«El ídolo sin pies», de Federico Revilla. Ediciones Domingo Savio, Colección Géyser (1966)

 

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Hace unas semanas publiqué una reseña sobre “Días de fútbol”, una novela de Luis Aleixandre, publicada por Unaria Ediciones, y en la que un abuelo y su nieto mantenían un fuerte vínculo emocional gracias a su pasión por el Villareal C. F. Aprovechando aquel artículo hacía referencia a la existencia de una interesante serie de obras de temática futbolera en las que la relación entre padres e hijos (o abuelos y nietos), con el fútbol de telón de fondo, era parte destacada de la historia.

En el campo del fútbol y la literatura son diversos los ámbitos en los que esa relación se mueve: el fútbol como canal para relacionarse con el hijo o nieto, la transmisión de una pasión, la implicación en asuntos de apuestas ilegales, alguna vivencia trágica, etc.

Sin embargo, no me había encontrado nunca con una historia en la que los dos protagonistas fueran un padre y su hijo, siendo ambos futbolistas en activo. Es lo que sucede en “El ídolo sin pies”, una novela escrita por Federico Revilla en 1966 en formato bolsilibro, y publicada por la Editorial Domingo Savio en su Colección Geyser. La portada es obra de Jesús Blasco Monterde, e incluye un par de ilustraciones de Domingo Bladé.

Todo comienza con una escena aparentemente intrascendente, aunque al final del libro se revelará como premonitoria. Javier Arabizu, una de las figuras y goleadores de la liga española, y destacado miembro de la selección nacional, se encuentra de vacaciones jugando con su hijo Toni en el jardín de su casa de veraneo. El chico, de 17 años, quiere ser futbolista como su padre, pero en lugar de marcando goles su intención es detenerlos y jugar de portero.

En el arranque de la novela, el padre está lanzando chuts al hijo, que aunque consigue dar muestras de su talento como guardameta no puede evitar que la calidad de su padre le supere en más de una ocasión. Al cabo de un rato, alguien llama a la puerta. Se trata de un periodista deportivo que quiere entrevistar al goleador. Entre otras cuestiones, le pregunta si ha pensado ya en su retirada, teniendo en cuenta que tiene ya 39 años. Arabizu, que se siente todavía un jugador de gran calidad, le responde que en absoluto, y que piensa seguir marcando muchos goles y siendo el ídolo de los aficionados. Justo entonces recibe un telegrama. Procede del Deportivo C.T., equipo que pretende ficharlo. Arabizu utiliza ese hecho ante el periodista para demostrar que todavía es un jugador valorado.

A partir de entonces la novela nos muestra la evolución futbolística de padre e hijo. El primero, poco a poco, se verá obligado a admitir que ya no es el mismo que era, y que su estado físico comienza a restarle facultades. El hijo, en el inicio de su carrera, comienza a hacer destacados partidos, haciendo que se hable de él como de un portero de prometedor futuro. Tanto es así, que acaba siendo fichado por uno de los equipos más importantes de la liga.

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La evolución y consolidación del hijo corre en paralelo con el ocaso y la decadencia del padre. Uno forma parte del líder de la liga, mientras que el otro cada vez juega menos y es más criticado. Aunque le pese, todos coinciden en que ya no es el mismo que fue. Incluso su hijo le dice que es mejor retirarse por decisión propia que ser retirado por los demás. Arabizu, sin embargo, no quiere abandonar como un fracasado, y espera disponer de una oportunidad para hacerlo como la vieja gloria que fue.

A medida que la novela avanza comenzamos a intuir lo que sucederá al final de la historia. El equipo del hijo y el del padre participan en la Copa, y ambos van superando eliminatorias, con mayor o menor dificultad, hasta encontrarse en la final. Toni es titular indiscutible, mientras que Arabizu hace ya muchos partidos que no sale del banquillo. Sin embargo, en el entrenamiento previo al partido decisivo, el delantero titular del equipo de la vieja gloria sufre una lesión, y el entrenador, pese a sus reticencias, no tiene más remedio que hacer alinear en el equipo titular a Arabizu.

