20 de mayo: una fecha especial para el fútbol y la literatura

 

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Imagen de www.besoccer.com

Por razones que desconozco hay fechas que uno olvida para siempre, mientras que otras se graban a fuego en la memoria sin saber por qué. Unas, por más que nos esforzamos en recordarlas, se niegan a manifestarse con claridad, mientras que otras permanecen en nuestro recuerdo como un rótulo luminoso en medio del desierto.

Eso es lo que me pasa, por ejemplo, con las Champions del Barça de París o Roma. Soy incapaz de recordar siquiera los años en que fueron ganadas, o me hago un lío y los confundo. En cambio, con la primera de todas, conseguida en Wembley, recuerdo perfectamente cuando se produjo: el 20 de mayo de 1992.

De aquel día incluso recuerdo que era un miércoles, que en el lugar en el que yo trabajaba era fiesta local, razón por lo cual aproveché para hacer una escapada en moto hasta Andorra con unos compañeros de trabajo. También recuerdo que a la hora de comer comenzó a caer una impresionante tormenta y que aún teníamos unas horas de camino por delante si queríamos ver el partido en casa. Conseguimos llegar a tiempo. Empapados hasta los huesos pero a tiempo. Y, como decía, por más tiempo que pase, sigo recordando que todo aquello sucedió el 20 de mayo de 1992.

Se trata de un día, por lo demás, muy productivo desde el punto de vista del fútbol y la literatura. Por un lado, porque el encuentro de Wembley, como era de esperar, se convirtió en fuente de emociones y vivencias escritas por parte de autores barcelonistas. Pero, por otro, porque también fue un 20 de mayo de más de 60 años atrás cuando se jugó otro partido que también sirvió para que viera la luz una de las más famosas creaciones literarias inspiradas en un suceso futbolístico. Me estoy refiriendo a la “Oda a Platko” que Rafael Alberti escribió con motivo del partido que Barcelona y Real Sociedad disputaron el 20 de mayo de 1928.

Así que, en tal día como hoy, no quedaba otra que ofrecer una recopilación de fragmentos en los que ambas fechas son protagonistas. Aquí la tenéis.

20 de mayo de 1992

 

Johan Cruyff en “Johan Cruyff 14. La autobiografía”.

“Esto muestra que, con frecuencia, la suerte va unida al éxito. Pero tienes que forzar la buena suerte. Por eso, como jugador, siempre he tomado la iniciativa. Gobernando el encuentro. Para poder tenerlo todo bajo control. Como hice el 20 de mayo de 1992 en Wembley contra la Sampdoria. Tras noventa minutos seguíamos 0-0, pero Ronald Koeman conseguiría marcar en la prórroga aquel gol históric. Tras cuatro años, mi misión estaba cumplida. Aquella noche, en el terreno de juego estaba el equipo que yo siempre había imaginado”.

 

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Josep Maria Fonalleras, fragmento de “Hartos de Berna, hambrientos de Wembley”, en “Cuando nunca perdíamos

“Decía César Luis Menotti en una entrevista que el fútbol es «espacio, tiempo y engaño», y poco tiempo después el poeta Jaume Subirana añadía: «Y la literatura debe de ser, sin duda, una idea similar: espacio, palabras y engaño». Quizás hayamos olvidado otras cosas, pero todos sabemos qué hacíamos y dónde estábamos la noche del 20 de mayo de 1992, o la del 18 de mayo de 1994. U otras tantas tardes y noches de mayo de nuestras vidas”.

Daniel Samper, fragmento de “Las diabluras de un niño bueno”, en “Cuando nunca perdíamos”.

«Creo que es el momento de revelar que en mi modesto fondo de armario había hasta ese momento dos camisetas del Barcelona. Una, que yo mismo compré en la tienda del club, lleva el nombre de Rosario, a quien tanto admiré. Otra luce en el pecho una pequeña copa –la Champions, que el Barcelona ganó por primera vez el 20 de mayo de 1992 en Londres- y en la espalda el número ocho. Solo el número, pues entonces no se estilaba escribir el nombre del portador”.

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Raül Llimós, fragmento de “Todos tenemos nuestra cruz”, en “Relatos del Mundial”.

20-05-1992: Wembley Stadium, Londres. Final de la Copa de Europa. Barça 1 – Sampdoria 0. Tres años después, Cruyff y Boskov volvían a verse las caras. Catalanes e italianos querían ganar su primera Copa de Europa, y la consecuencia fue un partido tenso, emocionante y resuelto en la prórroga gracias a un trallazo de Ronald Koeman en el minuto 111. Pagliuca y Salinas fueron titulares.

