es una novela coral, construida a partir de diferentes voces narrativas. En cada capítulo, quien nos explica lo que está sucediendo, y lo que está experimentando, será uno de los jóvenes implicados, que nos hablará de cosas relativas al equipo y el torneo, pero también, y sobre todo, de cuestiones que tienen que ver con la vida: la amistad y la lealtad, el sentimiento de pertenencia, la familia, la vivencia tras la tragedia experimentada por el grupo… Y esa combinación de diferentes voces, de monólogos interiores, nos permite ir conociendo el cuadro que forma el grupo y, al mismo tiempo, conduce al lector a sentirse integrado en él, como si cada uno de ellos nos interpelara directamente a nosotros, haciéndonos partícipes de todo cuanto piensan y sucede.

SINOPSIS

Verano del 2000. Luís Figo abandona el Barça para firmar por el Real Madrid y algo parece cambiar en el planeta fútbol. Divididos por su fichaje, un equipo de adolescentes a punto de dejar de serlo emprenderá el viaje de sus vidas para participar en la Superbowl, aquel mítico torneo de fútbol que reunía en Barcelona a jugadores aficionados de todo el país.

Desorientados, sin brújula ni referentes, estos aspirantes a futbolistas saldrán del corazón de Castilla para iniciarse (o confirmarse) en el consumo de alcohol y otras drogas, en la violencia y el bullying como forma incontenible de relacionarse, en la amistad y la camaradería a pesar de todo. Hacia un final de partido vertiginoso, épico, donde hasta los minutos de descuento importan.

A lo largo de estas páginas, Miguel Ángel Ortiz Olivera borda la jerga juvenil para sondear el abismo entre lo que de verdad queremos decirnos y lo que finalmente somos capaces de expresar. Un relato ambiguo y coral donde pesan tanto los que están como la larga sombra de los amigos que ya no están. Un road trip tras el que nada (ni nadie) volverá a ser igual.

Pues en eso, en abandonar (o no) a nuestros ídolos, consiste también crecer.


Eh, le has dicho, sigues siendo mi ídolo. Y ha sonreído. Un poco, pero ha sonreído. El equipo siempre por encima de piques y envidias. Nosotros, no tú ni yo, para vencerlos a ellos.


La estructura de la novela es muy acertada y valiente, y cumple con el objetivo de darnos a conocer a la perfección tanto la idiosincrasia de los personajes como las vivencias del viaje. Está dividida en cinco capítulos, precedidos cada uno de ellos por un interludio y completada con unos ‘Minutos de descuento‘ al final. En cada apartado es uno de los personajes quien se expresa. De haber sido explicada por un solo narrador, la obra habría perdido en riqueza, porque al ser cada uno de ellos quien nos habla directamente llegamos a conocer el conjunto sin filtros.

El trayecto, con la sombra de Suso, el amigo desaparecido, flotando sobre ellos, toma fuerza al convertirse casi en un periplo redentor. Lucharán por el torneo, y lo harán por su amigo. Pero, al mismo tiempo, son conscientes de que deben afrontar la ausencia, reafirmarse en su individualidad, sobreponerse a la tragedia, dejar atrás lo sucedido y pensar en el compromiso con el equipo.


El número diez siempre será suyo. Nadie podrá cubrir su hueco en el centro del campo. Todos para uno y un balón para todos.


El logrado uso de la jerga juvenil dibuja un retrato sociológico del grupo. Las frases seguidas, con los diálogos incluidos en ellas, le da fuerza a la narración, en un flujo de voces y pensamientos que nos hacen sentir espectadores directos de lo que se dice, como si estuviéramos allí sentados o fuéramos uno más del grupo. Todo se explica en primera persona, tal y como se habla, lo que hace que la narración sea más realista.

La novela es una maravilla de historia, narrada de una forma atrevida y brillante. En cuanto entras en ella y vas conociendo a los diferentes personajes ya no puedes escapar. Desde los preparativos iniciales al desenlace final es una historia llena de vida, en la que todos, de un modo u otro, nos podemos sentir identificados por lo que en ella se vive. Y aunque el torneo a disputar es una de las metas hacia las que va conduciendo la historia, un maravilloso y emocionante capítulo final pone un brillante colofón a la novela.

Una obra excelente, como ya lo eran las anteriores novelas de Miguel Ángel Ortiz, que es un disfrute de lectura y a la que nada más terminar entran ganas de volver.


Ya es hora de empezar a disfrutar del camino sin pensar tanto en el destino. Ya es hora de disfrutar sin más. Como ellos, míralos. Con su edad, el partido parecía otra cosa. Y con los años aprendes que, se juegue como se juegue, siempre se acaba perdiendo. Es así, una carretera sin destino final. Nada más. Y es una pena. Ya les ha tocado comerse el primer gran hostión de la vida.