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Si no fuera por el Balón de Oro ganado por Messi el año 2010, podría decirse que el día 10 de enero es una fecha, cuando menos, algo conflictiva en el calendario del fútbol y la literatura. Con esta afirmación no me estoy refiriendo a que todo lo sucedido en tal día a lo largo de la historia del fútbol haya sido negativo. Lo que quiero decir es que cada vez que he tropezado con esa fecha en alguna lectura relacionada con el fútbol, lo que describía no era, precisamente, de grato recuerdo.
Este, digamos, parentesco de malos augurios con combinaciones del calendario como “martes y trece” no es reciente, sino que viene ya de antiguo. Desde 1540, exactamente, y tiene que ver con los mismísimos orígenes de la palabra “fútbol”:
“La palabra “football” no nació como la denominación inglesa del juego como comúnmente se entiende, sino como la pelota con que se juega. De acuerdo con un documento del 10 de enero de 1540 de la ciudad de Chester, era costumbre que los martes de carnestolendas los zapateros retasen a los fabricantes de paños a un partido. En ese documento, que marca ese día como uno de los más tradicionales tanto en Chester como en Derby y otras ciudades para la disputa del partido, se hace una condena de estas “mal dispuestas personas” que causaban a la ciudad notables alteraciones de orden público. Por entonces ya se habían producido repetidas condenas de este juego por parte de los reyes.
El partido al que se refiere el documento de Chester iba a jugarse con una ball of letter (leather), caulyd a foutbale –pelota de cuero llamada fútbol- y de la denominación del balón, como se ve, tomó nombre el deporte.”
En “Un mundo de neologismos”, capítulo 4 de “Épica y lírica del fútbol”, de Julián García Candau
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Casi cuatrocientos años después, el 10 de enero continúa generando material para la literatura futbolera. Y no precisamente para describir grandes gestas o momentos gloriosos, sino, más bien, para destacar uno de los aspectos que envuelven este deporte: la rivalidad.
“Los grandes duelos traspasaron la frontera de la ciudad y se extendieron ala provincia y, luego, se ampliaron a la región. Bilbaínos y donostiarras comenzaron a zaherirse casi en el principio de los tiempos futbolísticos. En 1910, tras un partido entre el Athletic y la Real, ganado por el primero, tuvo como estrambote esta nota de la junta directiva: “El Athletic muestra su agradecimiento al club donostiarra y al público de preferencia. No así al de general, por haber tenido varias muestras de incultura, como la de apedrear a nuestro equipo a la salida del campo”.
El periódico La Crónica de San Sebastián, el 10 de enero de 1916, relató lo sucedido en Bilbao de esta manera: “Nunca hubiésemos creído que en el pecho bilbaíno residieran gérmenes tan bajos como los exteriorizados ayer en San Mamés. Ni hubiéramos pensado que, cual borregos, cumplieran exactamente las sandeces, ruines y venenosas que unos cuantos “zulús” les han expuesto, diciendo de todo menos lo que es ‘sport’”.
En “Derbis y coplas”, capítulo 18 de “Épica y lírica del fútbol”, de Julián García Candau.
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Una rivalidad que en ocasiones se ha convertido en una de las grandes lacras del fútbol, como sucede en torno al 10 de enero que encontramos en otra página:
“10 de enero de 2005. El colegiado del encuentro Real Madrid-Atlético de Madrid, Alfonso Pérez Burrull, incluye en el acta del partido la emisión de sonidos simiescos procedentes de la grada cada vez que un jugador negro tocaba el esférico. Reproduciéndose los hechos acontecidos con anterioridad, tanto en el Coliseo Alfonso Pérez de Getafe como en el estadio Carlos Belmonte de Albacete.”
Carles Viñas, en “El mundo ultra”. Temas de Hoy, 2005
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E incluso ese día, el 10 de enero, aparece vinculado a una prohibición: la de contratar extranjeros:
“En nuestro fútbol no siempre ha sido posible la contratación de extranjeros. En este país, como en algunos otros, ha estado prohibida en algunos períodos. En 1962, tras el fracaso del Mundial de Chile, se decidió cerrarla. Era el ocaso de los fabulosos Di Stéfano, Kubala, Puskas y demás, y nuestra liga había salido de aquel período de oro arruinada. El Barça tuvo que vender a Suárez, el Madrid a Del Sol y el Atlético a Peiró para restablecer sus finanzas. Se decía, además, que junto a aquellas gloriosas figuras se había contratado a mucho mediocre que cerraba el paso a los jugadores españoles, así que la Delegación de Deportes decidió prohibir la importación de jugadores”.
Fragmento de “10 de enero. Llaudet contrata un chófer negro (1967)”, en “366 Historias del Fútbol Mundial que deberías saber”, de Alfredo Relaño. Editorial Martínez Roca, 2010.
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Por suerte, el 10 de enero también ha servido para recoger la recompensa a la creación artística sobre un terreno de juego:
“Aseguran quienes le conocen que aquel 10 de enero fue uno de los días más dichosos de su carrera por la sorpresa del resultado, por su incapacidad para tener una respuesta preparada, instado a improvisar, igual que si hubiera ganado un inesperado Oscar. A veces, como en su caso, la imprevisibilidad consiste en volver a ganar. Messi se sintió más niño que nunca en un acto montado por adultos. A falta del cuero, no extrañó que le temblaran las piernas y se recogiera sin mentar a Iniesta y a Xavi, aparentemente predestinados a competir por el trofeo. La hinchada española del Barça suspiraba por Iniesta, nacido en Fuentealbilla, autor del gol que había dado la Copa del Mundo a la Roja, favorito de la prensa extranjera, mientras que Catalunya apostaba sobre todo por Xavi, hijo de Terrassa, extensión de Guardiola en el campo, santo y seña del juego, el joven políticamente correcto del país. El Balón de Oro parecía por una vez un asunto de un catalán o un español y no de un extranjero”.
Fragmento de “¿Un cuento o un relato?”, por Ramón Besa, en “Cuando nunca perdíamos”.
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Como resumen, espero haberos podido demostrar que tras estos cinco extraños sucesos se oculta una conspiración literario-futbolística de dimensiones desconocidas, una gigantesca trama paranormal de intenciones estrambóticas cuyas consecuencias todavía no estoy en disposición de adelantar.
De momento, permaneceré alerta al desarrollo de los acontecimientos y esperaré vigilante la llegada del 10 de enero de 2017.
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