El partido se desarrolla de manera muy igualada, pero rápidamente se demuestra que Arabizu no está en condiciones de jugar. En ese momento, hasta él mismo se da cuenta de ello, y se convence de que no está al mismo nivel que sus compañeros. Por eso, cuando su equipo hace alguna jugada, él intenta mantenerse al margen, no tocar la pelota por miedo a fallar. Aún así, todavía alberga la esperanza de disponer de una oportunidad, una chispa que le permita volver a demostrar a todo el mundo, aunque sea por última vez, que fue un gran jugador, y poderse retirar por la puerta grande, dejando en los aficionados el recuerdo que por su trayectoria cree que se merece.

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Y esa oportunidad llega, en el momento que se convierte en el clímax de la historia. Javier Arabizu, con el marcador en empate a 1, recibe un balón desmarcado y avanza solo hacia el área rival, donde deberá enfrentarse en un mano a mano a su hijo Toni, quien inicia la salida para intentar evitar el gol. ¿El resultado? ¿Cómo resuelve el autor esta dramática situación?

Tengo un pequeño problema ante estas preguntas. Al no tratarse de un libro fácil de conseguir es difícil que podáis leerlo. En mi entorno, tan solo se encuentra en una biblioteca, pero debido a que se trata de una obra antigua está excluido de préstamo y únicamente se puede leer en la sala. Teniendo eso en cuenta, podría explicar cómo acaba la historia y no dejaros con la intriga. Pero, ¿y si alguien tiene la posibilidad de leerlo y le apetece hacerlo? ¿Le destrozo el final? Evidentemente, no puedo hacer eso. Así que si hay alguien por aquí que quiera conocer el desenlace de esa jugada final entre padre e hijo puede escribirme un privado y se lo cuento. Así dejamos todas las posibilidades abiertas.

En cualquier caso, me ha parecido una historia magníficamente construida, con un ritmo perfecto, que refleja un gran conocimiento del autor sobre el mundo del fútbol y que plantea dos interesantes dilemas. Por un lado, el de la vieja gloria que no encuentra el momento de retirarse, ávido como está del aplauso del público. Una situación que conlleva un grave riesgo: el de acabar convertido en alguien de quien no se recuerden sus logros, sino su etapa final arrastrándose por los campos sin estar en condiciones. La otra reflexión de interés es la que se plantea entre el padre y el hijo. ¿Hasta dónde llega la defensa de los propios colores? ¿A pasar por encima de tu hijo? ¿A ser cómplice de la humillación de tu padre?

El debate está abierto.

«Futbolsilibro»: fútbol de quiosco, fútbol de bolsillo

 

Imagen de www.siguealconejoblanco.es

 

Hace unos días leía el siguiente titular en el diario La Vanguardia: “Barcelona estudia que los quioscos incluyan otras funciones”. La noticia explicaba que desde el ayuntamiento se quería poner en marcha un plan piloto que tenía como objetivo principal el de revitalizar este tipo de establecimientos, muy implantados y valorados socialmente, pese a que atraviesan una cierta etapa de decadencia.

Hace poco más de un año, Javier Pérez Andújar escribía un maravilloso artículo en El Periódico de Catalunya bajo el título “Ser de quiosco”. En él decía, entre otras cosas, que los quioscos eran “la biblioteca de los pobres”, y el «Amazon de los bloques«. Representan la anulación de las fronteras culturales, y actúan como espacios en los que la ‘Ciropedia de Jenofonte‘ es el compañero de ‘Las colinas negras‘, de Lucky Luke.

Los quioscos forman parte del paisaje cultural de mi infancia y mi juventud. Allí compré lo que describe Andújar: tebeos y cromos, cómics y diarios deportivos, revistas y libros de ciencia, novelitas baratas y fascículos de colecciones de grandes clásicos de la literatura. Seguramente, hubo un tiempo en el que el refugio de lo que se podría llamar «fútbol y literatura» de la época estaba allí, en los quioscos: en forma de prensa deportiva, de álbumes de cromos y de revistas como Don Balón.

