He tenido el inmenso honor de ser convocado por los amigos de Odio el fútbol moderno para participar en su podcast El barrilete cósmico. Una agradable conversación sobre fútbol y literatura y, muy especialmente, sobre una de las obras de referencia para los amantes de los libros futboleros: El fútbol a sol y sombra, del gran Eduardo Galeano.
Como es de suponer, uno se da cuenta a posteriori de todo lo que pudo haber dicho y dejó de decir. El tema de la literatura futbolera en general da para muchísimo, y siempre se quedan cosas en el tintero. En cualquier caso, creo que el objetivo de seguir poniendo de manifiesto que fútbol y cultura pueden jugar en el mismo equipo se ha conseguido.
Y en cuanto a El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano, creo que hemos podido hacer un buen repaso por lo que son sus principales características, mostrando algunos de sus elementos más destacables. Espero que sirva para incitar a quien aún no lo haya leído a hacerlo, porque es un libro extraordinario, con el que se aprende, en el que no faltan la crítica ni el sentido del humor, escrito con una calidad literaria indiscutible y en el que se transmite un mensaje sobre lo que debe ser el fútbol con el que me identifico totalmente.
A lo largo de la conversación hicimos referencia a algunas obras de temática futbolera. La lista de recomendaciones que podría haber hecho sería extensísima. Pero, para evitar una relación interminable de títulos, hice referencia a obras que están muy en consonancia con la filosofía que transmite el libro de Galeano y, también, a otras centradas directamente en la relación entre fútbol y literatura. Son, en concreto, las siguientes:
En la sección de literatura deportiva del Radioestadio Catalunya de Albert Arranz, en Onda Cero Catalunya, del miércoles día 20, hicimos algunas recomendaciones de obras para regalar con motivo de la Diada de Sant Jordi y el Día del Libro. Fueron, en concreto, las siguientes:
Una invitación entusiasta a lo mejor de la vida. Una reivindicación de la felicidad, el amor y la amistad a partir del fútbol.
Este libro es un tratado literario de filosofía epicúrea que reivindica la felicidad y ensalza el amor, la amistad, los libros, la bondad… a partir del fútbol. El narrador parte de los entrenamientos y partidos de su hijo, pero también de la pasión hacia las grandes ligas, los jugadores míticos o sus recuerdos infantiles como aficionado, con la «liturgia» que significaba ir al campo, y en cada uno de estos aspectos, en cada anécdota, en cada rememoración, abandona el fútbol para adentrarse en temas universales. Carlos Marzal va y viene, cuenta ritos de paso, escenas divertidísimas con padres que animan a sus hijos, conversaciones con otros escritores aficionados, historias sin fin que culminan en un capítulo emocionante, el del homenaje a su amigo Antonio Cabrera. El lector descubre entonces que el libro es en realidad un recorrido por la vida, y una invitación a lo mejor de ella, porque para una mirada entusiasta todo forma parte de un mismo universo.
Un recorrido por la vida de la persona más importante del baloncesto en la época moderna. Un hombre que, sin haberse vestido de corto ni botado un balón, tuvo más impacto en el juego y su desarrollo que cualquier all-star. Dirigió la NBA con mano de hierro durante treinta años. Y es que, ciertamente, David Stern fue la NBA y la NBA fue David Stern.
En 1909 Italia era un país recién hecho. Una de las ideas más rocambolescas para terminar de cuajarlo fue precisamente el Giro, un desfile de vampiros, saltimbanquis, lunáticas, fascistas, partisanos, piratas y caníbales que pasó rodando desde los Alpes hasta Sicilia ante la puerta de millones de italianos. Y los unió alrededor de la épica, la tragedia y la comedia del ciclismo.
Como suele ocurrir con los buenos inventos, el Giro fue tachado de hereje desde todos los púlpitos: los socialistas despreciaban a esos jóvenes que solo se interesaban por «hacer el amor y correr en bicicleta». La prensa del Vaticano escribió que «el velocipedismo es la anarquía aplicada a la locomoción, un intento de negar las leyes físicas y las del transporte» (cuesta encontrar una definición más bella y apetecible del ciclismo). A Mussolini lo seducían la modernísima velocidad del automovilismo, la aviación y el esquí, el porte viril de boxeadores y nadadores, la fuerza del fútbol para adoctrinar a las masas, y despreciaba a los ciclistas como figuras tristes, escuálidas y lentas, indignas del hombre nuevo fascista.
