«Sería aconsejable (aunque yo más bien diría que es una obligación) que en los anales del deporte moderno quedara constancia para la posteridad de esta insigne hazaña, y yo, señor, me sentiría muy honrado si pudiera realizar este servicio para usted y su noble equipo, siempre y cuando lleguemos a un acuerdo beneficioso para ambas partes…»
Decía David Trueba en una entrevista que «tanto en el cine como en la literatura el fútbol es interesante como contexto, como telón de fondo, incluso desde los márgenes que delimitan lo anterior y posterior a un partido”. Se trata de una afirmación que está en consonancia con la idea más de una vez expresada por diferentes autores en cuanto a la dificultad que entraña escribir una novela sobre fútbol, una circunstancia que obliga a explorarlo, literariamente hablando, desde otras perspectivas.
La magnífica «Cómo llegamos a la final de Wembley» de J. L. Carr y publicada por Tusquets Editores es un ejemplo de lo que plantea Trueba, pues nos encontramos ante una original y divertida historia (pero no solo eso) en la que el fútbol actúa como telón de fondo, como interruptor que activa los engranajes a partir de los cuales toda la historia comienza a caminar.
El título de esta historia no es un engaño ni un delirio: realmente, trata de fútbol.
Hay fútbol, evidentemente. Y no un episodio sin trascendencia, sino que se alude, ni más ni menos, que a una competición de la importancia de la F. A. Cup inglesa. Pero se recurre a ella no por lo que significa, sino como leit motiv que nos ayuda a conocer la peripecia de unos peculiares habitantes de un remoto y olvidado pueblo del entorno rural inglés.
El libro fue escrito en 1975, algo que se percibe en los escenarios, costumbres y métodos que se van relatando. De hecho, parte de lo que se explica bebe de la propia experiencia futbolística del autor. Pero a pesar del tiempo transcurrido, hay un gran número de ideas que se mantienen totalmente actuales. Y es que cambian los escenarios y la parafernalia que los habita, pero no los comportamientos de las comunidades.
SINOPSIS
Con su flamante uniforme de color amarillo ranúnculo, los Steeple Sinderby Wanderers –que se dan con un canto en los dientes solo con que el terreno donde juegan no quede sumergido bajo varios centímetros de agua- forman el equipo de fútbol menos conocido, y menos profesional, de toda Inglaterra. Esta novela tremendamente divertida narra su gran hazaña: la que llevó a este humilde equipo a empezar la temporada causando estragos para acabar disputando la final en el mismísimo estadio de Wembley. Y se cuenta a través de los recuerdos quizá un poco sesgados del narrador (un hombre que se dedica a escribir versos para tarjetones de felicitación), las crónicas deportivas y las actas de las reuniones de la junta directiva, todo ello salpimentado con las peculiarísimas vidas de los habitantes de Steeple Sinderby, y de los genios, como en el doctor en filosofía húngaro y director del colegio, que diseñaron las estrategias uqe hicieron posible la epopeya protagonizada por jugadores como Alex Slingsby o el Mono Tonks, el inmortal lechero reconvertido en portero.
«Quinientas libras por adelantado y otras quinientas cuando haya terminado. Eso sí, nada de historias poco realistas. Limítese a la verdad, y nada más. Y si tiene algún problema para dilucidar cuál es la verdad, hable conmigo».
La novela es la historia de una peripecia. Desde el comienzo –ya desde el título- sabemos que el Steeple Sinderby Wanderers conseguirá llegar a disputar la final de la F. A. Cup en el mismísimo estadio de Wembley. El libro es la crónica de lo que sucedió, explicada por un narrador, Joe Gidner, que la vivió en primera persona. La de Gidner es como una voz en off que va describiendo a los personajes, lugares y acontecimientos de la historia. Una narración con esa atmósfera que tienen las películas de los hermanos Coen y sus retratos de lugares y personajes extravagantes y sorprendentes.