Pero también en otro producto más desconocido y hoy casi olvidado. Los quioscos fueron los distribuidores, diría que entre la década de los 40 a la de los 80 del siglo XX, de una de las principales opciones de ocio de la época en la que la televisión e internet todavía no lo habían inundado todo. Me refiero a la “novela popular” o «novelas de a duro» (por su precio), «de quiosco» (por el lugar en el que se adquirían) o «bolsilibros» (por el nombre de la famosa colección que puso en marcha Bruguera).

 

Eran lo que en Estados Unidos se denominaba «pulp«. Tras el rodaje de “Pulp Ficion”, Quentin Tarantino explicó en alguna entrevista que la película era, en el fondo, «un homenaje a ese tipo de literatura kleenex, de usar y tirar, de gran éxito en los años treinta y cuarenta, y que Vincent Vega (el personaje interpretado por John Travolta), devora en sus continuas visitas al cuarto de baño. Te compras un libro de estos por 10 centavos, te lo guardas en el bolsillo trasero del pantalón, te sientas encima de él, lo lees a ratos en el autobús y cuando lo terminas se lo das a alguien o lo tiras, no lo pones en la biblioteca. Algunos estupendos escritores salieron de ahí, pero fueron reconocidos de forma retrospectiva; en su momento se les consideró desechables, sólo para las masas”.

Podéis encontrar una completa explicación sobre los bolsilibros en esta página del blog «La memoria del bolsilibro«. Tal y como allí se explica, su formato era muy manejable, con unas medidas aproximadas de «10,5 cm. de ancho y 15 cm. de largo. Estaban encuadernados con goma y con unas tapas de cartón de baja calidad que contaban con sus correspondientes portadas ilustradas. El número de páginas se acercaba al principio a las 150, para acabar teniendo 96 páginas, lo que obligaba a los autores a ser cada vez más concisos en el desarrollo de las tramas».

Este tipo de obras eran distribuidas en ejemplares de pequeño tamaño y papel de baja calidad (de ahí el nombre de ‘pulp’, en referencia al desecho de pulpa de madera que con que se fabricaba un papel amarillento de muy mala calidad y coste muy barato), y su principal objetivo era, única y exclusivamente, el de proporcionar entretenimiento. Abundaban, en aquellos libritos, las historias de terror, ciencia-ficción, bélicas, de aventuras, del oeste (con Marcial Lafuente Estefanía al frente) y, sobre todo, de género negro. También, por supuesto, había espacio para el romanticismo y la denominada novela rosa, territorio dominado por la gran estrella que era Corín Tellado en el mercado español.

Imagen de www.novelasdeaduro.blogspot.com

 

Imagen de www.bolsilibrosmemoriablog.wordpress.com

Existen aficionados que mantienen viva toda aquella producción gracias a espacios en internet que son auténticas enciclopedias en la materia, como los blogs “Novelas de a duro (o bolsilibros)”, “La memoria del bolsilibro”, “Bolsilibros. Novela popular de kiosco”, “Novela de quiosco”. Y conste que los citados son, tan solo, algunos ejemplos de los que existen. Después tenemos los artículos de Pérez Andújar, de Toni Vall (como este), o acciones como la exposición «Francesc Caudet i la novel·la popular» organizada por la Biblioteca La Bòbila de l’Hospitalet. Como no es un tema que domine, seguramente se me escapan otros muchos casos en los que la novela popular es valorada con atención. Pero aún así, tengo la sensación de que se trata de un género que ha sido injustamente marginado y menospreciado.

Prácticamente ya nadie habla de esas obras, y siendo cierto que la gran mayoría se alejan de lo que podríamos considerar determinados criterios estéticos, ni siquiera se le reconoce el importante papel que jugó durante décadas acercando la lectura a varias generaciones. Y no hay que olvidar que hoy otorgamos la máxima consideración a autores que se iniciaron en ese “submundo”, como Raymond Chandler o Dashiell Hammet. La clave de todo radica, como dice Pérez Andújar, en el hecho de que lo que se consideraba “literatura de calidad” se vendía en las librerías, mientras que lo que se vendía en los quioscos no podía ser considerado un producto literario.

