Atención a la maravillosa historia publicada por el periodista Carlos García en el diario el Faro de Vigo del pasado jueves. En ella se explica que los jardines del Convento de Santa Clara se abrieron al público el pasado 18 de diciembre después de 700 años de clausura. Uno de los muros de piedra del edificio linda con la plaza de Barcelos, un espacio que muchos pontevedreses utilizaron como lugar de juegos durante su infancia.
Como es de imaginar, tal y como describe el artículo, en más de una ocasión se vieron obligados a “decir adiós para siempre a sus balones cuando un mal despeje o un exceso de ímpetu en el juego hacían que la pelota se colase dentro de la finca de las monjas, a pesar de la imponente altura de los muros”.
Pues bien. Resulta que el edificio ha sido adquirido por el Concello de Pontevedra. ¿Y qué ha aparecido en su interior? Muchos de aquellos balones desaparecidos. Incluso desde el propio perfil oficial del convento (@santaclara_p) se explica que tras la reobertura, y al dar a conocer el conjunto de balones que había en el interior del edificio, más de un pontevedrés ha creído reconocer aquella pelota que perdió siendo niño.
Una historia que a quien haya leído La hermandad de los balones desaparecidos le resultará muy familiar. Y es que la realidad siempre supera la ficción. Pero a veces, la ficción se convierte en realidad.
Y si tuviera que poner un titular para este episodio tendría clarísimo que sería el siguiente: «La hermandad de los balones desaparecidos» se hermana con «los balones perdidos en el convento de Santa Clara«.

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