«Jóvenes promesas», de Juanjo Díaz Polo. Editorial Planeta

 

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Hace unas semanas la literatura futbolera me transportaba a finales del siglo XIX. Hasta el año 1899, para ser exactos. Fue gracias a la magnífica “Quan no érem ni onze”, una novela documental escrita por Josep Bobé cuyo argumento gira en torno a la fundación del Fútbol Club Barcelona.

La literatura futbolera -y una afortunada coincidencia en mi calendario de lecturas- han querido que continúe viajando en el tiempo. En esta ocasión, hasta el año 1920, de la mano de la también magnífica “Jóvenes promesas”. Escrita por Juanjo Díaz Polo, y publicada por la editorial Planeta, se trata de una obra también ambientada en un pasado distante para nosotros y en la que podemos identificar varios puntos de contacto con la anterior.

Mientras que allí se habla de los primeros pasos de un club aquí nos hallamos ante el nacimiento de la primera selección española de fútbol. También en este caso el papel del cronista deportivo es clave en la historia, y, así mismo, nos encontramos ante contextos históricos con muchos puntos en común. En este sentido, algunos personajes de la época, protagonistas en aquella historia, se entrecruzan y son mencionados en algún pasaje de esta, como Hans Gamper.


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Selección española Amberes 1920. Imagen de www.curiosidadesdelfutbol.wordpress.com

SINOPSIS

Corre el año 1920 y el Comité Olímpico Español va a enviar por primera vez en su historia una selección de fútbol a un campeonato internacional. La tarea no será fácil: las diferentes federaciones regionales recelan unas de otras y cada una exige que sus jugadores tengan protagonismo. Pocos tienen fe en ese equipo, pero sobre el terreno de juego estarán los Zamora, Pichichi, Pagaza, Belauste o Samitier, componentes de un once de leyenda.

Inspirada en hechos reales, Jóvenes promesas se desarrolla en los inicios del fútbol y el olimpismo y narra, a través de la voz de Elena Díez, la idealista hija de un veterano cronista deportivo, la gesta histórica de un equipo inolvidable, en el que nadie creía, y que alcanzó la gloria.

Tal y como vemos en la sinopsis, la historia de “Jóvenes promesas” está narrada en primera persona. Elena Díez, una inteligente joven de ideas claras, acompaña a su padre, un reconocido y reputado cronista deportivo hasta Amberes, donde están a punto de comenzar los Juegos Olímpicos de 1920. El papel de Elena, sin embargo, pronto se convertirá en mucho más que una simple acompañante o testigo de todo cuanto sucedió durante aquellos días, ya que un irreversible problema de salud de su padre, que cada vez irá a más, la obligará a adoptar un papel inicialmente no previsto para ella.

Los ojos de Elena, sus vivencias y su voz será la pantalla a través de la que reviviremos un momento histórico. Además, su papel no se limitará al de simple narradora de todo cuanto observa y sucede, sino que será eje central de gran parte de los episodios que durante aquellos días ocurrirán. Así, Elena actuará como privilegiado testigo del entorno directo de la selección española desplazada hasta Amberes, pero también como personaje principal en alguno de los episodios protagonizados por algunos miembros de la expedición.

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La novela, así, nos ofrece una radiografía de lo que sucedió durante el viaje, los momentos previos, la estancia del equipo en Bélgica y todo lo que allí aconteció y se generó. Así como el relato del desarrollo de los partidos que aquella selección disputó, con la descripción de las peculiaridades del fútbol de la época, muy diferente al que nosotros conocemos.

“Desde el primer día de los Juegos en Amberes, vivíamos inmersos en el reino del deporte, ajenos a todo lo demás. Como había dicho en sus discursos Coubertin, le sport est roi. Durante la Olimpiada se detenía el tiempo y todo parecía posible. La vida era juego, sin otra consecuencia que la de ganar o perder. El resto del mundo parecía algo irreal, lejano e insignificante.”

Todo ello, basado en hechos reales, puesto que uno de los objetivos del autor era el de escribir “una novela históricamente impecable”. Y esa fidelidad histórica combinada con la ficción que construye se fusionan de tal manera que la lectura te arrastra sin parar. El interés no decae en ningún momento, sino todo lo contrario: los 25 capítulos y el epílogo que la estructuran son una constante insinuación a ir más allá y continuar avanzando hasta el final.

