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Si el calendario fuera un equipo de fútbol, el número 2 lo llevaría el mes de febrero. Y febrero, en la literatura futbolera, juega más o menos así:
«Revelé todo, nuestro secreto de hermanos, en aquella edición de mediados de febrero de 1964 del Jornal dos Sports. El don para leer en las auras multicoloridas de compañeros y adversarios un mapa fluido de puntos flacos y fuertes que se movían por la cancha. La visión anticipada de la jugada por un escaso mas decisivo segundo en el que cabía el mundo entero. La preocupación de la mae-de-santo que diera a luz al prodigio al vislumbrar en la infancia del hijo, en un pueblito distante llamado Merequendu, los desafíos que le guardaba su grandioso futuro. Un furo que estaba escrito en las estrellas y que todo indicaba que incluiría el Mundial de Inglaterra, dentro de dos años, en el cual el hechizo decente de Peralvo sería un arma de grueso calibre en la tercera conquista consecutiva de la copa. Eso parecía cada vez más claro y sólo podía ser rebatido, concluía el texto en gran estilo, «por gente de poca visión, poca luz y poca fe».
Fragmento de «El regate«, de Sergio Rodrigues. Anagrama, 2014.