Una vez más, me veo navegando en un episodio paranormal. El causante, en esta ocasión, es uno de esos escritores que durante unos años seguí y cuya obra siempre me ha parecido más que interesante: Julian Barnes.
En 1983, el número 7 de la revista Granta publicó un artículo en el que hablaba de una nueva generación de autores británicos, de un “Dream Team” de las letras inglesas integrado por Martin Amis, Ian McEwan, Hanif Kureishi, Salman Rushdie y Kazuo Ishiguro.
Y como capitán de tan poderosa escuadra el citado Barnes, en relación con quien, como decía, os quiero explicar uno de esos extraños episodios que tan a menudo me suceden, que tanto gustaría a Paul Auster y en el que el azar, la casualidad o la simple chiripa es el gran protagonista.
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A medida que mis investigaciones sobre fútbol y literatura han ido avanzando, he descubierto que son numerosos los autores interesados por el mundillo futbolístico, a la vez que son cada vez más los que no se esconden y se atreven a escribir y hablar sobre ello. En el caso del listado anterior, puedo mencionar algunas aproximaciones al mundo del balón. Por ejemplo, la frase de Martin Amis:
“Sé cuál es el atractivo del fútbol. Es el único deporte que habitualmente se decide por un tanto, así que la presión en el momento es más intensa en fútbol que en cualquier otro deporte”.
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O de Salman Rushdie:
“Vale, publicar un libro y lanzar una película está muy bien, pero que el Tottenham le gane 3-2 al Manchester United no tiene precio”.
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En el caso de McEwan, leo en una entrevista relacionada con la aparición de su última novela, “La ley del menor”, una referencia a la visita a un estadio de fútbol.
Y en lo que a Kureishi respecta, conozco referencias al mundo del fútbol en una de sus obras cumbre, “El buda de los suburbios”, cuyo narrador, en un pasaje de la novela, explica:
“Durante un tiempo realmente quise ser el primer delantero centro indio que jugara para Inglaterra y la escuela me mandó al Millwall y al Crystal Palace para que me pusieran a prueba”.
Y poco después:
“Y no es que me encantaran los partidos en vivo. Había que estar ahí de pie, con ese frío y carámbanos en los huevos, y cada vez que un jugador estaba a punto de marcar un gol, el estadio entero daba un brinco al aire y lo único que se alcanzaba a ver eran gorros de lana.»
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En resumen, que como la mayoría de los ingleses el fútbol es un polo de atracción incluso para intelectuales del nivel de los citados.
Pero, ¿y Julian Barnes? ¿No habíamos comenzado hablando de él? ¿Tendrá algún tipo de relación con el fútbol?
Exquisito, elegante, erudito, intelectual, el más francés de los autores ingleses para algunos críticos (de hecho, sus padres eran profesores de francés y él creció siendo un apasionado de la cultura francesa), Barnes es una de esas figuras que me cuesta imaginar fuera del ámbito de la filología y la creación literaria, lejos del mundanal ruido, en un entorno de recogimiento creativo, llevando una vida metódica. Me cuesta visualizarlo siguiendo a un equipo de fútbol, apasionándose ante un partido, declarándose aficionado de algún club, repasando los diarios deportivos del lunes y los resultados de la jornada.
Sin embargo (vamos con las casualidad que os quería explicar) resulta que el gentleman Barnes es un gran aficionado al fútbol y seguidor de un equipo de la Premier League. ¿De cuál? Paciencia, que ahora os lo explico.
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El otro día, mientras ponía orden entre los libros de una estantería de casa, tropecé con los libros de Barnes que tengo. “El loro de Flaubert”, “Amor, etcétera”, “Hablando del asunto”… y “Una historia del mundo en diez capítulos y medio”. Cogí este último volumen e inmediatamente recordé cuanto me había gustado en su momento, uno de aquellos libros que te dejan una huella imborrable, pese a que el paso de los años (como ocurre con tantos y tantos otros) hace que olvides gran parte de su contenido.
El caso es que me puse a ojearlo y a hojearlo, hasta que en el rápido pasar de páginas me pareció haber visto una palabra: “fútbol”. Busqué más detenidamente y descubrí que la palabra aparecía en el último capítulo del libro, cuyo título es “El sueño”.
“El sueño” es un relato que transcurre en el cielo. Un cielo al que va a parar el narrador, en el que nada es como se había imaginado y en el que, entre otras cosas, se puede conseguir todo lo que uno desee. Una historia, como tantas y tantas otras (por desgracia) que mi memoria no recordaba.
Y ahora, lo que nos ha traído hasta aquí. En el relato hay una serie de referencias al fútbol, puesto que el narrador es aficionado de un equipo de la Premier League. ¿Sabéis cuál? El Leicester City. Sí, el actual líder de la liga inglesa.
