«Futbolsilibro»: fútbol de quiosco, fútbol de bolsillo

 

Imagen de www.siguealconejoblanco.es

 

Hace unos días leía el siguiente titular en el diario La Vanguardia: “Barcelona estudia que los quioscos incluyan otras funciones”. La noticia explicaba que desde el ayuntamiento se quería poner en marcha un plan piloto que tenía como objetivo principal el de revitalizar este tipo de establecimientos, muy implantados y valorados socialmente, pese a que atraviesan una cierta etapa de decadencia.

Hace poco más de un año, Javier Pérez Andújar escribía un maravilloso artículo en El Periódico de Catalunya bajo el título “Ser de quiosco”. En él decía, entre otras cosas, que los quioscos eran “la biblioteca de los pobres”, y el «Amazon de los bloques«. Representan la anulación de las fronteras culturales, y actúan como espacios en los que la ‘Ciropedia de Jenofonte‘ es el compañero de ‘Las colinas negras‘, de Lucky Luke.

Los quioscos forman parte del paisaje cultural de mi infancia y mi juventud. Allí compré lo que describe Andújar: tebeos y cromos, cómics y diarios deportivos, revistas y libros de ciencia, novelitas baratas y fascículos de colecciones de grandes clásicos de la literatura. Seguramente, hubo un tiempo en el que el refugio de lo que se podría llamar «fútbol y literatura» de la época estaba allí, en los quioscos: en forma de prensa deportiva, de álbumes de cromos y de revistas como Don Balón.

Pero también en otro producto más desconocido y hoy casi olvidado. Los quioscos fueron los distribuidores, diría que entre la década de los 40 a la de los 80 del siglo XX, de una de las principales opciones de ocio de la época en la que la televisión e internet todavía no lo habían inundado todo. Me refiero a la “novela popular” o «novelas de a duro» (por su precio), «de quiosco» (por el lugar en el que se adquirían) o «bolsilibros» (por el nombre de la famosa colección que puso en marcha Bruguera).

 

Eran lo que en Estados Unidos se denominaba «pulp«. Tras el rodaje de “Pulp Ficion”, Quentin Tarantino explicó en alguna entrevista que la película era, en el fondo, «un homenaje a ese tipo de literatura kleenex, de usar y tirar, de gran éxito en los años treinta y cuarenta, y que Vincent Vega (el personaje interpretado por John Travolta), devora en sus continuas visitas al cuarto de baño. Te compras un libro de estos por 10 centavos, te lo guardas en el bolsillo trasero del pantalón, te sientas encima de él, lo lees a ratos en el autobús y cuando lo terminas se lo das a alguien o lo tiras, no lo pones en la biblioteca. Algunos estupendos escritores salieron de ahí, pero fueron reconocidos de forma retrospectiva; en su momento se les consideró desechables, sólo para las masas”.

Podéis encontrar una completa explicación sobre los bolsilibros en esta página del blog «La memoria del bolsilibro«. Tal y como allí se explica, su formato era muy manejable, con unas medidas aproximadas de «10,5 cm. de ancho y 15 cm. de largo. Estaban encuadernados con goma y con unas tapas de cartón de baja calidad que contaban con sus correspondientes portadas ilustradas. El número de páginas se acercaba al principio a las 150, para acabar teniendo 96 páginas, lo que obligaba a los autores a ser cada vez más concisos en el desarrollo de las tramas».

Este tipo de obras eran distribuidas en ejemplares de pequeño tamaño y papel de baja calidad (de ahí el nombre de ‘pulp’, en referencia al desecho de pulpa de madera que con que se fabricaba un papel amarillento de muy mala calidad y coste muy barato), y su principal objetivo era, única y exclusivamente, el de proporcionar entretenimiento. Abundaban, en aquellos libritos, las historias de terror, ciencia-ficción, bélicas, de aventuras, del oeste (con Marcial Lafuente Estefanía al frente) y, sobre todo, de género negro. También, por supuesto, había espacio para el romanticismo y la denominada novela rosa, territorio dominado por la gran estrella que era Corín Tellado en el mercado español.

