El Brasil-Italia del Mundial 82 disputado en el desaparecido estadio de Sarrià es uno de los partidos más míticos y legendarios de la historia del fútbol. El otro día, viendo la portada del libro «Futbolistas de izquierdas«, de Quique Peinado, protagonizada por una imagen de Sócrates, volví a rememorar algunas imágenes de aquel inolvidable encuentro.
Sucedió en verano, exactamente el 5 de julio de 1982, en unas coordenadas del calendario bien alejadas de los fríos días de invierno que están a punto de dar carpetazo al año. Aún así, tal día como hoy, un 30 de diciembre, tenemos la posibilidad de recordar alguna de aquellas jugadas gracias a «Los fantasmas de Sarrià visten de chándal«, de Wilmar Cabrera.
Por ejemplo, con el siguiente fragmento.
Así pasó a los treinta y cinco segundos del juego. Junior tiró un pase a Sergio Chulapa, situado en la izquierda del área italiana. El delantero intentó dominar la pelota, que rebotó en su botín derecho, pero Collovati aprovechó y lo anticipó, entregándole el balón a Antognoni, que ante la marca de Cerezo se la pasó a Gentile, que por el cierre de Zico, lo retrocedió a Scirea. «Era alguien que siempre te sacaba de problemas», diría Gentile en una entrevista. «Tanto fuera como dentro del campo. Con el 7 en su espalda, un número más para un delantero que un defensa, Gaetano salió por el centro del campo con la pelota dominada. Ese era su trabajo. Como lo hacía siempre desde que Bearzot lo llamó a la Nazionale, aquel 30 de diciembre de 1975 contra Grecia.
Una gran novela sobre un gran partido para cualquier momento del año.