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Resulta que Julian Barnes es aficionado de ese equipo. De hecho nació en Leicester, y uno de los deseos del narrador del relato en cuestión es, justamente, que su equipo de siempre consiga algún triunfo. La referencia es esta:
“Abrí el periódico que Brigitta había tenido el detalle de poner en mi bandeja y casi derramo el té. Bueno, lo derramé, sólo que esas cosas ya no le preocupan a uno. Era noticia de primera plana. Bueno, lo habría sido, ¿no? El Leicester City había ganado la Copa. En serio, ¡el Leicester City había ganado la Copa! No se lo habrían creído, ¿verdad? Bueno, puede que ustedes se lo creyeran, si no entienden nada de fútbol. Pero yo sé unas cuantas cosas sobre fútbol, y he apoyado al Leicester City toda mi vida, y yo no me lo hubiera creído, ésa es la cuestión. No me malinterpreten, no estoy criticando a mi equipo. Es un buen equipo, muy bueno a veces, pero nunca gana las grandes competiciones. Campeones de Segunda División, tantas veces como quieran, oh, sí, pero nunca han ganado la Primera División. Subcampeones, una vez, sí, sin problemas. Respecto a la Copa…, es un hecho innegable, que en todo el tiempo en que yo he sido hincha del Leicester City (ni antes de eso tampoco) nunca han ganado la Copa. Tuvieron un buen historial de llegar a la final en los años de posguerra… y un historial igualmente bueno de no llevarse el trofeo. 1949, 1961, 1963, 1969, ésos fueron los años negros, y una o dos de esas derrotas fueron, en mi opinión, especialmente cuestión de mala suerte, de hecho yo señalaría… De acuerdo de acuerdo, ya veo que no les interesa el fútbol. No importa siempre y cuando entiendan el dato fundamental: el Leicester City nunca había ganado nada que valiera la pena y ahora se había alzado con la Copa posprimera vez en la historia del club. Y además el partido debió de ser la mar de emocionante, según el periódico: el City ganó por 5 a 4 en la prórroga después de ir perdiendo nada menos que cuatro veces. ¡Qué actuación! ¡Qué mezcla de destreza y puro carácter! Me sentía orgulloso de los muchachos. Brigitta me conseguiría el vídeo al día siguiente, estaba seguro de que podría. Mientras tanto, bebí un poco champán con el desayuno que tomé de cena.»
Las referencias futbolísticas no acaban ahí, puesto que en el siguiente párrafo vuelve a aparecer la “soñada” gesta del Leicester, en forma de dos pinceladas separadas por unas pocas líneas:
“El Leicester City ganó la Copa, como creo haber dicho”.
“El entrenador nacional elegía a todo el equipo del Leicester City en bloque para representar a Inglaterra en la Copa del Mundo y volvían con el trofeo Jules Rimet (derrotando a Brasil 4 a 1 en una final memorable)”.
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El mundo del fútbol sigue presente un poco después, esta vez en relación a otro equipo:
“Conocí a Duncan Edwards y al resto de los jugadores del Manchester United que iban en el avión que se estrelló en Munich. También conocí a algunos jugadores de los primeros tiempos del Leicester City, la mayoría de cuyos nombres probablemente no les dirían nada”.
Y continua más adelante, ahora sobre futbolistas:
“Por ejemplo, conocí a todos los futbolistas que habían existido. Empecé por los famosos, luego los que yo admiraba aunque no fueran especialmente famosos, luego los corrientes, luego aquellos cuyos nombres recordaba sin recordar su aspecto ni su forma de jugar; finalmente pregunté por los únicos que aún no conocía, los jugadores antipáticos, aburridos o violentos a los que no admiraba en absoluto. No disfruté conociéndolos –eran tan antipáticos, aburridos y violentos fuera del terreno como en él- pero no quería quedarme sin futbolistas. Finalmente me quedé sin futbolistas. Pedí ver a Margaret otra vez.
– He conocido a todos los futbolistas –le dije.
– Me temo que tampoco sé mucho de fútbol.
Por si todo eso no fuera suficiente, unas líneas después regresa con una fantasía futbolera en la que marca un gol con su equipo:
“Dejé el tenis. Jugué con el Leicester City en la final de la Copa y me llevé una medalla de ganador (mi tercer gol, un potente cabezazo desde una distancia de doce metros, decidió el partido)”.
Y, ya al final del relato, una nueva referencia al histórico partido en el que su equipo ganó la Copa.
“Vi mi vídeo de la victoria del Leicester City por 5 a 4 en la final de la Copa, aunque no era lo mismo, sabiendo lo que sucedió”.
Así que, como podéis comprobar, no solo existe una afición de Julian Barnes por el mundo del fútbol. De hecho, he descubierto otra frase suya vinculada al fútbol:
“He estado jugueteando durante décadas con la idea de escribir sobre un linier de fútbol: un tío (ahora también puede ser una mujer) que es periférico, necesario y poco valorado”.
Quien sabe si tendrá que cambiar el argumento de su posible historia y adaptarlo al deseo que manifestó hace más de treinta años en relación con su equipo. Vista la situación actual de la Premier League, la pregunta es: ¿se acabará cumpliendo “El sueño” de Julian Barnes?
Y la otra pregunta que me hago es: ¿Por qué después de años sin tocar ese libro regreso a él precisamente ahora, por pura casualidad, cuando el Leicester City va líder? Estos sucesos, ¿me ocurren solo a mi?
Un comentario en “Julian Barnes, «El sueño» y el Leicester City”