No és el mateix que un «mocós marqui un gol» que «marcar un gol mocós«. Un gol mocós? Bé, més o menys. Aquesta és l’original modalitat que trobem en les pàgines de «La increible historia de … El Mago del Balón«, escrita per David Walliams y publicada per Montena.
Com deia al començament, el d’avui és un gol especial. El seu autor és en Dennis, un nen de dotze anys, aparentment normal i corrent, tot i que en realitat és diferent. Té dos talents extraordinaris: un és el fútbol, I l’altre… bé, d’això ja en parlarem, quan «La increible historia de … El Mago del Balón» torni al Futbol Club de Lectura.
El que toca ara és marcar un nou gol literari. Aquí el teniu.
La emoción de controlar el balón hizo que Dennis se olvidara por unos instantes del resfriado. Se abrió paso con agilidad entre los defensas hasta acercarse al guardameta del equipo contrario, un chico de abundante melena que estrenaba equipo y seguramente se llamaba Óscar, Tobias o algo por el estilo. De repente, se encontraron cara a cara, y Dennis no pudo reprimir otro estornudo.
-¡¡¡Aaaaaaaaaaaaccccccccccccchhhhhhhhhhhhhíííííííííííííííííís!!!
Una lluvia de mocos explotó en la cara del portero, cegándolo por un momento. Lo único que Dennis tuvo que hacer fue darle un toque a la pelota para que esta entrara mansamente en la portería.
– ¡Falta! – gritó el portero, aunque el árbitro no la pitó. Sí que era una falta, pero de educación.
– Oye, lo siento – dijo Dennis. Era verdad que no lo había hecho aposta.
– ¡No pasa nada, tengo un pañuelo! – exclamó la madre de Darvesh -. Siempre llevo un paquete encima. – Ni corta ni perezosa, la mujer se lanzó al terreno de juego, remangándose el sari por el camino para no llenarlo de barro, y se acercó al portero del equipo contrario – . Aquí tienes, niño pijo – añadió, tendiéndole el pañuelo al portero. Darvesh puso los ojos en blanco al ver a su madre invadiendo el campo de juego. Entre lágrimas, el portero se limpió los mocos de Dennis de su pelo lacio -. Si quieres saber mi opinión, el St Kenneth tiene todas las de perder – añadió la madre de Darvesh.
– ¡Mamáááááááá! – gritó Darvesh.
– ¡Lo siento, lo siento! ¡Ya podéis seguir jugando!
Cuatro goles más tarde, de Dennis, de Gareth, de Darvesh y … otro que resultó de una pelota desviada «accidentalmente» por la madre de Darvesh, el equipo de Dennis había ganado el partido.
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