 

He citado antes a Marcial Lafuente Estefanía y a Corín Tellado. Pero junto a ellos destacaron nombres como los Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz), J. Mallorquí, Clark Carrados, (Luis García Lecha), Silver Kane, (Francisco González Ledesma), Frank Caudett, (Francisco Caudet Yarza), George H. White (Pascual Enguidanos) o Lou Carrigan (Antonio Vera Ramírez) entre muchos otros. Nombres que en realidad eran algunos de los diversos pseudónimos que cada uno de ellos utilizaba y bajo los cuales crearon miles y miles de ejemplares. Si a algunos de vosotros les suenan será porque en algún momento habéis sido usuarios de quioscos.

Pero, ¿y el deporte? Por supuesto, entre tanta producción también existía espacio para las narraciones en las que lo criminal se fundía con lo deportivo. Envidias, corrupciones, apuestas ilegales, drogas, bajos fondos y otras tramas inundaban esas páginas. Boxeo, hípica, hockey, béisbol, baloncesto, automovilismo, ajedrez… todas las disciplinas deportivas eran susceptibles de caer en el terreno de estas historias.

Y, cómo no, el fútbol no podía quedar al margen de este particular universo, y encontramos historias ambientadas en Europa, pero también en el soccer norteamericano. Algunas de ellas no tienen nada que envidiar a algunos de los best sellers actuales, y son puro divertimento, intriga y acción de la primera a la última página.

En este artículo comparto los títulos y colecciones de temática futbolera que he podido localizar después de que hace un par de meses me tropezara con «Asesinatos en el estadio«, de Peter Debry. Sin ánimo de exhaustividad, aquí tenéis los libros que desde entonces he conseguido localizar.

Y, por supuesto, si alguien conoce alguna otra obra de esta tipología que tenga al fútbol como temática agradeceré enormemente que me lo comunique para añadirla al artículo.

 

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Imagen de la Biblioteca Tecla Sala de l’Hospitalet

Josep Mallorquí Figuerola: padre de «El Coyote» y de «La novela deportiva«

Iniciamos este repaso a finales de los años 30 y comienzos de los 40, con la figura de Josep Mallorquí Figuerola, popularmente conocido por tratarse del autor de la exitosa serie “El Coyote”. Mallorquí, de infancia complicada y formación autodidacta, trabajó para la Editorial Molino, que se trasladó a Buenos Aires tras el estallido de la guerra civil. Uno de los encargos recibidos fue el de la elaboración de una colección de novelas bajo el título “La novela deportiva”.

 

 

La principal referencia a esta colección la he encontrado en el blog “Novela de quiosco”, donde se explica que “allá por el año 1937 Mallorquí comenzó a preparar, para una posible serie de novelas, algunos cuentos y relatos cortos ambientados en el mundo del deporte, exclusivamente del deporte aficionado, excepto en el caso del boxeo”. El formato era de 14,5 x 19,5 cm, con un número de páginas entre 64 y 80. Las portadas eran de Bocquet, y las ilustraciones de Bocquet y otro.

A continuación, las portadas de los ejemplares de la serie dedicados al fútbol, extraídas todas del citado blog:

 

J Mallorquí - Mascara negra

J Mallorquí - Secreto Mark Brown

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Peter Debry y sus “Asesinatos en el estadio

 

Peter Debry - Asesinatos en el estadio

 

Algunos años después de “La novela deportiva” de la Editorial Molino, en 1950 concretamente, la Editorial Bruguera puso en marcha la Colección Servicio Secreto, de la que se publicaron más de 1500 números en formato bolsilibro y con periodicidad semanal hasta 1985. Uno de ellos, el número 46, corrió a cargo de Peter Debry, pseudónimo de Pedro Víctor Debrigade Dugy, y uno de los considerados padres de la novela negra española. El título del libro que apareció en la colección es “Asesinatos en el estadio”, con una impactante portada atribuida a Provensal, y acerca del cual publiqué este artículo.

Se trata de una historia ambientada en el fútbol norteamericano (peculiaridad presente en otras obras similares) y que contiene todos los ingredientes que se pueden esperar de este tipo de obras: fútbol, suspense, asesinatos, un héroe, acción… Entretenimiento puro y duro.