«Supongo que debe haber sido el partido de fútbol que más se ha descrito en la historia. Y no me refiero solo a los periódicos del domingo y del lunes siguiente, sino a los meses y años posteriores: no hay antología futbolística que no reproduzca una vez más ese partido».
Imagen de www.theguardian.com
“Cómo llegamos a la final de Wembley” se lee con una sonrisa en los labios, pues es una historia divertida, llena de humor, y en la que no faltan la ironía y el sarcasmo. Un tono, en general, muy británico. Pero aunque la lectura distendida sobrevuela todas las páginas, no falta la sutilidad a la hora de criticar determinados usos y comportamientos todavía reconocibles. Y pese a que han pasado más de 40 años desde que fue escrito se trata de una obra fresca, nada desfasada, y en la que las principales fases por las que el avance del equipo va pasando son, perfectamente, extrapolables a nuestros tiempos. De hecho, hasta podemos encontrar un jeque árabe.
Uno de los grandes aciertos de la historia es la forma en que lo estrambótico y lo que aparentemente predecible se acaban engarzando para dibujar una sorprendente aventura. El argumento inicial de un humilde y modesto equipo que consigue de manera sorprendente alcanzar una final, dejando por el camino a equipos mucho más poderosos, podría explicarse desde el punto de vista más predecible: el de la grandeza y la épica del fútbol, que de tanto en tanto nos regala con sorprendentes e inesperados resultados que nos ayudan a recordar que, de vez en cuando, David puede vencer a Goliath.
Pero esa sería la vía más típica y tópica. Y aquí, en cambio, lo que importa es conocer quienes son los protagonistas de la proeza, cómo son y cómo afrontan todo lo que les está pasando, y con qué naturalidad se incorpora a la normalidad de su entorno cotidiana sin dejar que lo extraordinario consiga transformar su devenir cotidiano. Como si no fuera con ellos, los personajes permanecen casi impertérritos a todo cuanto van viviendo, sabedores de que la gloria es pasajera y de que la marea del éxito, por extraordinario que este sea, siempre acaba regresando a su cauce.
Imagen de www.scottishfootballblog.com
El fútbol, tan habitualmente lleno de tópicos, permite visualizar en este caso la peripecia de un grupo de personajes que, a priori, son lo más alejado de unos futbolistas de éxito de lo que se podría esperar. No solo por sus extraños hábitos y costumbres, sino por todo lo que acaba rodeando los preparativos de cada uno de los partidos que deben disputar. Aquí, lo que debería aparecer como normal –la formación de un modesto equipo de fútbol que participa en un torneo- se acaba convirtiendo casi en un hecho estrambótico por los personajes que lo protagonizan.
Y la extrañeza aumenta a medida que lo inesperado va sucediendo, y cuando van superando eliminatorias contra todo pronóstico. Incluso en ese caso, cuando todo el mundo comienza a prestar atención a ese equipo que hasta entonces reposaba en los más ocultos rincones del conocimiento general, sus miembros continúan manteniéndose fieles a su forma de ser, y en lugar de ser absorbidos por el devenir de los acontecimientos son ellos quienes reivindican su carácter.
Una novela que es una delicia. Divertida, original, curiosa, que se lee de un tirón, con un estilo narrativo que te acaba envolviendo y te introduce en el centro de ese peculiar lugar llamado Steeple Sinderby, con una “población de 547 habitantes, situado a diez metros sobre el nivel del mar en la estación seca, y que ganó el trofeo deportivo más codiciado de toda Gran Bretaña”.
Pregunta el autor en el prefacio: “Pero, ¿es verosímil esta historia? ¡Ah!, todo dependerá de que ustedes quieran creérsela…”.
Mi respuesta es que no solo es verosímil, sino que me la creo. Y os invito a que la leáis.
Podéis leer el primer capítulo haciendo clic aquí.
P. D. Por cierto, mención especial para la maravillosa portada del libro.
DATOS TÉCNICOS
«Cómo llegamos a la final de Wembley», J.L. Carr