Imagen de www.novelasdeaduro.blogspot.com

 

Imagen de www.bolsilibrosmemoriablog.wordpress.com

Existen aficionados que mantienen viva toda aquella producción gracias a espacios en internet que son auténticas enciclopedias en la materia, como los blogs “Novelas de a duro (o bolsilibros)”, “La memoria del bolsilibro”, “Bolsilibros. Novela popular de kiosco”, “Novela de quiosco”. Y conste que los citados son, tan solo, algunos ejemplos de los que existen. Después tenemos los artículos de Pérez Andújar, de Toni Vall (como este), o acciones como la exposición «Francesc Caudet i la novel·la popular» organizada por la Biblioteca La Bòbila de l’Hospitalet. Como no es un tema que domine, seguramente se me escapan otros muchos casos en los que la novela popular es valorada con atención. Pero aún así, tengo la sensación de que se trata de un género que ha sido injustamente marginado y menospreciado.

Prácticamente ya nadie habla de esas obras, y siendo cierto que la gran mayoría se alejan de lo que podríamos considerar determinados criterios estéticos, ni siquiera se le reconoce el importante papel que jugó durante décadas acercando la lectura a varias generaciones. Y no hay que olvidar que hoy otorgamos la máxima consideración a autores que se iniciaron en ese “submundo”, como Raymond Chandler o Dashiell Hammet. La clave de todo radica, como dice Pérez Andújar, en el hecho de que lo que se consideraba “literatura de calidad” se vendía en las librerías, mientras que lo que se vendía en los quioscos no podía ser considerado un producto literario.

 

He citado antes a Marcial Lafuente Estefanía y a Corín Tellado. Pero junto a ellos destacaron nombres como los Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz), J. Mallorquí, Clark Carrados, (Luis García Lecha), Silver Kane, (Francisco González Ledesma), Frank Caudett, (Francisco Caudet Yarza), George H. White (Pascual Enguidanos) o Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez) entre muchos otros. Nombres que en realidad eran algunos de los diversos pseudónimos que cada uno de ellos utilizaba y bajo los cuales crearon miles y miles de ejemplares. Si a algunos de vosotros les suenan será porque en algún momento habéis sido usuarios de quioscos.

Pero, ¿y el deporte? Por supuesto, entre tanta producción también existía espacio para las narraciones en las que lo criminal se fundía con lo deportivo. Envidias, corrupciones, apuestas ilegales, drogas, bajos fondos y otras tramas inundaban esas páginas. Boxeo, hípica, hockey, béisbol, baloncesto, automovilismo, ajedrez… todas las disciplinas deportivas eran susceptibles de caer en el terreno de estas historias.

Y, cómo no, el fútbol no podía quedar al margen de este particular universo, y encontramos historias ambientadas en Europa, pero también en el soccer norteamericano. Algunas de ellas no tienen nada que envidiar a algunos de los best sellers actuales, y son puro divertimento, intriga y acción de la primera a la última página.

En este artículo comparto los títulos y colecciones de temática futbolera que he podido localizar después de que hace un par de meses me tropezara con «Asesinatos en el estadio«, de Peter Debry. Sin ánimo de exhaustividad, aquí tenéis los libros que desde entonces he conseguido localizar.

Y, por supuesto, si alguien conoce alguna otra obra de esta tipología que tenga al fútbol como temática agradeceré enormemente que me lo comunique para añadirla al artículo.

 

1200_1526546361llibres_caudett.jpg

Imagen de la Biblioteca Tecla Sala de l’Hospitalet

Josep Mallorquí Figuerola: padre de «El Coyote» y de «La novela deportiva«

Iniciamos este repaso a finales de los años 30 y comienzos de los 40, con la figura de Josep Mallorquí Figuerola, popularmente conocido por tratarse del autor de la exitosa serie “El Coyote”. Mallorquí, de infancia complicada y formación autodidacta, trabajó para la Editorial Molino, que se trasladó a Buenos Aires tras el estallido de la guerra civil. Uno de los encargos recibidos fue el de la elaboración de una colección de novelas bajo el título “La novela deportiva”.

 

 

La principal referencia a esta colección la he encontrado en el blog “Novela de quiosco”, donde se explica que “allá por el año 1937 Mallorquí comenzó a preparar, para una posible serie de novelas, algunos cuentos y relatos cortos ambientados en el mundo del deporte, exclusivamente del deporte aficionado, excepto en el caso del boxeo”. El formato era de 14,5 x 19,5 cm, con un número de páginas entre 64 y 80. Las portadas eran de Bocquet, y las ilustraciones de Bocquet y otro.

