«Y ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar, y eso es el fútbol, señores«, fue una de las famosas frases del gran Luis Aragonés.
Una afirmación bien cierta, y es que a menudo parece que el mundo del fútbol se limite a la obtención de la victoria, al tan recurrente tópico de que la pelota entre o no.
Pero aún siendo así en parte, debemos esforzarnos en considerar que nos hallamos ante un deporte en el que intervienen otras consideraciones y otros valores. Por esa razón también forma parte intrínseca del tinglado balompédico -afortunadamente- el saber perder. Y, si nos centramos en el mundo de la literatura futbolera, es importantísima una forma concreta de «Saber perder«: la de la novela de David Trueba.
El «Y ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar, y eso es el fútbol, señores», de Luis Aragonés sonaría igual de enérgico y contudente tal día como hoy. Y tal día como hoy, un 2 de enero para ser exactos, suena así en el «Saber perder» de David Trueba.
Ariel ha reclinado el asiento y trata de dormir. En la zona de preferente el espacio es amplio y a su lado un hombre de traje lee la prensa económica color salmón mientras bebe a sorbitos un jerez. Como en la ida, el pasaje va repleto de familias instaladas en España que han vuelto a Argentina por Navidad. En la fila de acceso al avión se mezclaban publicitarios, profesores universitarios, cierta burguesía, con viajeros más humildes con grandes bolsas y gesto de tensión cuando han de mostrar el pasaporte. Es día 2 de enero y el principio de año siempre establece una especie de esperanza generalizada, como una página en blanco.
En la última fila de preferente, estirado cuan largo es, con antifaz en los ojos, entre ronquidos estruendosos, duerme Humberto Hernán Panzeroni, portero de un equipo andaluz que vino a saludar efusivo a Ariel al coincidir en el vuelo.
Humberto es grande, veterano de la liga española, donde lleva casi seis años. Llegó a ser tercer portero de la selección en los pasados Mundiales. Se sentó en el brazo del asiento de Ariel para hablarle y cada vez que cruzaba a su lado una azafata se volvía, no se sabía muy bien si para facilitarle el paso o para cortejarla. Odio viajar en primera, acá mandan las azafatas veteranas, las más tiernitas van en turista, el mundo al revés. Tenía un incisivo de un blanco distinto al resto de la dentadura y Ariel recordó que perdió un diente en un choque contra uno de sus defensas, lo vio en la televisión.
«Saber perder«, una novela de gran utilidad también para aprender a ganar. Y si no que se lo pregunten a Leo Messi, a quien Pep Guardiola -gran amigo de David Trueba– regaló justamente ese libro.
De hecho, creo que he leído en algún lado que uno de los actos de Pep Guardiola cada vez que aterriza en un equipo es el de regalar un ejemplar de ese libro a sus jugadores.
Fútbol Club de Lectura en estado puro.
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