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Imagen de www.museuvirtualdofutebol.blogspot.com

Como sucede en “Quan no érem ni onze” que al principio mencionaba, en “Jóvenes promesas” nos encontramos en un contexto histórico que nos puede parecer lejano, pero que es clave para comprender la importancia que el deporte en general y el fútbol en particular ha ido adquiriendo durante el último siglo. Y es que la novela transcurre en un momento en el que la esperanza depositada sobre los Juegos Olímpicos de Amberes es máxima, tras los desastres de la guerra de unos años antes.

Así, no solo llegaremos a conocer de qué manera vivió aquel equipo su participación en los juegos, sino que lo haremos entrando hasta en los vestuarios, y conociendo los entresijos de lo que en aquella época rodeaba a un equipo de fútbol. A diferencia de lo que actualmente sucede, donde los jugadores son prácticamente inaccesibles, en aquella época la convivencia con los periodistas deportivos era muy estrecha, un hábito que la novela nos muestra convirtiéndonos en testigos privilegiados.

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Imagen de www.vavel.com

Aquella selección estaba integrada por nombres míticos y legendarios, como es el caso de Ricardo Zamora, Samitier o Pichichi entre otros, todos ellos bajo las órdenes de otra importante figura de la época, Paco Bru, el seleccionador (en este artículo de Miguel Ángel Ortiz podréis conocer cosas muy interesantes sobre él). Y ellos son algunos de los protagonistas de la historia, de manera que se produce una humanización de estos personajes, a quienes percibimos como lo que en aquel entonces eran, un grupo de jóvenes deportistas a punto de asistir a un momento histórico.

“Los jugadores elegidos para el primer equipo ya no sorprendían a casi nadie. Días antes, Isidro me había adelantado, con un guiño de complicidad, el once de gala que se iba perfilando en la mente de Bru. El utillero les había puesto mote a todos y su alineación sonaba a la siguiente manera:

– Dragón en el goal; de backs, Acero y el Grúa; en medio, Langosta, Camioncito y el Fino, y de forguares –así llamaba a los delanteros-, Pantera, Metralleta, Cañón, Zorro y Anguila. Es un once fetén, señorita. Colosal.

Sonreí al recordarlo, porque, más que un equipo, su alineación me parecía la partida de bandoleros del Tempranillo. Pero Isidro acertó en todo, los jugadores de los que hablaba entonces formaban el equipo de probables: Zamora de portero; Otero y Arrate en la defensa; Samitier, Belauste y Eguiazábal en el centro, y de forwards o delanteros, Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo. Al verlos moverse en el campo, los apodos de Isidro les sentaban como guantes”.

Se trata de elementos centrales de la trama –en especial, Ricardo Zamora-, que encajan a la perfección con la descripción del contexto histórico y el resto de subtramas de la novela para construir una novela que atrapa desde el principio. Y quizá sea justamente ese el gran mérito del libro: el transportarnos hasta 1920, introducirnos en el centro del grupo y hacernos revivir aquellos días sin perder de vista la realidad histórica. Y todo con el gancho de las novelas que no puedes dejar de leer en cuanto las comienzas.

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Zamora y Samitier. Imagen de www.amoelfutbolinternacional.blogspot.com

Los Juegos Olímpicos de Río que ocupan las portadas durante estos días son un marco idóneo para leer “Jóvenes promesas”. Aunque estén separadas por casi un siglo en el tiempo, nos ayudará a aproximarnos a lo que fueron los primeros pasos del olimpismo, a conocer cómo era el fútbol de la época (lleno de curiosidades y tan diferente al de ahora, como por ejemplo el caso de los linieres o la dureza con que se empleaban los jugadores).

Una delicia de libro que se lee de un tirón y en el que bajo el paraguas de las peripecias de aquel equipo de fútbol van emergiendo otros muchos temas que encajan a la perfección como piezas de un puzzle. Y así no faltan una historia de amor, los entresijos políticos y diplomáticos de la época, las rivalidades y desconfianzas entre jugadores según su procedencia autonómica, las ambiciones y rivalidades personales, la amistad y el sentimiento de grupo, o la importancia del periodismo deportivo de la época.

Una de esas novelas, en definitiva, que en cuanto las acabas te entran ganas de volverla a comenzar, por todo lo que te ha enseñado y todo lo que te ha hecho disfrutar.

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Imagen de www.quedelibros.com

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