A continuación, las portadas de los ejemplares de la serie dedicados al fútbol, extraídas todas del citado blog:

 

J Mallorquí - Mascara negra

J Mallorquí - Secreto Mark Brown

J Mallorquí - Entrenador.jpg

 

Peter Debry y sus “Asesinatos en el estadio

 

Peter Debry - Asesinatos en el estadio

 

Algunos años después de “La novela deportiva” de la Editorial Molino, en 1950 concretamente, la Editorial Bruguera puso en marcha la Colección Servicio Secreto, de la que se publicaron más de 1500 números en formato bolsilibro y con periodicidad semanal hasta 1985. Uno de ellos, el número 46, corrió a cargo de Peter Debry, pseudónimo de Pedro Víctor Debrigade Dugy, y uno de los considerados padres de la novela negra española. El título del libro que apareció en la colección es “Asesinatos en el estadio”, con una impactante portada atribuida a Provensal, y acerca del cual publiqué este artículo.

Se trata de una historia ambientada en el fútbol norteamericano (peculiaridad presente en otras obras similares) y que contiene todos los ingredientes que se pueden esperar de este tipo de obras: fútbol, suspense, asesinatos, un héroe, acción… Entretenimiento puro y duro.

 

Colección Balas y Deporte. Editorial Jara (1951-1962)

En el libro “Bang, bang, estás muerto”, se hace referencia a una serie de colecciones de novela negra que triunfaron entre los años 1951 y 1962. Una de ellas llevaba por nombre el expresivo y directo “Balas y Deporte”, perteneciente a la Editorial Jara, editorial de posguerra ubicada en Madrid.

Balas y Deporte” incluía un llamativo título: “El gol de la traición”. Su autor fue Mompel Folch (pseudónimo de Francisco Faura Peñasco).

 

Mompel Folch - El gol de la traición

 

Colección Geyser. Editorial Domingo Savio

 

Federico Revilla - El idolo sin pies

 

En 1964, la editorial barcelonesa Domingo Savio comenzó la publicación de una colección en formato bolsilibro a la que puso por nombre Géyser. Según el blog “Bolsilibros. Novelas popular de kiosco” “estaba formada por novelas de bolsillo con diferentes temáticas, acontecimientos históricos, biografías de personajes célebres y también los últimos descubrimientos técnicos, incluyendo la simple novela de entretenimiento”.

El número 19 de la colección era eminentemente futbolístico. Llevaba por título “El ídolo sin pies”, estaba escrito por Federico Revilla y fue publicado en 1967. La cubierta estaba ilustrada por J. Blasco, tenía un total de 80 páginas y contenía ilustraciones a dos tintas de página completa de D. Bladé.

La colección incluía otro libro, titulado “Hazañas deportivas”, del que la única información que he podido conseguir es que, al parecer, contenía una relación de biografías de deportistas de disciplinas diversas.

 

Colección “Doble Juego”, Editorial Ceres

Sin duda, si nos referimos a la presencia del mundo futbolístico en las novelas populares tenemos que hablar de la colección “Doble juego”, impulsada por la Editorial Ceres y de la que se publicaron 86 números entre marzo de 1982 y noviembre de 1983. Es decir, casi un volumen por semana. Por la fecha en que salió al mercado podemos suponer que hubo un intento de aprovechar el tirón de la celebración del Mundial de España de 1982. Y, quizá también, intentar revitalizar un género que ya comenzaba a mostrar síntomas de declive ante el auge, entre otros, de la televisión.

La impulsora de “Doble Juego” fue Ediciones Ceres, una filial de Bruguera centrada en la temática deportiva desde la perspectiva de lo criminal, que es, justamente, lo que encontramos en las obras de esta colección. Los deportes tratados incluyen automovilismo, boxeo, hockey, tenis, karate, basquet, golf, fútbol americano o hípica, entre otros. En el caso del fútbol, hay nueve títulos dedicados a él:

 

Alex Simmons - El traspaso

Alan Parker - Drogas y gol

Lucky Marty - La gran jugada

Curtis Garland - ¡¡Penalty!!

