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Esta tarde el Barça visita uno de los estadios de fútbol más míticos y emblemáticos de la liga española: San Mamés, la Catedral, el territorio del Athletic de Bilbao. Un buen día para recordar, aprender y entender algunas cuestiones relacionadas con la idiosincrasia de este club tan especial.
Para ello, nada mejor que echar mano de las letras de uno de los grandes de la literatura y miembro destacado de este Futbol Club de Lectura: Ramiro Pinilla, quien hace poco nos dejó. Pero también nos dejo una obra extensa entre la que encontramos una gran novela sobre fútbol, “Aquella edad inolvidable”, en la que nos narra la historia de Souto Menaya, ‘el Botas’, personaje de ficción y jugador del Athletic de Bilbao que llegó a conocer la gloria gracias a uno de sus goles y el infierno después de una lesión.
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A continuación, unos cuantos balonazos literarios extraídos de la novela relacionados con el sentimiento de ser del Atheltic de Bilbao y del fútbol en general.
– Te diré algo que no entiendo: lo importante no es lo que hay dentro sino lo que hay fuera. Aunque nuestro equipo ganara todos los partidos en un San Mamés vacío, no habría Athletic. Y aunque perdiera todos los partidos en un San Mamés lleno, habría Athletic. ¿Tú entiendes la cuestión de Dios? Yo, no. Si no hubiera llorones, no habría Dios. Pues lo del Athletic es lo mismo.
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“¿Estás contento?”, preguntaba al niño que llevaba de la mano si el Athletic había metido más goles que el rival. Y el pequeño Souto levantaba la cabeza y contestaba que sí, al principio para no contrariar al padre, pronto con sólido ardor. Cuando el equipo perdía, salían mustios de San Mamés. “Sabes lo que en mis tiempos me preguntaba cuando nos sacudían? Me preguntaba: ¿y ahora qué me queda? ¿Y sabes lo que me quedaba? ¡El Athletic, Souto, el Athletic por encima de todo y yo no lo sabía! Aunque Lafuente, Bata, Chirri o Gorostiza no metieran los goles que hacían falta, había por delante más domingos, ¡muchos domingos!”.
Tras arengas de esta índole, a Cecilio le quedaba el mal sabor de boca de su incapacidad para transmitir su devoción. Tuvo una prueba de ello al preguntar al hijo, ya de nueve años, tras un descalabro dominguero:
– ¿Te estás haciendo la pregunta “qué me queda ahora”, hijo mío, como me la hacía yo?
– Sí, bueno, no sé… Creo que sí, pero… Fue una pena que Unamuno fallara ese gol de cabeza.
Cecilio creyó leer claro en esa respuesta. “El chico siente los colores pero aún está verde.” Vivió todo un año eligiendo ideas, palabras, frases y tonos capaces de extraer su yo profundo y tocar el del hijo de diez años. Un lunes lo sentó en casa frente a él después de haber leído a Souto tres veces la crónica periodística del partido de lavíspera que se sabían de memoria, y le dijo:
– En este mundo hay que tener algo grande por encima de nuestras cabezas. Unos tienen a Dios y otros al Athletic. Otros tienen a los dos, y nunca lo he entendido. Hijo, ¿en quién piensas por las noches en la cama? ¿Cómo quien te gustaría ser? ¿Te gustaría que te vieran Blasco, Iraragorri o Muguerza cuando ayudas a ama y que no te vieran si te quejas de las vainas con hilos? Piénsalo, hijo. Nunca te avergüences de buscar lo que tienes en la cabeza, si por casualidad tienes algo grande y no lo sabes.
Equipo campeón de 1930: Castellanos, Iraragorri, Bata, Ispizua, Blasco, Urquizu, Lafuente, Muguerza, Chirri II, Gorostiza, Unamuno y Pichi Garizurieta. Fotografía de http://www.miathletic.com
Una referencia más, que viene como anillo al dedo para el partido de hoy, ya que también se habla del Barça:
– Dentro de quince días juega aquí el Barcelona. Ya veremos qué alineación saca ese Pentland, y si podemos cantar el alirón… ¿Sabes de dónde viene el alirón? Lo inventaron los mineros. Cuando sacaban una nueva veta, el ingeniero escribía encima con tiza All Iron, que en inglés significa “todo hierro”. Los mineros saltaban porque cobraban jornal extra y el alirón corría por la mina. Así pasó al “alirón, alirón, el Athletic campeón”. Mira lo que dieron a la Catedral aquellos mineros explotados.
Fotografía de www.miathletic.com
Y, para terminar, una reflexión sobre el fútbol que no tiene desperdicio:
“El sueño del rematador consiste en colar el balón por uno de los dos ángulos superiores “quitándole las talarañas”. Si, además, este gol resulta decisivo, pasa a los anales y el nombre del jugador a las generaciones futuras. Como si el fútbol fuera un proceso matemático. Medio palmo más allá o más acá no habría gol o perdería su magia, aunque talento y esfuerzo habrían sido los mismos. Existe en proyecto la jugada perfecta, pero solo de tarde en tarde el sueño se realiza. “El fútbol es así”, se filosofa. Pero hay desmayos matemáticos cuando surge el milagro. Uno de los encantos del fútbol es la democracia de los goles, pues tiene el mismo valor uno de sueño que otro metido con el culo”.
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