Después de Plomo en los bolsillos, su libro sobre el Tour de Francia, Ander Izagirre pedalea en estas páginas con la bicicleta de acero de Bottecchia para transportar una ametralladora por los Alpes y frenar a los austrohúngaros, con la bicicleta galáctica de Francesco Moser para derretir el tiempo. Tiembla con Charly Gaul y Johan Van der Velde, dos ciclistas desnudos que atravesaron tormentas polares y perdieron la cabeza. Sube con Marco Pantani hasta el infierno. Espera a Luigi Malabrocca, que se gana la vida llegando siempre el último. Asiste a las tremendas batallas de Gimondi contra Merckx, de Fuente contra Merckx, y a la más tremenda de todas: la de Merckx contra Merckx. Escucha a Florinda Parenti, que ganó el campeonato de Italia más difícil de todos. Se asombra con Marino Lejarreta, ante el misterio de las montañas que de repente desaparecen. Sigue la rueda de Alfonsina Strada, Fiorenzo Magni, Vincenzo Nibali. Y cuenta las andanzas y malandanzas de aquellos dos, por supuesto, de Gino Bartali y del otro, cómo se llamaba, sí, «ese tal Fausto Cappi».
La vida de Manuel Orantes (Granada, 1949) es una novela de aventuras con mensaje incluido. El argumento se centra en un protagonista que vive su infancia en uno de los lugares más desfavorecidos de la Barcelona de los años sesenta, una barraca autoconstruida en el Carmel, y que encuentra en el tenis un ascensor social y un sistema de valores.
Un relato que también es un canto a la superación personal y que retrata la personalidad de un deportista de élite que recibió el calificativo de artista por su juego peculiar. De la mano de Félix Sentmenat, nos acercaremos al tenista y a la persona, que nos contará sus recuerdos, sus dudas, sus problemas físicos, sus éxitos y sus derrotas, todo ello enmarcado en una época irrepetible en la que el país despertaba de una larga dictadura.
Manuel Orantes, buena persona además de buen tenista, concita a su alrededor elogios unánimes. Los testimonios aquí recogidos, entre los que destacan leyendas de su época como Borg, Connors, Vilas, Nastase o Stan Smith, lo certifican. Solamente su modestia explica que un libro como este no haya aparecido antes.
La biografía definitiva y más actualizada del piloto de Fórmula 1 más laureado de todos los tiempos.
Con siete títulos mundiales y más de un centenar de victorias, Lewis Hamilton es, sin discusión, el piloto de Fórmula 1 más exitoso de todos los tiempos. Pero su ascenso estelar en las filas del automovilismo no fue de ninguna manera sencillo.
Esta es la historia de sir Lewis Hamilton, desde sus orígenes en la isla de Granada y su modesta infancia en un barrio popular de Stevenage hasta aquel ya lejano primer Mundial del 2008. A este primer éxito le seguiría una sucesión de momentos memorables marcados por sus enconadas rivalidades con Fernando Alonso, Sebastian Vettel, Nico Rosberg y, más recientemente, con Max Verstappen. Junto al holandés protagonizaría en el 2021 uno de los finales de Mundial más disputados y emocionantes de la historia. Aunque vio cómo se le escapaba la victoria en el último suspiro, Lewis Hamilton volvió a demostrar la grandeza del piloto más laureado de todos los tiempos.
La aventura de esta iniciativa solidaria y sin ánimo de lucro continúa. El grupo de más de 40 periodistas mantiene el mismo objetivo de su creación y el 2022 recauda fondos para la Fundación Pallapupas.
La historia nos demuestra que existe un espíritu que se niega a rendirse, un espíritu encarnado por hombres y mujeres que han luchado por la justicia y la libertad a través de los tiempos.