 

Colección Balas y Deporte. Editorial Jara (1951-1962)

En el libro “Bang, bang, estás muerto”, se hace referencia a una serie de colecciones de novela negra que triunfaron entre los años 1951 y 1962. Una de ellas llevaba por nombre el expresivo y directo “Balas y Deporte”, perteneciente a la Editorial Jara, editorial de posguerra ubicada en Madrid.

Balas y Deporte” incluía un llamativo título: “El gol de la traición”. Su autor fue Mompel Folch (pseudónimo de Francisco Faura Peñasco).

 

Mompel Folch - El gol de la traición

 

Colección Geyser. Editorial Domingo Savio

 

Federico Revilla - El idolo sin pies

 

En 1964, la editorial barcelonesa Domingo Savio comenzó la publicación de una colección en formato bolsilibro a la que puso por nombre Géyser. Según el blog “Bolsilibros. Novelas popular de kiosco” “estaba formada por novelas de bolsillo con diferentes temáticas, acontecimientos históricos, biografías de personajes célebres y también los últimos descubrimientos técnicos, incluyendo la simple novela de entretenimiento”.

El número 19 de la colección era eminentemente futbolístico. Llevaba por título “El ídolo sin pies”, estaba escrito por Federico Revilla y fue publicado en 1967. La cubierta estaba ilustrada por J. Blasco, tenía un total de 80 páginas y contenía ilustraciones a dos tintas de página completa de D. Bladé.

La colección incluía otro libro, titulado “Hazañas deportivas”, del que la única información que he podido conseguir es que, al parecer, contenía una relación de biografías de deportistas de disciplinas diversas.

 

Colección “Doble Juego”, Editorial Ceres

Sin duda, si nos referimos a la presencia del mundo futbolístico en las novelas populares tenemos que hablar de la colección “Doble juego”, impulsada por la Editorial Ceres y de la que se publicaron 86 números entre marzo de 1982 y noviembre de 1983. Es decir, casi un volumen por semana. Por la fecha en que salió al mercado podemos suponer que hubo un intento de aprovechar el tirón de la celebración del Mundial de España de 1982. Y, quizá también, intentar revitalizar un género que ya comenzaba a mostrar síntomas de declive ante el auge, entre otros, de la televisión.

La impulsora de “Doble Juego” fue Ediciones Ceres, una filial de Bruguera centrada en la temática deportiva desde la perspectiva de lo criminal, que es, justamente, lo que encontramos en las obras de esta colección. Los deportes tratados incluyen automovilismo, boxeo, hockey, tenis, karate, basquet, golf, fútbol americano o hípica, entre otros. En el caso del fútbol, hay nueve títulos dedicados a él:

 

Alex Simmons - El traspaso

Alan Parker - Drogas y gol

Lucky Marty - La gran jugada

Curtis Garland - ¡¡Penalty!!

Joseph Berna - El as italiano

Lem Ryan - Historia de un crack

Lem Ryan - La lesión

 

Thomas Lower - Tragedia en Wembley

Frank Caudett - Marcaje al hombre

 

Los «Asesinatos en el Mundial-74» de Curtis Garland

Termino con este repaso regresando a un autor que ya ha aparecido anteriormente. Se trata de Curtis Garland, pseudónimo de Juan Gallardo Muñoz, uno de los más prolíficos en el universo de la novela popular, con más de 2.000 libros publidados. Llegó a tratar prácticamente todos los géneros: policiaco, del oeste, ciencia-ficción, terror, aventuras, bélico, artes marciales… Como hemos visto, también participó con «¡Penalty!» en la Colección Doble Juego. Pero todavía existe al menos otro libro de temática futbolera: «Asesinato en el Mundial-74«:

 

Curtis Garland - Asesinato en el Mundial 74

 

Y hasta aquí el repaso con lo que he podido encontrar. Como antes indicaba, si conocéis alguna otra obra que pueda incluirse en este particular catálogo os estaré muy agradecido si me facilitáis su referencia.