Joseph Berna - El as italiano

Lem Ryan - Historia de un crack

Lem Ryan - La lesión

 

Thomas Lower - Tragedia en Wembley

Frank Caudett - Marcaje al hombre

 

Los «Asesinatos en el Mundial-74» de Curtis Garland

Termino con este repaso regresando a un autor que ya ha aparecido anteriormente. Se trata de Curtis Garland, pseudónimo de Juan Gallardo Muñoz, uno de los más prolíficos en el universo de la novela popular, con más de 2.000 libros publidados. Llegó a tratar prácticamente todos los géneros: policiaco, del oeste, ciencia-ficción, terror, aventuras, bélico, artes marciales… Como hemos visto, también participó con «¡Penalty!» en la Colección Doble Juego. Pero todavía existe al menos otro libro de temática futbolera: «Asesinato en el Mundial-74«:

 

Curtis Garland - Asesinato en el Mundial 74

 

Y hasta aquí el repaso con lo que he podido encontrar. Como antes indicaba, si conocéis alguna otra obra que pueda incluirse en este particular catálogo os estaré muy agradecido si me facilitáis su referencia.

«Asesinatos en el estadio», de Peter Debry. Editorial Bruguera, 1951

 

 

A finales de los años 80 y principios de los 90 – es decir, allá por el pleistoceno – estuve trabajando en una empresa de servicios. Tenía un horario laboral de mañana y tarde, con un par de horas al mediodía para comer. Aunque en teoría me daba tiempo para desplazarme a casa, era habitual que acabara comiendo por algún bar de la zona. Si hacía eso era, unas veces, para volver antes a la oficina y adelantar trabajo atrasado. En otras, afortunadamente, la razón para quedarme era de tipo lúdico.

El caso es que uno de los compañeros con los que solía compartir mesa en aquellas ocasiones era muy aficionado a la lectura, y gran parte de nuestras de conversaciones giraban en torno a libros y autores. Recuerdo, por ejemplo, que era todo un experto en John Irving, autor que descubrí gracias a él.

Nuestro interés por la literatura hizo también que durante aquellos años compartiéramos una curiosa afición en nuestros mediodías. A unos cinco minutos de la zona en la que trabajábamos y por donde solíamos comer había un enorme centro comercial que incluía, además de las propias de productos alimenticios, secciones de mobiliario, electrodomésticos, ropa y, lo mejor de todo, una de libros y música. Aquella sección se convirtió en una especie de refugio por el que acostumbrábamos a deambular, tras nuestras comidas, al menos dos o tres veces por semana.

Una de las cosas más interesantes de aquel espacio era que además del correspondiente apartado de “Novedades” en libros y música, disponía también de una sección de “Ofertas” o «Liquidación» en la que podías encontrar auténticas perlas: los típicos libros de pasatiempos, de recopilaciones de partidas de ajedrez, de cuidados de animales, sobre plantas, biografías de músicos, tutoriales para aprender a tocar la guitarra, los signos del zodiaco… en fin, una variopinta oferta de publicaciones, en ocasiones, de lo más estrámbotico.

 

Imagen de www.todocoleccion.net

 

Recuerdo, especialmente, que en aquella época tenían allí un montón de volúmenes de la colección “Best seller. Serie negra” publicada por la Editorial Planeta entre 1985 y 1986. El precio (lo tengo grabado) era de 100 pesetas cada uno, e incluía títulos de autores como Patricia Highsmith, Raymond Chandler, Nicholas Blake , Manuel Vázquez MontalbánGraham Green, John Le Carré o Dashiell Hammett entre otros muchos maestros del género. El formato era el típico de las novelas populares que tan importantes fueron durante la segunda mitad del siglo XX, ediciones de bolsillo que hacían una gran labor al conseguir que la literatura fuera accesible para el gran público.

A mi me encantaban aquellos libritos, y era extraño que no acabara comprando un par o tres de ejemplares cada vez que hacíamos nuestra sobremesa en aquel lugar.

 

Viene todo esto a cuento del feliz descubrimiento que hice hace poco mientras navegaba por Internet. Se trata de la figura de Peter Debry, uno de los pseudónimos que utilizaba Pedro Víctor Debrygode Dugi (1913-1982). Se trata de uno de los grandes escritores de novela popular durante la época que va de los años 40 a los 70 del siglo XX. Escribió centenares de títulos (se dice que más de mil) de todos los géneros: desde el romántico a la ciencia-ficción pasando por el western, aunque destacó especialmente en la novela de aventuras y la de género policiaco.

Peter Debry es el principal de los pseudónimos que utilizó para firmar sus obras, aunque también utilizó muchos otros como Arnaldo Visconti, P. V. Debrigaw, Arnold Briggs, Geo Marvik, Peter Briggs, V. Debrigaw, y Vic Peterson. Encontraréis una introducción a tan apasionante personaje en la entrada que tiene en la Wikipedia, y, muy especialmente, en el blog «Peter Debry, padre de la novela negra» , en el que encontraréis un amplísimo análisis de su obra.