A lo largo de la historia, han sido muchos los deportistas que han dado ejemplo de tolerancia, superación, trabajo en equipo o respeto al otro. Algunos de ellos eran mundialmente famosos. Otros sin embargo eran personas anónimas que en algún momento lograron establecer una marca más allá de lo puramente deportivo. Pequeños grandes gestos en el deporte recoge algunas de estas historias y trata de demostrar cómo el deporte puede ser también una importante herramienta para la transformación social.
Pequeños Grandes Gestos es una colección de libros ilustrados para que niños y niñas se familiaricen con valores como la tolerancia, la justicia y la convivencia, animándoles mediante el ejemplo a convertirse también ellos en protagonistas de su propia historia.
Vayamos al grano. Escribo esta reseña con la única intención de convencer a quien me quiera escuchar de que nos encontramos ante un libro que, pese a la fealdad de la expresión, es de lectura obligatoria. Y no solo para futboleros, sino para cualquier amante de la lectura. Y dicho esto, debería poner aquí mismo el punto y final a este artículo, porque me siento tan impotente a la hora de escribir algo mínimamente digno de lo que este libro nos ofrece que me entran ganas de sacar la bandera blanca y rendirme.
Y es que se me hace muy cuesta arriba utilizar la escritura para escribir algo sobre lo que alguien me ha hecho disfrutar tanto mediante la escritura. Es como si me dijeran: lanza una falta de modo que todos entiendan cómo lanzaba las faltas Maradona. O haz alguna jugada de las que hacía Mágico González. Imposible, ¿no? Pues esto es lo mismo. Esto es un: explica con palabras lo que las palabras de Nunca fuimos más felices explican.
Pero bueno, como la causa lo merece, voy a tragarme la vergüenza y haré lo que buenamente pueda. ¿No dicen que quien hace lo que puede no está obligado a más? Pues eso.
Carlos Marzal ha escrito una de las obras de referencia de la literatura futbolera. Toque a toque, capítulo a capítulo, ha construido un universo compuesto de infinidad de aspectos relacionados con el fútbol. El caudal de brillantes reflexiones y análisis es tan apabullante que se hace imposible acometer la tarea de ofrecer un simple resumen. Y subrayar o destacar algunas citas es tarea inútil, pues uno acabaría por llenarlo todo de señalados y post-its.
Imagen de Marcos del Mazo/LightRocket via Getty Images
Por las páginas del libro desfilan reflexiones de todo tipo, opiniones sobre aspectos prácticos y análisis teóricos, sobre el seleccionador que cada uno llevamos dentro, los sueldos de los jugadores, anécdotas de ilustres aficionados futboleros, alineaciones literarias que son auténticos tratados de literatura o divagaciones sobre lo estético y lo artístico.
Voy a acuñar una definición de buen aficionado al fútbol. Otra más. Aquel que nunca acude al campo sin pensar que el mundo merece la pena, también, porque hoy hay partido, pero que nunca se marcha del campo pensando que el partido de hoy le ha arruinado el mundo.
Pero, sobre todo, hay una reflexión continua sobre la paternidad y la relación entre padres e hijos, por la aportación vital que el sentimiento de pasión hacia el fútbol provoca y aporta, por el sentido de la literatura. Y apuntes sobre la amistad, reflexiones artísticas, anécdotas y episodios desternillantes. E incluye (¡ojo al dato!) un acertadísimo análisis de la tonalidad del césped y de la irrealidad que la iluminación de los estadios puede llevar a generar. ¡Y hasta una oda a la tortilla de patatas de los descansos que es una auténtica delicia! Y todo ello con una maravillosa forma de escribir, personal, rica y fluida, que hacen que el disfrute de la reflexión se multiplique con el deleite de la lectura.
A menudo pienso en la equivalencia de estilos entre la literatura y el fútbol. ¿Qué sería en fútbol lo barroco, lo neoclásico, lo conceptista, lo luterano? ¿Qué sería simplificando a más no poder, el estilo transparente, frente al estilo recargado? ¿El estilo que aspira a aparentar no tenerlo, frente al estilo que se quiere subrayar decir su nombre y apellidos?
El fútbol es infinito. Bajo su aparente simplicidad (el típico once tíos en pantalón corto corriendo detrás de una pelota) se oculta toda la complejidad de la vida y nuestra existencia. El fútbol es un espejo en el que se reflejan infinidad de cuestiones de nuestra existencia, y en Nunca fuimos más felices es como si Carlos Marzal hubiera ido haciendo una fractal arborescencia en forma de braimstorming de todos esos múltiples elementos y los hubiera ido desarrollando hasta formar con cada uno de ellos las infinitas piezas que dan forma al libro.
