Si el calendario fuera un equipo de fútbol, el dorsal número 11 lo llevaría noviembre. Y así es, más o menos, como juega este mes en el terreno de juego del fútbol y la literatura.
“La emoción del fútbol no está solo en el gol, sino en la ocasión perdida, en el balón que salió del campo a milímetros de los palos o en los que tropezaron con éstos cuando el público ya se había puesto en pie en los graderíos.
El 16 de noviembre de 1948 en las páginas de ABC el escritor académico Wenceslao Fernández Flórez, que por entonces firmaba una sección en las páginas de deportes titulada «Entre portería y portería», llegó a la conclusión de que ese mundo de ayes y suspiros, de lamentaciones y, a veces, de tristes consuelos debía tener un nombre propio y lo expresó así:
«Un cierto sentido de la equidad me instiga a difundir que si bien el Celta no obtuvo ningún gol, cosechó varios interesantes vicegoles. Así como el vicepresidente es lo que más se aproxima al presidente, y las vicetiples, aunque no son siempre las que se aproximan más a las tiples, les siguen en categoría, así llamo yo “vicegol” al hecho de que una pelota pase por encima o al lado de la puerta o bata en los largueros, sin ser gol, pero en inminencia de serlo. Este fenómeno carece de denominación propia en el fútbol y yo tengo un gran placer en condensarlo en una sola palabra, de la que hago regalo para contribuir al esplendor del deporte.
“Vicegol”… Suena bien y es a un tiempo consoladora y exacta.»
Fragmento de “El gol”, capítulo 7 de “Épica y lírica del fútbol” de Julián García Candau. Alianza Editorial, 1996
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