Xavier Torres, fragmento de “La partida de la vida”, en “Historias solidarias del deporte 5

“Pero aún antes que apareciera la siguiente ficha empezaron a gritar de nuevo, como si el pito-blanca tuviera un mensaje doble: “20demayode1992.ZubizarretaFerrerKoemanNandoJuanCarlosGuardiola(Alexanko)BakeroEusebioSalinas(Goikoetxea)LaudrupyStoitchkov”. El cronómetro saltó por los aires. No se le volvió a ver jamás. Debe estar por el suelo, pisoteado. “¡Bote, bote, bote, madridista quién no bote!”. El bar temblaba. Las cucharas de café repicaban con las tazas, añadiéndose a la fiesta. Era, de verdad, para los que estuvimos allí dentro, un terremoto 9.0 en la escala de Richter. ¡Brutal!”.

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Llorenç Bonet, fragment de “Carles Puyol, el germà del Putxi”, en “Camp de terra”.

«20 de maig de 1992, el Barça guanya la seva primera Copa d’Europa a l’antic Wembley, estic al mític estadi londinenc amb l’amic David Sellart i uns quants afeccionats del Poal. Hem trobat entrades gràcies al Cuca (tiet del David), que té contactes amb la plana major de la directiva del Barça. És fàcil d’explicar i difícil d’entendre, deixant a part que tot i que m’he casat amb una dona espectacular capaç d’enamorar al més pintat i he vist el naixement en directe dels meus fills, naturalment la cosa que més estimo del món, crec que el dia mes feliç de la meva vida és aquell, el de la final”.

Pablo Santiago Chiquero, fragmento de “Un cañonero en prisión”, en “Once goles y la vida mientras”.

Ronald Koeman.

Antiguo Estadio de Wembley (Londres)

20 de mayo de 1992

“Se llamaba Ricardo, pero ninguno sabíamos su nombre o lo habíamos olvidado y le decíamos el Koeman o simplemente Ronald porque no había nadie en prisión que le pegara a la pelota como él lo hacía. Le daba con el empeine, y entonces el patio de la cárcel se quedaba pequeño para sus amplias roscas y parecía que el balón se quedaría atrapado en el alambre de espino que recorría la parte superior de los muros, pero el efecto siempre hacía que finalmente bajara o volviera a centrarse, cobrara aún más velocidad y se dirigiera a la puerta con la precisión de un proyectil. El Koeman no fallaba, y todos los internos sabíamos que aquello era un verdadero don, una gracia que la vida le había dado como a otros les regala unos ojos bonitos o los hace buenos con la poesía”.

pablo santiago chiquero

20 de mayo de 1928

Josep Maria Fonalleras, fragmento de “Hartos de Berna, hambrientos de Wembley”, en “Cuando nunca perdíamos

“Todos tenemos un partido que hubiéramos querido ver en directo, sobre el terreno. Algunos, además, si nos dijeran que podríamos volver a ellos, incluso seríamos capaces de vender nuestra alma. Mi partido se jugó en Santander el día 20 de mayo de 1928.

Por aquellos días, Rafael Alberti era huésped de José María de Cossío, el experto en tauromaquia que vivía cerca de Santander. «Yo estaba escribiendo un libro sobre los ángeles», dijo el poeta. De Cossío lo invitó a ver un partido de fútbol al que también asistió Carlos Gardel, amigo de Samitier. Y no era un partido cualquiera. Se trataba de la final del Campeonato de España que tenían que jugar el día 20 de mayo, en los Campos de Sport del Sardinero, el Barça y la Real Sociedad”.

Jorge López, fragmento de “Tot el camp és un tanto”, en “Historias solidarias del deporte 8

“El 20 de mayo de 1928, en Santander, Gardel se graduó de culé. Leal feligrés de Samitier, entonó como forofo los cantos barcelonistas en la final de Copa del Rey entre la Real Sociedad y el Barça. El encuentro, desteñido por los nacionalismos, terminó entre patadas, golpes y ferocidad policial. Fue una batalla librada entre porterías, con los banquillos improvisados como trincheras. Tras la guerra, en el equipo blaugrana terminaron lesionados Platko, Samitier, Castillo y Perera. Todo a media luz, en la intimidad del hotel de concentración, Gardel se alzó delante de todos como soldado blaugrana y matizó la velada. Hubo silencio en la noche. Ya todo estuvo en calma. En esos instantes en los que el músculo duerme y la ambición trabaja. Con su música ya no hubo más pena. Ni olvido”.

En «Un balón envenenado«

“Rafael Alberti escribió una “Oda a Platko” con motivo del primer partido de la final de la Copa del Rey de 1928, que se jugó el 20 de mayo en Santander, en los Campos de Sport de El Sardinero. Ni el Fútbol Club Barcelona, ni la Real Sociedad salieron ganadores de este encuentro. Se necesitaron hasta tres partidos para que el Barcelona conquistara por fin el título, después de dos empates a un gol, con un marcador de 3 a 1. Eso ocurrió ya el 29 de junio. Pero Alberti hizo célebre con su poema el primer encuentro”.

 

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Oda a Platko

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Rafael Alberti

Santander, 20 de mayo de 1928

 

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Imagen de www.mundodeportivo.com

 

 

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