Hace unos días volvió a saltar la noticia del episodio que el actor Viggo Mortensen vivió en 2006, cuando un grupo de ultras intentó agredirlo por llevar una camiseta con los colores azul y grana. Los agresors pensaron que era un aficionado del FC Barcelona, cuando, en realidad, la indumentaria pertenecía al club del que es un más que declarado aficionado: San Lorenzo de Almagro.
San Lorenzo de Almagro y el día 1 de enero mantienen una relación ideal para comenzar el año leyendo un fragmento de buen fútbol y literatura. Su autor, Osvaldo Soriano, y lo podemos encontrar en «Fútbol. Relatos épicos sobre un deporte que despierta pasiones«.
Feliz 2020 🙂
Entre los hinchas de San Lorenzo de Almagro que festejaron alborozados la conquista de los títulos de 1972, caminaba un hombre de setenta y nueve años, de rostro seco como una cáscara de nuez, de ojos desteñidos que sólo podían permitirse una mirada lejana. No sintió los habituales dolores en el hígado y en la nariz, quebrada sesenta años atrás por un pelotazo. En el bolsillo trasero del pantalón guardaba una billetera de cuero gastado, abrigo de doscientos pesos, un carnet de socio vitalicio de San Lorenzo y una medalla de oro. Nadie lo reconoció, nadie le agradeció nada. Cuando llegó a la pensión de la calle Monte al 3700, se encerró en su pieza de tres por tres, sacó el calentador de queroseno, peló tres papas y las puso a hervir. Se sentó en la única silla, prendió la radio y escuchó cómo la gloria caía sobre un grupo de hombres que se ganan holgadamente la vida con el fútbol. Él no lo dice, pero quizás haya mirado a su alrededor, la vieja cómoda, el camastro, el crucifijo en la pared del que cuelgan siempre dos flores que se marchitan. La voz del locutor cuenta la historia de San Lorenzo, memora nombres rutilantes y menciona a los Forzosos de Almagro. El viejo Francisco Xarau asiente con la cabeza. Recuerda el 1 de enero de 1915: el wing derecho desbordó su punta y tiró el arco, la pelota rebotó en un defensor de Honor y Patria y vino de buscana, justito para la zurda de Xarau; le pegó como venía, buscando el efecto contrario para enderezarla. La pelota rozó con el tiento en la cabeza de un defensor y se clavó en la red. Xarau, veloz, hábil con las dos piernas, lo imprescindible para ser un gran centroforward, corrió a festejar. Lo ahogaron a abrazos. La vieja cancha de Ferrocarril Oeste estaba repleta. La barra de Almagro deliraba. Era la misma alegría que en 1972 sintieron los herederos de aquellos hinchas cuando Figueroa logró el tanto del triunfo frente a River Plate. Aquel gol de Xarau abrió el camino para que San Lorenzo ascendiera a la primera división de la Asociación Argentina de Football. Corrían treinta y siete minutos del primer tiempo. Dos goles más, el último del wing izquierdo Luis Giannella, sellaron el score definitivo: tres a cero. La barriada de Almagro tenía ya un club que la identificara.
Debe estar conectado para enviar un comentario.