En términos de entusiasmo íntimo, vale lo mismo el gol que se marca en la final de un mundial que el gol que marca un niño de seis niños, en el parque de su barrio, cuando juega con sus amigos dando patadas a una lata de cerveza vacía.
Como si fuera una especie de dietario en el que ha ido anotando sus reflexiones a medida que iba experimentando situaciones derivadas de la actividad futbolera de su hijo, el resultado final es de una profundidad y complejidad apabullante, porque sus afirmaciones son tan acertadas y llenas de matices que uno no puede hacer más que rendirse e ir haciéndose a la idea de que ese libro no es un simple libro, sino una obra a la que volver continuamente, por el puro deleite de la lectura, por afianzar alguna opinión o por recuperar algunas de las brillantes reflexiones que incluye.
El gol, si además sirve para la victoia, no tine un mas allá ni un más acá, no admite más comentario ni más explicaciones que su disfrute mayestático. El satori terrenal (valga el sinsentido), el nirvana de los pobres, el despertar místico portátil y al alcance de todos. El gol, el gol de la victoria, significa la catarsis suprema, la reconciliación con el presente. Gol, eureka.
SINOPSIS
Una invitación entusiasta a lo mejor de la vida. Una reivindicación de la felicidad, el amor y la amistad a partir del fútbol.
Este libro es un tratado literario de filosofía epicúrea que reivindica la felicidad y ensalza el amor, la amistad, los libros, la bondad… a partir del fútbol. El narrador parte de los entrenamientos y partidos de su hijo, pero también de la pasión hacia las grandes ligas, los jugadores míticos o sus recuerdos infantiles como aficionado, con la «liturgia» que significaba ir al campo, y en cada uno de estos aspectos, en cada anécdota, en cada rememoración, abandona el fútbol para adentrarse en temas universales. Carlos Marzal va y viene, cuenta ritos de paso, escenas divertidísimas con padres que animan a sus hijos, conversaciones con otros escritores aficionados, historias sin fin que culminan en un capítulo emocionante, el del homenaje a su amigo Antonio Cabrera. El lector descubre entonces que el libro es en realidad un recorrido por la vida, y una invitación a lo mejor de ella, porque para una mirada entusiasta todo forma parte de un mismo universo.
Antes he citado algunos de los asuntos que se tratan en el libro, pero voy a seguir con algunos ejemplos más, porque también se habla sobre la nostalgia, sobre la importancia de las aficiones en nuestras vidas, sobre el placer de las pequeñas cosas, las idiosincrasias nacionales, la pertenencia de por vida a un mismo club, , el espacio de intimidad que proporciona el interior de un coche, los estadios con pista de atletismo, la felicidad del gol, los silencios en los estadios, la sobreabundancia de opiniones, sobre la escritura, los partidos de veteranos… y así hasta el infinito. Un infinito que pasa por un charco y las botas de agua como antídoto. Y del kit de emergencia para los padres de hijos futboleros… Y de… y de… y de…
Aunque haberlas haylas, no abundan las obras que proporcionan un corpus de opinión para el aficionado al fútbol. El aficionado al fútbol de verdad, el que pone el placer y el disfrute del juego por encima del hooliganismo. El que se siente cercano a esa idea del fútbol humanista que el autor defiende.
La asociación simplista de que Brasil es barroca por tocar más veces el balón (en según qué épocas) y por crear una tradición del alarde técnico; y que Alemania (digamos) es neoclásica por tender al fútbol directo, de apariencia más física, sin florituras, es una asociación falsa. Tan bello es el juego alemán como el brasileño, cuando son bellos: es decir, cuando son eficaces al máximo siguiendo las inclinaciones de su estilo. De su estilo propio. Por eso la belleza es verdad y la verdad es belleza.