 

Pedro Víctor Debrigode («Peter Debry»)

 

Si hablo de Peter Debry es, como podéis imaginar, porque entre su extensísima producción era difícil que no hubiera algo relacionado con el fútbol. Y efectivamente, lo hay. Se trata de una novela de género negro titulada “Asesinatos en el estadio”. Fue publicada en 1951, siendo el número 46 de la colección Servicio Secreto de la Editorial Bruguera. En el citado blog se indica que la portada es (presumiblemente) de Provensal, mientras que las ilustraciones interiores son obra de Macabich.

SINOPSIS

Tras el mundial de Brasil de 1950, Estados Unidos, que ha participado con dignidad, vive una pasión por este deporte creándose las primeras ligas potentes y obteniendo el favor del público. Jim Vespa es un atlético muchacho que vive en Atlantic City y que además de inventor ocasional, se dedica a probar automóviles. Un día recibe un encargo del millonario Henry Cardigan: convertirse en conductor del autobús del equipo de fútbol de Atlantic City; él acepta encantado y a ello ayuda no sólo su pasión por el equipo sino el hecho de que la propuesta venga de Burt Burlington, un pintoresco octogenario naturista que ejerce de hombre de confianza de Cardigan.

 

La historia es impecable desde el punto de vista de este tipo de novelas de consumo rápido. La historia está ambientada en Atlantic City, con presencia de equipos como el del Atlantic y el de Princeton, y la trama gira en torno a un asunto relacionado con apuestas vinculadas a resultados de partidos de fútbol. A partir de aquí, la acción se va desarrollando con la participación de una femme fatale de encantos irresistibles, una banda de gángsters, un multimillonario, una cándida aunque enigmática joven y un humilde protagonista que se acabará viendo envuelto en un peligroso asunto.

 

La existencia transcurría plácidamente para Jim Vespa, cuyas dos principales pasiones eran la fotografía y el fútbol. Pero poco podía imaginar que, debido a que el equipo de los Estados Unidos había sido la sorpresa en los Campeonatos Mundiales de Río Janeiro, y a que a él le gustase apretar un disparador fotográfico, iba a verse envuelto en una serie de dramáticos acontecimientos.

 

Además de los elementos clásicos del género también hay espacio para la presencia de un peculiar y sorprendente individuo que defiende el naturismo y otros curiosos hábitos para conseguir un vida saludable, así como algunas otras curiosidades relacionadas con la ocupación del protagonista, quien además de probador de coches es inventor. De hecho, en la historia se describe una de sus creaciones. Se trata de algo relacionado con el fútbol, de utilidad para los entrenadores, y que leído hoy, en una novela escrita en 1951, me parece totalmente revolucionario.

Por si fuera poco, hasta los nombres de los personajes me parecen atractivos: Jim Vespa, Henry Cardigan, Bart Burlington, Bárbara Lombard… y Sterling Zarco.

(Nota: Zarco es también uno de los personajes de “Mercado de invierno” de Philip Kerr. Dos Zarcos en dos novelas negras de temática futbolera).

 

 

Con todos esos ingredientes Peter Debry construye una novela que se devora de un tirón. El ritmo es trepidante, y contiene numerosos momentos de acción. Es un tipo de escritura muy visual en ocasiones, como si las frases estuvieran dibujando viñetas de cómic. Y esto sucede tanto a la hora de describir peleas como descripciones de tipo futbolístico.

A lo largo de la narración se describen con detalle momentos de partidos, jugadas y goles. También es útil para hacerse una idea de cómo era el fútbol en los Estados Unidos de los años 50, muy diferente, evidentemente, al actual, y en el que un miembro del cuerpo técnico podía llegar a sustituir a un jugador por lesión.

 

—Hombre, si nos pusiéramos a discutir quién es más gandul, si un mecánico o un futbolista, no creo que saliera yo peor que tú. Lo que quiero decirte, Tim, es que esta vampiresa no es trigo limpio; no es la mujer que te conviene.

 

Leída hoy, lo cierto es que “Asesinatos en el estadio” es una magnífica novela negra que aguanta perfectamente el tipo, y que ofrece lo que los aficionados a las obras de este género buscan: una atmósfera especial, unos personajes atractivos, y una trama original y bien trabada que no se desvela hasta el último momento.

Un más que agradable y hasta sorprendente descubrimiento.