Nos encontramos ante una especie de big bang del que nace un personal pero complejísimo universo futbolero. Porque por el libro desfilan infinidad de aspectos directamente relacionados con este mundo del balón. Más o menos importantes, todos ellos forman parte del fútbol: desde la vertiente empresarial del negocio hasta los aparentemente insignificantes y potencialmente productivos tiempos de espera en un aparcamiento a que tu hijo termine de entrenar en una fría tarde de invierno.
El fútbol se alimenta y se construye a partir de todo ese magma. Importan los dirigentes, los grandes nombres y los partidos históricos. Pero también esas pequeñas cosas como el kit de supervivencia que todo padre de jugador debe llevar en el maletero, o el recuerdo de acudir al estadio a ver un partido de tu equipo, o las horas y horas de conversaciones con tu hijo durante los trayectos hacia los entrenamientos y los partidos. Asuntos que no tienen repercusión mediática alguna, pero que son tanto o más fútbol que el de los grandes titulares. Y gracias también a todo ello tiene el fútbol la grandeza que tiene.
Creo que una de las razones por las que el fútbol, que constituye una enorme ceremonia -como casitodo el deporte, a grandes rasgos-, es un espectáculo de carácter ecuménico, universal, es el hecho de que permite a todo el mundo elevar lo cotidiano a la categoría de ceremonia privada. El espectador del fútbol es una criatura ritual.
Carlos Marzal rompería la banca si lo llamaran para un recuperado Un, dos, tres y le dijeran: por 25 pesetas, diga cuestiones que tienen que ver con el fútbol. Y él comenzaría su retahíla y mencionaría las ciento treinta y cuatro que componen cada uno de los capítulos del libro. Y estoy convencido de que podría seguir citando otras. Pero como sucede con el tiempo en los concursos, que se acaba, también ocurre con los libros, cuyas páginas son finitas. Sea como sea, el resultado es una obra brillante en lo literario, apabullante en cuanto a la reflexión y el caudal de ideas que se vierten en ella, e inagotable porque es un pozo al que regresar una y otra vez.
Las nuevas botas son un borrón y cuenta nueva con respecto a todo lo jugado, y una manera de volver a empezar con todo lo aprendido. A las botas nuevas se les transfiere toda la experiencia de las viejas botas, toda la experiencia de nuestros pies, toda la experiencia de lo jugado, de lo entrenado, de lo imaginado, de lo soñado.
Una obra que concluye con los dos capítulos más extensos, un maravilloso homenaje a la figura de su amigo el poeta Antonio Cabrera, y también a la vida y su fragilidad, y la importancia de tomar conciencia de lo necesario que se hace ser plenamente conscientes de lo que en cada momento estamos viviendo. Y esa idea de hacer lo posible por fijar vivencias para no olvidarlas nunca y tenerlas siempre bien presentes, y el utópico deseo de poder compartir con los demás lo que hemos vivido gracias a ellos y con ellos me parece muy inspiradora. Lo que describe en esas páginas es tan sencillo (y tan complejo a la vez) como la pura vida. Y aquí tenemos un ejemplo perfecto de lo que la literatura es capaz de hacer a la hora de explicar nuestras vidas.
El fútbol no tiene por qué no ser un humanismo, por ponernos sartreanos y trascendentes. El fútbol no tiene por qué no airear su trascendencia: trascendencia tal vez diminuta con respecto a otros asuntos y pareceres, pero todas las trascendencias, en definitiva, pueden resultar diminutas, según el parecer de quien las contemple. El aficionado ilustrado no solo debe ser un aficionado educado, sino un aficionado educándose, un aficionado que alimente el relato del fútbol, su tradición, sin la cual nada de este mundo alcanza la condición de mitología. Sin arte y sin literatura, nada de este mundo adquiere su estatura real, porque para adquirirla son imprescindibles la hipérbole, el cuento, la leyenda, y eso solo lo proporcionan la literatura y el arte.
Nunca fuimos más felices, en definitiva, es un maravilloso homenaje al fútbol, a ser un apasionado del fútbol y a la pasión compartida, especialmente entre padres e hijos, porque también es un canto al amor que se tiene por los hijos y lo maravilloso que es demostrarlo transmitiendo la pasión por el fútbol. Y también un canto a la literatura, que es el pegamento que le da forma a todo y nos permite disfrutar de joyas como la de este libro.
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